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Sociología

Desigualdad sin par

Discuten en un seminario los dilemas de la segregación social brasileña

Publicado en marzo de 2010

Reflejos: trabajo, redes sociales y servicios públicos para explicar la segregación

MARCOS D'PAULA/AGÊNCIA ESTADOReflejos: trabajo, redes sociales y servicios públicos para explicar la segregación MARCOS D'PAULA/AGÊNCIA ESTADO

El escritor estadounidense F. Scott Fitzgerald no tenía dudas al afirmar que los pobres mortales somos diferentes que los ricos, pues, al fin y al cabo, ellos tienen más dinero que nosotros. ¿Pero sólo el dinero alcanzará para explicarlo todo? Los indicadores de desigualdad y de ingresos han mostrado que esta diferencia entre ricos y pobres han venido cayendo en Brasil. Pero, ¿bastan por sí solos para brindarnos un panorama preciso acerca de la segregación social nacional? “El ingreso es una dimensión muy relevante para el análisis de la pobreza y la desigualdad, y no en vano las comparaciones internacionales ponen su foco en esta dimensión. Sin embargo, nuestro esfuerzo en el Centro de Estudios de la Metrópolis (CEM) se ha venido volcando al examen de la pobreza y la desigualdad en sus múltiples facetas, pues la situación de pobreza de un individuo es producto de la combinación de distintos aspectos, no sólo de sus ingresos. Son éstos su acceso al mercado formal de trabajo, a los servicios públicos y a los vínculos sociales y asociativos. La situación de desprotección de un individuo es producto de estas múltiples dimensiones”, explica la directora del CEM, la politóloga Marta Arretche.

De este modo, sigue la investigadora, aunque es importante que nos pautemos por trabajos recientes, que muestran que la distribución en los últimos tiempos ha mejorado, como forma de entender qué sucede en el país, no se pueden dejar de tener en cuenta otras facetas de la pobreza y la desigualdad que tienen igualmente un gran impacto en el bienestar de las personas, y los estudios del CEM apuntan precisamente a ampliar esta visión.

Por eso organiza el seminario internacional Metrópolis y Desigualdades que se realiza entre los días 24 y 26 de este mes, una etapa más en el proceso de internacionalización de este Cepid (Centro de Investigación, Innovación y Difusión) de la FAPESP, que también es un INCT (Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología). En el marco de dicho seminario se discutirán precisamente estos tres ejes de investigación y las peculiaridades del proceso brasileño de desarrollo reciente.

“Nuestras investigaciones parten del supuesto teórico de que el trabajo, los servicios sociales y la sociabilidad son mecanismos decisivos para la superación o atenuación de las situaciones de pobreza. Uno puede pensar en dos individuos con el mismo ingreso nominal, pero si uno de ellos tiene acceso a una vivienda subvencionada por el Estado, salud, etc. y el otro no los tiene, uno es más pobre y segregado que el otro. Hay que analizar siempre más allá de los ingresos y es eso lo que se plantea en este seminario. Y por cierto, está en sintonía con los estudios internacionales más recientes”, analiza Marta. “La pobreza puede incluso estar atenuándose, pero, por otro lado, la desigualdad puede estar reproduciéndose.”

El primer eje del seminario abordará el acceso al mercado de trabajo y comienza con una lectura inusitadamente “optimista” del estado actual de la metrópolis paulistana. “Los flujos migratorios cambiaron de signo en la década de 1990, cuando pasaron a mostrar señales netas negativas al cabo de décadas de crecimiento acelerado, una tendencia que se explica tanto por factores locales, tales como la pérdida de dinamismo del mercado de trabajo de menor calificación y el alto costo de la vivienda, como por factores externos, tales como el surgimiento de nuevos polos de desarrollo en otras regiones del país”, explica el sociólogo Álvaro Comin, del CEM.

Es decir, São Paulo, al contrario de lo que se decía, paró de crecer y de recibir migrantes, y hay más gente saliendo que entrando de ella, en especial la fuerza de trabajo de menos calificación. “Se registra una reducción en la participación relativa de la fracción más pobre y menos escolarizada de la población”. Es más: de acuerdo con el investigador, entre 2003 y 2007, el crecimiento del empleo formal fue del orden del 4,15% anual y por primera vez en dos décadas la cantidad de trabajadores registrados supera el 50%.

