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Entrevista

José Roberto Postali Parra: Agricultor de insectos

El entomólogo que apoya el uso del control biológico para combatir las plagas de los cultivos

Léo Ramos ChavesAl final de 2014, al cumplir 70 años, el ingeniero agrónomo José Roberto Postali Parra debió jubilarse por obligación legal en la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq), unidad académica perteneciente a la Universidad de São Paulo (USP) en Piracicaba, en Brasil, de la cual fuera director. Pero el experto en el control biológico de plagas agrícolas no pensaba abandonar sus investigaciones en el Departamento de Entomología y Acarología de dicha escuela. “Luché toda mi vida y no dejaré de hacerlo ahora que el control biológico ha llegado para quedarse a la agricultura brasileña”, comenta. Esa forma de combatir las plagas que acometen a las plantaciones apela a los propios enemigos naturales, tales como insectos, ácaros e incluso microorganismos, para solucionar los problemas de los cultivos. En lugar de echar mano de un insecticida químico, cuyo uso exagerado podría ser nocivo para el hombre y para el medio ambiente, el agricultor intenta destruir o al menos disminuir la presencia del agente agresor con la ayuda de una pequeña avispa o de un hongo presente en la naturaleza, por ejemplo.

A Postali Parra le insumió más de cuatro décadas de investigación comprender la biología y la interacción con el medio ambiente de los enemigos naturales de las plagas, tales como el barrenador del tallo de la caña de azúcar y el huanglongbing (HLB) o greening de los naranjales, y desarrolló métodos para la reproducción en laboratorio de insectos y ácaros que han prestado un gran servicio al hombre de campo. Con mesura, admite que el control biológico no es la solución contra todas las plagas, pero puede resultar útil y colaborar para reducir el uso de plaguicidas en los cultivos. “Brasil es el líder mundial en el uso de agroquímicos”, dice. “Nuestro agricultor ya viene con esa cultura”. En la presente entrevista, Postali Parra relata historias de insectos y plagas de los cultivos nacionales y se explaya sobre temas importantes de la agricultura brasileña, como lo son el empleo de variedades transgénicas y la implementación de prácticas orgánicas.

Edad 73 años
Especialidad
Control biológico de plagas en la agricultura
Estudios
Graduado como ingeniero agrónomo (1968), con títulos de magíster (1972) y doctor (1975) en entomología otorgados por la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la Universidad de São Paulo (Esalq-USP)
Institución
Esalq-USP
Producción científica
341 artículos científicos, 20 libros escritos o compilados; fue director de tesinas y tesis de 61 másteres y 50 doctores

¿En cuál cultivo se emplea más el control biológico en Brasil?
La caña de azúcar es el ejemplo clásico. En São Paulo, hoy en día, se plantan entre 9 y 10 millones de hectáreas de caña. En casi la mitad de esa superficie se adopta el control biológico. La lucha contra la polilla a la que se conoce con el nombre de barrenador de la caña (Diatraea saccharalis) y la cigarrita Mahanarva fimbriolata, una plaga que acomete a la raíz de la planta, se realiza de esa forma. La oruga del barrenador se destruye mediante la liberación de pequeñas avispas de la especie Cotesia flavipes, un insecto proveniente de Trinidad y Tobago que fue introducido en Brasil en 1971. La Cotesia se emplea en 3,5 millones de hectáreas plantadas de caña. La avispita Trichogramma galloi, con la cual trabajo, ha sido utilizada para combatir los huevos del barrenador en alrededor de 500 mil hectáreas de cañamelares. Se puede recurrir a diversos enemigos naturales para combatir las diferentes fases de estas plagas. Las fases del desarrollo de los insectos son: huevo, oruga, crisálida y adulto. Para el control de la cigarrita de la caña se emplea un hongo denominado Metarhizium anisopliae.

¿En qué otros cultivos se ha empleado ese método?
Hay un relato interesante que alude al control biológico del greening de los cítricos, una enfermedad a la cual en Asia se la conoce también como HLB o huanglongbing, que amarillenta las hojas de los naranjos, secando las plantas. La causante de esta enfermedad es la bacteria Candidatus Liberibacter, que es transmitida a las plantas por un insecto diminuto, el psílido Diaphorina citri. A causa del HLB, los citricultores comenzaron a aplicar insecticidas en los frutales entre 20 y 30 veces al año, en forma desenfrenada, para matar al psílido. Nosotros intentamos hacer control biológico mediante la suelta de avispitas de la especie Tamarixia radiata, originaria de Asia pero detectada aquí en São Paulo. Liberábamos las avispas en los naranjales, pero se morían. Los naranjales tenían HLB, pero no al psílido asiático en cuestión.

