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Memoria

Barreras rotas

Hace 40 a

Era un momento de pura excitación desde octubre de 1957, cuando los soviéticos enviaron al espacio el primer satélite artificial, anticipándose así cuatro meses a los norteamericanos. Y el mundo seguía con asombro la por ese entonces reciente carrera espacial. La posibilidad de alcanzar y de conocer nuevos mundos al margen de la Tierra contagió a todos, y dio inicio a una era de desarrollo científico y tecnológico sin precedentes. Para no quedarse afuera de esos avances, el gobierno brasileño creó una comisión para estudiar y sugerir una política de investigaciones espaciales, en 1961.

Una docena de personas, todas surgidas de los cuadros de la Fuerza Aérea, empezó a trabajar en el Centro Técnico Aeroespacial (CTA). En 1963, ingenieros del Instituto Tecnológico de la Aeronáutica (ITA) se unieron a esos pioneros, y se abocaron a la búsqueda de un predio en el nordeste brasileño, cerca de la línea del Ecuador, que pudiese servir como campo de lanzamiento de cohetes suborbitales de pequeño y mediano porte. La elección recayó sobre un área de 5 mil metros cuadrados, ubicada a 18 kilómetros de Natal, en el estado de Río Grande do Norte, denominada por los pescadores de Barreira do Inferno (Barrera del Infierno) -pues en el lugar existe un risco rojo que brilla con intensidad al nacer el sol.

Desde el mar, da la impresión de estar en llamas. El predio escogido está cerca del Ecuador, lo que genera un ahorro de combustible. Está ubicado en una playa, lo que brinda seguridad al momento del punto de impacto de las varias etapas de los cohetes, y además, el clima es estable, con un régimen de lluvias bien definido. Allí comenzó en la práctica la investigación espacial brasileña. El 15 de diciembre de 1965, ya con el Centro de Lanzamiento de Barreira do Inferno parcialmente erguido, el cohete Nike-Apache, de la Nasa, la agencia espacial estadounidense, fue lanzado y rastreado con éxito. El objetivo era efectuar mediciones en las capas inferiores de la ionósfera.

Desde entonces se hicieron desde Barreira do Inferno un sinnúmero de lanzamientos, y se construyeron y probaron cohetes brasileños. Más tarde, cuando se pensó en plasmar proyectos más audaces, el centro quedó chico. Entonces surgió el Campo de Lanzamiento de Alcântara, estado de Maranhão, ubicado en un área mucho mayor, que permite un ahorro de combustible de un 25% con relación a Cabo Cañaveral, Estados Unidos, al poner satélites en órbita ecuatorial.

“Pero Barreira do Inferno nunca dejó de lanzar cohetes”, afirma Adauto Motta, jefe del Centro Regional del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe, sigla en portugués) del Nordeste. Motta escribió el libro Esboço Histórico da Pesquisa Espacial no Brasil (Editora Foco) y fue durante seis años jefe de operaciones de Barreira do Inferno. En la actualidad esas instalaciones son utilizadas para probar cohetes con fines militares y de investigación, con carga útil del Inpe.

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