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OCEANOGRAFÍA

Oasis marinos en peligro

Biólogos planean repoblar los arrecifes coralinos, que se encuentran entre los ambientes más ricos ambientes del mundo y están amenazados debido la pesca excesiva

Si sale bien en laboratorio, es de esperarse que funcione también en mar abierto. Por eso un grupo de investigadores de los estados Río de Janeiro, Pernambuco y Bahía iniciará en abril la reproducción en tanques de tres de las 15 especies de corales encontradas en las aguas poco profundas y cálidas del nordeste brasileño. Y al final del año, de acuerdo con el cronograma del proyecto Coral Vivo, se instalarán las primeras colonias de corales creadas en laboratorio en la zona de Porto Seguro, sur de Bahía. Ese repoblamiento es producto de la más reciente perspectiva de recuperación de los arrecifes de coralinos, que constituyen uno de los más ricos y frágiles ambientes del planeta y se esparcen a lo largo de 3 mil kilómetros de la costa brasileña, desde el norte de Maranhão hasta el sur de Bahía.

Los arrecifes, verdaderos jardines sumergidos, en los que se mezclan tonos de verde, rojo, azul, blanco y marrón, con formas de cerebros, abanicos, globos o arbustos, constituyen el segundo ecosistema teniendo en cuenta la diversidad de especies en el mundo, atrás únicamente de los bosques tropicales. Ambientes de extraordinaria importancia para la vida en el mar y en tierra, están bajo amenaza en el todo el mundo.

El primer relevamiento nacional mostró que el estado de conservación de los arrecifes costeros en Brasil – los únicos del Atlántico Sur – es preocupante incluso en áreas protegidas, como es el caso de Costa dos Corais, una ancha secuencia de playas con arenas blancas cercadas de cocoteros y un mar azul como si fuese una gran piscina. Al frente de esas playas se ubica la más extensa formación de arrecifes brasileña, que se extiende por 130 kilómetros, desde el municipio de Tamandaré, sur de Pernambuco, hasta Paripueira, norte de Alagoas. Estos arrecifes son colinas de material calcáreo cubiertas por millones, o mejor dicho, miles de millones de animales invertebrados sumamente sencillos – los corales -, formados básicamente por una boca, tentáculos y una cavidad única encargada de hacer efectivos los intercambios gaseosos, la digestión y la excreción.

En Costa dos Corais, la superficie de los arrecifes que todavía es habitada por invertebrados marinos varía entre un 5% y un 25%, diciéndolo de otra manera: las tres cuartas partes de la superficie de las colinas calcáreas están desnudas, o cubiertas de algas, las tradicionales rivales de los corales. Sin embargo, la exuberancia del paisaje puede engañar, pues en las aguas menos profundas de esa zona todavía viven colonias del coral estrellita brasileño (Siderastrea stellata), un globo de hasta un metro de diámetro, y del coral de fuego ramificado (Millepora alcicornis), que parecen arbustos de un color mostaza, así llamados pues provocan quemaduras a los que se atreven a tocar sus ramas. En las aguas más profundas se encuentran las colonias de coral estrella grande (Montastrea cavernosa), la especie que aparece en la foto adjunta, cuja superficie marrón y vellosa se asemeja a un extraño planeta, repleto de volcanes.

Especies únicas
Aun en los lugares más preservados, como Banco dos Abrolhos, una región situada en el archipiélago homónimo en el sur de Bahía, la cobertura de corales no supera el 35% en algunos pocos puntos – niveles similares a los de las zonas con áreas mayores de arrecifes, como el Caribe y Australia. Aunque crezcan en el litoral brasileño tan solo 15 de las 650 especies de corales conocidas, la tasa de especies exclusivas del país es elevada: siete de éstas solamente se encuentran en Brasil, concentradas en un área restringida correspondiente al 0,4% de los arrecifes del mundo, de acuerdo con un estudio concluido recientemente por Rodrigo Leão de Moura, biólogo de la unidad de Conservation International Brasil de Caravelas, Bahía.

Estudios publicados en la revista Science del 15 de agosto de 2003 detallan la gravedad de la situación internacional de los arrecifes coralinos, protegidos desde 1975 por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, de la cual Brasil es signatario. En uno de estos artículos, el biólogo marino Terence Hughes, de la Universidad James Cook, Australia, estima que el 30% de los arrecifes estaría seriamente dañado, y el otro 60% se perdería hasta 2030, debido al proceso de alteración del delicado equilibrio de esos ambientes marinos, intensificado durante el último siglo por la pesca excesiva, la contaminación, la agricultura, la devastación de los bosques costeros y los cambios climáticos acaecidos en el planeta.