Un mar de desigualdad: un edificio del barrio de Morumbí y la favela de Paraisópolis, en São Paulo

TUCA VIEIRA/FOLHA IMAGEMUn mar de desigualdad: un edificio del barrio de Morumbí y la favela de Paraisópolis, en São PauloTUCA VIEIRA/FOLHA IMAGEM

“La ciudad está ofertando servicios más sofisticados y la demanda de mano de obra apunta a una fuerza de trabajo más elitizada, lo que sugiere que será una metrópolis con perfil más ‘de clase media’”, explica Comin. Al mismo tiempo, siguiendo esta evolución, crece también el nivel de escolaridad. “Los individuos formalmente empleados tienen muchas más posibilidades de mantenerse actualizados en sus áreas de actuación, reduciendo así los riesgos de desempleo e incrementando sus oportunidades de progreso laboral”. Incluso en esto, todo parece apuntar un mundo ideal. Pero en este punto surge la inflexión de la desigualdad, con la aparición de un nuevo modelo de segregación: los más pobres que no se encuadran en esta nueva estructura, pero aún dependen de la ciudad para sobrevivir (empleadas domésticas y otros tipos de empleados), se ven obligados a vivir cada vez más lejos, porque la ciudad no los contempla, ya sea por el precio de la vivienda o por el nuevo perfil requerido.

“Es un ciclo complejo: la ciudad le ha cerrado sus portas a un cierto tipo de trabajadores, que se ven obligados a vivir en localidades aledañas o en regiones cercanas, son expulsados de la metrópolis. Problemas tales como el transporte, las inundaciones, etc. se convierten en cuestiones inmensas en la actualidad. Lo que era para ‘celebrar’ en un primer momento, es motivo de gran preocupación cuando se lo piensa mejor”, sostiene el investigador. Sucede que las cuestiones se refieren a una esfera metropolitana, ya que los problemas abarcan áreas más lejanas y seguramente más pobres y que reúnen menos condiciones de resolución que una metrópolis como São Paulo, pondera Comin. “Asimismo, trabajamos sólo con dos esferas: la gobernación del estado de São Paulo y las municipalidades, que no colaboran entre sí; basta con recordar la guerra fiscal y las cuestiones de los partidos políticos.”

Incluso el perfil industrial de São Paulo se ha alterado, aunque el estado siga concentrando el mismo 50% de la producción industrial en la ciudad. “Las industrias tradicionales que empleaban a trabajadores comunes están desplazándose al interior y la ciudad se queda con la industria que usa más  tecnología. La economía de la ciudad es más intensiva en lo que hace al capital y menos intensiva en fuerza de trabajo.”

Expulsión
“En general se detecta una invitación a la pobreza a retirarse de la ciudad, y estamos exportando problemas tales como favelas, miseria, salud, entre otros. Al mismo tiempo, a los ‘expulsados’ se les está impidiendo usar sistemas de servicios públicos de otros lugares, pues se les solicitan comprobantes de trabajo y de domicilio. Dentro de 20 años, cuando miremos hacia São Paulo, podremos llegar a pensar que todo marcha bien, pero los problemas estarán ahí en nuestras caras, pasando el río, en las ciudades aledañas, con la diferencia de que esas ciudades tienen pocas posibilidades, como nosotros, de hacer política y cambios”, advierte Comin.

Las investigaciones de Nadya Guimarães, del CEM, muestran otra realidad cruel. “Ahora se pide título secundario o universitario para cualquier función. Un barrendero municipal, por ejemplo, tiene que tener el secundario completo, tamaña es la distorsión. Es un efecto perverso de esa ‘elitización’ de la ciudad. Un auxiliar de oficina debe tener diploma universitario, de cualquier carrera, pero es obligatorio. La pregunta es: ¿cuál es la recompensa por haber estudiado para terminar trabajando en telemarketing y ganar tan poco? Esto confirma algo que ya está en nuestra cultura, que los estudios no sirven para nada”. “Todo lo que parece bueno de la imagen de São Paulo parece a decir verdad traer aparejado algún dejo de cosa mala”, sostiene Comin.

Otro eje de la desigualdad que estudió el CEM radica en las llamadas redes de sociabilidad. “La pobreza tiene una dimensión territorial: las personas pobres pueden estar segregadas espacialmente, pero pueden estar unidas espacialmente y combatir precisamente ese efecto de la segregación. La cuestión de la desigualdad de acceso a las políticas de sociabilidad hace que los individuos accedan a condiciones y futuros distintos”, explica el sociólogo Eduardo Marques, del CEM.

Con base en mapas que muestran las redes de sociabilidad de los individuos, Marques demostró que esas relaciones con vecinos, familiares, amigos, compañeros, etc. importan mucho, más allá de la escolaridad y de otros factores, tales como si el individuo está o no empleado, la calidad del empleo y sus ingresos. Partiendo de estos datos, el investigador formuló propuestas para el Estado, que podrían valerse de esa relación inevitable entre los individuos y sus relaciones interpersonales, una forma eficiente de ayudar cuando se trata de buscar trabajo.

Al fin y al cabo, una investigación de Nadya Guimarães realizada con desempleados que buscaban trabajo en agencias públicas y privadas reveló que un 80% de los entrevistados consiguió ocupación por medio de su red de amigos en otra ocasión en detrimento de las agencias (lo que, lógicamente, no los impide de acercarse a las mismas como refuerzo). “Esto revela que las personas que tienes amigos tienen mucho más chances de conseguir un empleo, y así ampliar la renta y posteriormente disminuir la desigualdad por medio de sus relaciones personales, lo que demuestra que dichas redes de relaciones son más efectivas que las políticas públicas”, analiza Marta.