¿Entonces por qué aparecía la enfermedad?
Se descubrió que los focos primarios de la enfermedad provenían de áreas situadas fuera de los naranjales, zonas orgánicas periféricas, de fondos de casas donde crecían mirtos, una especie de planta huésped del psílido, y de huertas frutales abandonadas. El Fundecitrus [Fondo de Defensa de la Citricultura] estimó que esas áreas vecinas llegaban a 12 mil hectáreas. Entonces empezamos a liberar las avispas en esas zonas, para combatir los focos primarios. Y dio resultado. Hoy en día la empresa Citrosuco posee cinco biofábricas de avispas, el Fundecitrus tiene otra y hay un agricultor que está empezando a criar esos insectos. Ahora, los agricultores ponen cebos en los bordes de los naranjales, trampas amarillas adherentes, que detectan el momento en que el psílido llega al naranjal. En el estado de Florida (EE.UU.), el HLB prácticamente acabó con la citricultura. Ellos sabían hacer el control biológico, pero no lo hicieron. Creían que con sólo mejorar la nutrición de la planta lograrían combatir la enfermedad. El control biológico, por sí solo, no resuelve todos los problemas. Es uno más de los componentes del MIP, el Manejo Integral de Plagas, que surgió entre finales de la década de 1960 y comienzos de los años 1970. Se deben usar plantines sanos, erradicando las plantas enfermas, y aplicar insecticidas sin caer en la exageración.

Casi la mitad del área plantada de caña en São Paulo se controla con métodos biológicos

¿Estados Unidos no es una potencia en el control biológico de plagas?
En realidad, allá no emplean tanto el control biológico como lo preconizan en los libros que publican sobre el tema. Tradicionalmente ellos usan también plaguicidas. Y eso vale incluso para California. El MIP fue una política pública instaurada durante la presidencia de Richard Nixon [de 1969 a 1974]. Fueron sucediéndose otros mandatarios y al final de la administración Clinton [1993-2001] quedó establecido que el 75% de los agricultores estadounidenses tendría que hacer MIP. Pero sólo llegaron a entre un 4% y un 8%. No es fácil. Hoy en día existen grandes empresas de control biológico. A la cabeza figura Koppert, una firma holandesa. La segunda es la belga Biobest. La tercera es BioBee, de Israel. En la actualidad, las grandes multinacionales fabricantes de insecticidas, tales como Bayer, Syngenta y Monsanto, también poseen empresas de control biológico. Donde más se utiliza este sistema es en Europa, particularmente en Holanda y en España. La coyuntura actual es mágica para Brasil en cuanto al control biológico. Yo estoy jubilado, cumplí 70 años a finales de 2014. Pero no paro de trabajar a causa de eso. Luché toda mi vida por ello y ahora que el control biológico se afianza no voy a parar.

Recientemente comenzó a utilizarse una avispa en el combate contra una oruga que ataca a varios cultivos en la región central de Brasil. ¿Este abordaje está dando resultado?
En marzo de 2013 apareció una plaga importante, la oruga Helicoverpa armigera, en plantaciones de Goiás. La misma afecta hasta 200 plantas huésped y daña cultivos tales como los de soja, algodón, naranja y café, entre otros. No había cómo controlar a esa oruga con productos químicos. Los agricultores tuvieron que recurrir al control biológico, mediante el empleo de un virus, el NPV, que ataca a la propia oruga, o bien al uso de avispitas del género Trichogramma, que atacan sus huevos. El problema es que en este caso no se disponía de insectos para que todos aplicasen ese método. Ahora empiezan a surgir empresas en Brasil que se dedican a proveer productos biológicos para ese mercado. Tan sólo en el marco del programa Pipe [Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas] de la FAPESP, hay 11 startups de control biológico. La empresa Bug, de la ciudad de Piracicaba (interior de São Paulo), surgió de mi laboratorio. En tanto, ProMIP, que trabaja mayormente con ácaros, también se originó en la Esalq, a partir de la labor del profesor Gilberto Moraes. Los jóvenes están muy entusiasmados con montar empresas. Pero yo estoy preocupado. Si las empresas no se profesionalizan, podrían denigrar la imagen del control biológico. Nuestro trabajo debe ser lento, pero seguro. No hay que apresurarse. Cuando surge un error, el agricultor tarda en recurrir nuevamente al control biológico.