Uno de los signos que llamaron la atención de los grupos internacionales de investigadores con relación al estado de conservación de los corales fue un fenómeno denominado blanqueamiento, fácilmente detectable, pues lleva a que los corales pierdan su vivacidad colorida. Observado en arrecifes de regiones situadas a miles de kilómetros unas de otras, como por ejemplo en la costa de Australia y en el océano Índico, el blanqueamiento es un indicio de la influencia de los cambios climáticos y la elevación de la temperatura de los océanos sobre los corales.

Existen evidencias de que, en algunos casos, la elevación de un solo grado en la temperatura del agua puede ocasionar la muerte o la expulsión de algas microscópicas (zooxantelas) que viven en el interior de los corales, en un sistema de interacción con mutuos beneficios: los corales sirven de guarida a las zooxantelas, y a cambio, estas algas les suministran nutrientes y oxígeno, y colaboran en la formación del esqueleto calcáreo.

Pero, cuando el ambiente se altera más de allá de ciertos límites, las sustancias producidas por las zooxantelas parecen volverse tóxicas para los corales, que entonces comienzan a eliminar a las algas que les aportan sus colores típicos. Como consecuencia de ello pierden su vivacidad colorida y pueden incluso llegar a morir, dependiendo de la cantidad de algas que pierdan. Los expertos advierten sobre el riesgo de desaparición de los corales en las próximas décadas, en caso de que no se haga nada para contener la elevación de la temperatura del planeta, producto en gran medida de las emisiones de gas carbónico y de otros contaminantes lanzados a la atmósfera.

En la costa brasileña se ha detectado el blanqueamiento en puntos de la costa situados hasta a dos mil kilómetros uno de otro. La situación más grave se registró en Maracajaú, Río Grande do Norte, donde el 12% de las colonias presentaba manchas blancas, de acuerdo con ese primer relevamiento nacional, coordinado por Beatrice Padovani Ferreira, oceanógrafa de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), que contó con financiamiento del Proyecto de Conservación y Utilización Sostenible de la Diversidad Biológica Brasileña (Probio), dependiente del Ministerio de Medio Ambiente.

La decoloración de los corales también se registró, aunque en menor grado, en Abrolhos, Atolón das Rocas, Fernando de Noronha y Costa dos Corais – un fuerte indicio de que podría formar parte efectivamente de un fenómeno a nivel mundial, de acuerdo con Beatrice. Pese a tal sospecha, no se conoce todavía con certeza la causa de este problema en Brasil. “El blanqueamiento de corales observado en Abrolhos en 2003 puede estar ligado al exceso de luz solar”, conjetura Clovis Barreira e Castro, experto en corales del Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y uno de los participantes en este estudio, presentado en septiembre ante el Ministerio de Medio Ambiente. Castro sostiene esta sospecha porque llovió poco y las aguas permanecieron muy claras la mayor parte del tiempo durante el año en que se observó este episodio de blanqueamiento de corales.

Peces desaparecidos
Pero los efectos de los daños en los arrecifes no aparecen solamente ante la vista de los expertos. Surgen también en el día a día, principalmente de en el de quienes viven en el litoral o aprovechan las vacaciones a orillas del mar. Y también en los más refinados restaurantes de la playa de Boa Viagem, la más famosa de Recife, donde casi no se encuentran ya las sabrosas postas de cabrillas (Epinephelus spp) o de cunas (Mycteroperca spp). Estos peces, tradicionales habitantes de los arrecifes brasileños, como así también el mero (Epinephelus itajara) – un pez grande, de color castaño con manchas negras, que llega a medir hasta 3 metros y pesar 400 kilos, cuya pesca está prohibida en el país – pueden indicar cómo anda la salud de los corales.

Cuando empezaron a escasear peces carnívoros como las cabrillas, los pescadores pasaron a sacar variedades menores y, más recientemente, herbívoras, como los “budiões” (Scarus trispinosus), que no superan los 20 kilos. Voraces devoradores de algas, los “budiões” están empezando a ocupar el lugar tanto de la cabrilla como del mero en el menú de los restaurantes brasileños, al margen de que son exportados a Europa y Estados Unidos. Con la pesca de los “budiões”, las algas de las que éstos que se alimentaban empezaron a proliferar libremente sobre los arrecifes y a ocupar el espacio de los corales. “Este cambio de especies de preferencia para la pesca comenzó hace cinco años en el litoral bahiano, y se está esparciendo por todo el nordeste”, afirma Beatrice, una experta en la dinámica de poblaciones de peces.