“El combate contra la pobreza no puede de ninguna manera prescindir de las políticas sociales tradicionales, como tampoco de las políticas macroeconómicas que promuevan empleos de buena calidad y en gran cantidad. Pero dado que algunas redes tienen niveles importantes de penetración en el tejido relacional de las comunidades, su integración a las políticas del Estado puede ayudar a darles mayor resolubilidad, tanto haciendo que las políticas lleguen a sus usuarios de manera más precisa como ayudando a customizarlas, incluso en términos de lenguaje, mediando culturalmente las relaciones entre el Estado y las comunidades”, sostiene Marques.

“En el caso específico del empleo, el desarrollo de agencias de empleo que pongan a disposición información integrada sobre trabajo, pero que se ubiquen de  manera radicalmente descentralizada en las comunidades, podría ayudar a mitigar el efecto del mecanismo de la situación inicial del migrante y en la entrada de jóvenes en el mercado de trabajo, distribuyendo más equitativamente el acceso a la información y a las estructuras relacionales poco locales.”

Favor
Si el empleo aún depende de aquella información amiga que viene de un amigo, la buena noticia está en el tercer eje de investigación del seminario sobre los servicios públicos. “Si uno encuentra a alguien en una situación muy difícil, desempleado en una metrópolis. ¿Cómo andará su vida? Pese a todas las dificultades, actualmente sus hijos pueden seguir yendo a la escuela y seguir contando con los servicios de salud. Todo esto sin necesidad de favores o prebendas de ningún político”, comenta Marta Arretche. “Su situación en una metrópolis es seguramente mucho mejor que si no estuviera en ella.”

Según la investigadora, las regiones metropolitanas no son los peores lugares de Brasil. “Clasifiqué a todas las ciudades nacionales de acuerdo con esta perspectiva ampliada de la pobreza que caracteriza a los estudios del CEM: ingresos, salud, educación y vivienda. Todas fueron clasificadas de acuerdo con un índice que varía de 1 a 6, en el cual 1 indica a las ciudades en mejor situación y 6 a las ciudades en peor situación de ingresos y social. La gran mayoría de las ciudades de las regiones metropolitanas está entre 1 y 2, es decir, entre aquéllas con los mejores indicadores”, explica.

Para ella, los principales problemas parecen ser las condiciones de movilidad urbana, es decir, la infraestructura urbana y de transporte. Otro dato positivo relevado por Nadya Guimarães es que el 98% de las personas que viven en las grandes metrópolis (Río, Salvador, Belo Horizonte y São Paulo) tiene acceso a los servicios públicos directamente, lo que indica la casi extinción del clientelismo en este campo. Estudios comparados indican que la desigualdad de acceso a los servicios públicos ha venido reduciéndose a nivel mundial, al paso que la desigualdad de los ingresos va en aumento.

“Desde esta perspectiva, Brasil parece estar siguiendo una trayectoria particular, pues la democracia brasileña ha logrado producir una reducción de la desigualdad en los ingresos combinada con la disminución de la desigualdad del acceso a los servicios públicos”, pondera la directora del CEM. La desigualdad también requiere una reflexión política, no solamente económica.

“La mayor parte de los cientistas sociales a comienzos de la década de 1990 apuntaba que el Estado brasileño sería incapaz de hacerse cargo de las demandas de la deuda social heredada del régimen militar. La ampliación de la participación política, combinada con la incapacidad del Estado para atender las demandas de integración social, constituirían una seria amenaza a la democracia”, dice Marta. “Estas expectativas parecieron infundadas, pues la democracia brasileña ha revelado una paulatina capacidad de incorporación social, es decir, Brasil sigue la trayectoria clásica de las democracias modernas, en las cuales la participación política crea oportunidades e incentivos institucionales para lograr una progresiva integración social de las masas.”

Las instituciones políticas brasileñas fueron las que hicieron posible la incorporación del electorado y la contemplación de las demandas. “Incluso las de los estratos más bajos. Los gobiernos que le siguieron a la dictadura llevaron cada vez más adelante en la agenda de la redemocratización el rescate de la deuda social que dejó la dictadura. No cabe duda de que la concentración de renta y el acceso limitado por parte de los estratos más bajos de la sociedad tuvieron su origen en la configuración de fuerzas políticas y en las políticas públicas que priorizaron los gobiernos de turno”, afirma la politóloga Argelina Figueiredo. “Desde la redemocratización en los años 1980, este cuadro social empezó a cambiar y ha venido alterándose a una intensidad cada vez mayor. La dimensión de este cambio mostraría que fue significativa, si lo comparamos con el timing de procesos de cambio social equivalentes en los países que actualmente tienen una democracia considerada ‘consolidada’.”

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