Archivo Personal Postali Parra (a la der.) en la Universidad de Illinois, Estados Unidos, en 1978, junto a Marcos Kogan, supervisor de su investigación de posdoctoradoArchivo Personal

En ese sentido, ¿hubo algún caso ejemplar en Brasil?
Algo así ocurrió en la década de 1970 con el hongo Metarhizium. El italiano Pietro Guagliumi, que asesoraba a la FAO [las siglas en inglés de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura], introdujo ese hongo en el nordeste del país, afectado por la plaga de la cigarrita de la caña de azúcar. Pero allá el problema afectaba mayormente a las hojas de la planta, mientras que en São Paulo se encontraba en el sistema radicular. Las cigarritas que ocasionan esos problemas son muy parecidas. En el nordeste empezaron a usar el hongo y fue un éxito. Pero enseguida aparecieron empresas poco serias, que comenzaron a vender hongos contaminados. Luego de eso, el control biológico dejó de funcionar. Se tardó años en volver a utilizar este método, no sólo en esa región, sino en todo Brasil.

¿Qué tipo de plagas agrícolas pueden combatirse mediante el control biológico, y cuáles no?
El MIP funciona en forma similar a una casa, con cimientos compuestos por varios elementos. Hay que conocer cómo influye el clima, la plaga y el momento de controlarla. Están quienes confunden al enemigo natural con la plaga agrícola. El enemigo natural también forma parte de esos cimientos. Es el responsable de los niveles de mortalidad natural en un agrosistema. La plaga tiene un enemigo natural y éste también tiene otro enemigo natural. Existe una cadena trófica. Todo estaría en equilibrio si no estuviésemos plantando un montón de soja o de caña de azúcar para suplir las necesidades alimentarias humanas. El monocultivo causa desequilibrios. Sobre los cimientos de esa suerte de edificación se encuentran los métodos de control de las plagas, como en este caso el biológico, que también puede recurrir al uso de feromonas, la siembra de diversos cultivos agrícolas, productos químicos y plantas transgénicas. Todas esas medidas apuntan a mantener a las plagas en un nivel situado por debajo del daño económico, teniendo en cuenta, además del aspecto económico, criterios sociales y ecológicos. Como ya lo he dicho, el control biológico no es la panacea para todos los problemas. Existen cultivos en los que puede utilizarse más y otros en los que será menos. En aquellos cultivos donde proliferan muchos insectos, resulta difícil usar el control biológico. En este último caso, la solución reside en el empleo de agroquímicos selectivos, que matan a la plaga, pero no a su enemigo natural. Hay catálogos disponibles para los agricultores que recomiendan esos productos en diversas situaciones. En algunos cultivos, tales como los de papas, tomates e incluso en los de algodón, los agricultores brasileños emplean muchos insecticidas.

¿Se trata de un tema mayormente económico o es cultural?
Brasil es el campeón del uso de plaguicidas en los cultivos. El país tiene una tradición exclusivamente química, algo difícil de modificar. Ése es el gran problema. El agricultor dice que su abuelo y su padre siempre usaron pesticidas. Lo que él quiere es ver al insecto que ataca el cultivo muerto en el suelo luego de aplicar el veneno. Tenemos menos historial en control biológico que otros países de Latinoamérica, tales como Perú, Colombia y Venezuela, que fueron muy influenciados por investigadores de California. Nuestra agricultura estuvo sujeta al influjo de aquéllos que trabajaban con productos químicos. El DDT se sintetizó en 1939 y se pensó que eso resolvería todos los males de la agricultura. Ahí surgió un problema grave. Hubo desequilibrios biológicos, contaminación de aguas. La bióloga estadounidense Rachel Carson escribió un libro famoso sobre el tema en 1962, intitulado Primavera silenciosa. Entre 1940 y los años 1960 se vivió un período negro en cuanto al control biológico de plagas. Hasta que surgió el MIP, que constituyó una respuesta de la comunidad científica al uso inadecuado de plaguicidas, una forma de controlar las plagas teniendo en cuenta los aspectos económicos, que no pueden soslayarse, pero también los ecológicos y sociales.