La investigadora logró movilizar a diez biólogos y oceanógrafos de cuatro estados – Pernambuco, Río de Janeiro, Bahía y Ceará – que ganaron tiempo y fuerza al contar con la contribución del trabajo voluntario de 30 pescadores y buzos, entrenados para ayudar a recabar los datos, siguiendo la metodología de análisis del Reef Check, una organización internacional que monitorea la salud de los arrecifes en 150 países. Fue así que, durante un lapso de tiempo relativamente corto – entre marzo de 2002 y marzo de 2003 -, estudiaron cinco de las siete mayores formaciones de arrecifes brasileñas, todas ubicadas en la región nordeste, la única zona del país con aguas poco profundas y cálidas, propias para el crecimiento de los corales.

En grupos de dos o tres buzos, munidos de lápiz y planchas para escribir debajo del agua, tomaron nota de las especies de corales, peces y otros animales marinos que viven en 52 áreas de muestra de 400 metros cuadrados de Abrolhos, Bahía; Costa dos Corais, entre Alagoas y Pernambuco; Fernando de Noronha, Pernambuco y Atolón das Rocas y Maracajaú, estos últimos en Río Grande do Norte.

La situación más grave es la de los arrecifes situados a menos de un kilómetro de la costa, como en la región de Porto de Galinhas, sur de Pernambuco. “Allí, el estado de los corales en los arrecifes que están más cerca de la playa es pésimo”, observa el oceanógrafo Jacques Laborel, de la Universidad de Marsella, Francia, autor de una de las más completas descripciones de los arrecifes brasileños, hecha a finales de los años 1960. En octubre de 2002, Laborel regresó a Brasil para participar de la celebración del cincuentenario del Departamento de Oceanografía de la UFPE que ayudó a crear. No resistió a la tentación, y con su 68 años buceó nuevamente en el mar que recorriera casi cuatro décadas antes. Laborel calculó que cerca de las playas ha habido una reducción del 80% en la cobertura de corales de los arrecifes con relación a lo que había observado 40 años atrás.

“Cuando los daños son graves, los arrecifes no son capaces de recuperarse sin ayuda”, comenta Castro. Éste coordina el proyecto de repoblamiento de los arrecifes coralinos, conjuntamente con Débora Pires, también del Museo Nacional, Mauro Maida y Beatrice Ferreira, ambos de la UFPE, y además integrantes de los Proyectos Amiga Tortuga y Tamar, destinados a la preservación de las tortugas y ambientes marinos brasileños.

En la etapa inicial del proyecto, que cuenta con un financiamiento de 350 mil reales del Fondo Nacional de Medio Ambiente (FNMA), los investigadores trabajarán con las principales especies responsables de la formación de los arrecifes, como los corales cerebro del género Mussismilia, encontrados apenas en Brasil, el coral estrella grande y el coral cerebro pequeño (Favia gravida), un globo de unos 10 centímetros cuya apariencia se asemeja a la del cerebro humano. Tanto el coral cerebro como el estrella grande son de fecundación externa: en una determinada época del año, secretan gametos masculinos y femeninos en el agua, donde se produce la fecundación.

Los huevos se desarrollan en larvas microscópicas – las plánulas – que nadan durante algún tiempo antes de adherirse a las rocas del fondo del mar y dar así origen a nuevas colonias. En tanto, el cerebro pequeño es una especie de fecundación interna. Una vez por mes los machos arrojan al agua sus células reproductivas, que penetran en el cuerpo de las hembras y así las fertilizan. A continuación los corales hembras liberan larvas, que nadan dos o tres días antes de adherirse a las rocas y formar nuevas colonias.

Reclutas en el mar
Al mismo tiempo, Castro y Débora, que desde 1996 publican conjuntamente artículos científicos que describen la reproducción de las especies de la costa brasileña, pretenden desarrollar en un laboratorio con sede en Porto Seguro, Bahía, una técnica de fertilización artificial destinada a reproducir en cautiverio corales de fecundación externa, a ejemplo del Mussismilia braziliensis, que forma colonias de aspecto de hongo gigante y de hasta un metro, halladas únicamente en Abrolhos.

“En un año pretendemos llevar los primeros reclutados, es decir, los individuos que formarán las colonias, a los arrecifes de Porto Seguro”, estima Débora. Si todo marcha como es debido en Porto Seguro, donde los arrecifes están más preservados, los investigadores darán inicio al repoblamiento de arrecifes más alterados, como los de Costa dos Corais. “El cuidado de la salud de los corales es tarea que cabe a los gobiernos, tal como lo estipula la Convención de Biodiversidad, suscrita en el marco de la Cumbre Río-92”, comenta Castro. “Como sabemos que el gobierno tiene sus limitaciones, intentaremos suplir parte de esta necesidad de otra manera.”

Pero ésta no es la única manera de evitar la desaparición de los arrecifes. Medidas aparentemente más sencillas, tales como la creación de zonas de prohibición de pesca, turismo y extracción de otros seres vivos, contribuyen aunque – de modo indirecto – a la recuperación de los arrecifes. Al menos esto es lo que revelan estudios realzados en el marco del Proyecto Arrecifes Costeros, un programa de preservación de los arrecifes de Costa dos Corais coordinado por Mauro Maida, de la UFPE. En el área experimental de este proyecto, que cuenta con la participación del Ibama y de los órganos estatales de medio ambiente de Pernambuco y Alagoas, y con un financiamiento de 1,75 millones de dólares proveniente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el equipo de Maida estudia la evolución de dos áreas de 5 kilómetros cuadrados cada una – una situada en Tamandaré y otra en Paripueira -, calificadas en una resolución del Ibama como zonas vedadas para el turismo y la pesca.

Durante un año los investigadoras realizaron 43 conteos de las especies de animales marinos y del número de individuos hallados en las áreas de acceso restringido y los compararon con el resultado de 52 estudios efectuados en dos áreas de arrecifes en las cuales la pesca era permitida. La densidad de peces, pulpos y langostas en el sector demarcado fue cuatro veces superior a la observada en área abierta, según revela el análisis llevado a cabo por Maida, Beatrice y la ocenógrafa Fabiana Cava.

La concentración de peces, por ejemplo, fue de un individuo por metro cuadrado en la regiones bajo veda, mientras que en las zonas liberadas había un pez cada 4 metros cuadrados. Incluso especies raramente halladas en Tamandaré, como los meros, empezaron a frecuentar el área exenta de pescadores. “Notamos también una modificación en el comportamiento de los peces, que en este sector se volvieron menos reacios ante nuestra presencia”, dice Fabiana. Los investigadores brasileños no son los únicos que defienden esta alternativa para evitar la destrucción de los corales.

La necesidad de establecer zonas de prohibición de pesca y extracción de seres vivos cerca de los arrecifes parece ser consensuada internacionalmente, ya que la pesca en niveles superiores a los que soporta la naturaleza es la principal causa de la pérdida de los arrecifes – se estima que se extraen 3,5 toneladas de pescado por kilómetro cuadrado de arrecife por año en Brasil. “Pese a la severidad de la creciente amenaza de contaminación, de enfermedades y de blanqueamiento de corales”, comenta John Pandolfi en Science, en el mes de agosto, “nuestros resultados muestran que los ecosistemas de los arrecifes de corales no sobrevivirán más de unas pocas décadas si no son inmediatamente protegidos contra la explotación humana.”

En esa misma edición de la revista, Terence Hughes, de Australia, efectuó una proyección para los próximos 50 años con relación al aumento de la temperatura de los océanos y la elevación del índice de gas carbónico disuelto en el agua del mar, que hace que el esqueleto de los corales se vuelva frágil. Y concluyó que, si estos problemas continúan avanzando al ritmo actual, los arrecifes coralinos enfrentarán en las próximas cinco décadas un cambio en el ambiente marítimo tan rápido que equivaldrá al atravesado en los últimos 500 mil años. De este modo pueden incluso llegar a desaparecer, en caso de que el ritmo del cambio ambiental extrapole la capacidad de los corales para adaptarse al nuevo ambiente.

Los Proyectos
Monitoreo de los Arrecifes Coralinos en Brasil
Coordinadora
Beatrice Padovani Ferreira – UFPE
Inversión
R$ 99.907,00 (Probio)

Proyecto Coral Vivo
Coordinador
Clovis Barreira e Castro – UFRJ
Inversión
R$ 348.167,00 (FNMA)

Proyecto Arrecifes Costeros
Coordinador
Mauro Maida – UFPE
Inversión
US$ 1,75 millones (BID)

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