Archivo Personal Postali Parra y sus alumnos en la Universidad de São Paulo, en 2004Archivo Personal

¿Cuándo surgió el control biológico?
Se trata de algo milenario. Los chinos ya usaban enemigos naturales para el control de las plagas de los cítricos antes de la era cristiana. El control biológico tal como lo conocemos hoy en día, en realidad, surgió en 1888 en California. Los dos grandes centros que se dedican a ello son Riverside y Berkeley. Allá existía una plaga seria en los cítricos, que en Brasil recibe el nombre de pulgón blanco, pero en realidad se trata de la cochinilla acanalada (Icerya purchasi). Los estadounidenses viajaron a Australia, que era el sitio de origen probable del insecto, identificaron y capturaron a una especie de mariquita (Rodolia cardinalis) y la introdujeron en California. Al año siguiente, el caso fue considerado un éxito. En Brasil, importamos el primer insecto en 1921. Se introdujo en São Paulo una avispa proveniente de Estados Unidos, la Encarsia berlesei, que parasita a la cochinilla blanca del duraznero (Pseudaulacaspis pentagona). Pero el intento no dio resultado. Hubo varios casos similares. Allá por 1924, apareció el gorgojo del café (Hypothenemus hampei), un pequeño coleóptero de origen africano que acomete a ese cultivo. Investigadores del Instituto Biológico y un profesor de la Esalq, Salvador de Toledo Piza Júnior, viajaron a África y trajeron una avispa de Uganda, de la especie Prorops nasuta, pero el control de la plaga no dio gran resultado. Por casualidad, hace unos 20 años me convocaron porque hallaron a esa avispa en la región de Ribeirão Preto. Ellos querían reproducirla, dado que en la actualidad se cuenta con técnicas para criarlas.

En esa ocasión, la técnica de cría de esa avispa, ¿también se importó?
En aquel entonces no se disponía de una técnica de cría. Era la época de lo que se denominó como control biológico clásico, donde todo se hacía en forma rudimentaria, y era posible criar algunos insectos en forma artesanal y sin ayuda de ninguna tecnología. El investigador iba al sitio de origen de la plaga, identificaba a sus enemigos naturales y los introducía en la plantación afectada por el problema. Como no existían técnicas de cría de los insectos, se introducían pocos enemigos naturales. Por eso, esa introducción se denomina liberación inoculativa. Cuando se libera una pequeña cantidad de insectos, no se logra una respuesta inmediata. Los insectos necesitan multiplicarse libremente en la naturaleza. Eventualmente, eso generó cierta imagen de que el control biológico sólo daba resultado a largo plazo y en cultivos perennes o semiperennes. En la actualidad, se usan mayormente los enemigos autóctonos, porque hay muchas restricciones para la importación de insectos.

Usted es titular de la patente de producción de un semioquímico, una feromona sexual que se emplea para el control de una plaga de los cítricos. ¿Cómo la obtuvo?
El que trabaja también con feromonas es José Maurício Simões Bento, un colega mío de departamento en la Esalq y vicecoordinador del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología de Semioquímicos en la Agricultura, en el cual me desempeño como coordinador. Tenemos una patente de la feromona, que se utiliza para el control de la polilla Gymnandrosoma aurantianum, a la cual se la conoce con el nombre común de barrenador de los cítricos. Esta polilla deposita sus huevos en los frutos y, cuando los mismos eclosionan, las orugas penetran en las naranjas, que se pudren y se caen. La hembra de esa especie produce una sustancia, una feromona que atrae al macho para el apareamiento. Nosotros estudiamos el comportamiento sexual de la hembra para saber en qué parte del árbol se aparea y aprendimos a sintetizar su feromona en laboratorio. Ideamos una trampa con una pastilla que libera poco a poco esa sustancia sintetizada y la colocamos en los naranjos. De esa manera engañamos al macho y lo atraemos a la trampa. Esa pastilla la crearon nuestros colaboradores en la Universidad de Tsukuba, en Japón. La misma está envuelta en un envase plástico –una gran idea tecnológica– que controla la liberación de la sustancia durante 30 días. Si se retirara ese plástico, la liberación sería total en un sólo día. Hubo agricultores que arrancaron el plástico y nos venían a reclamar que el método no funcionaba. Tuvimos que organizar conferencias para convencerlos de no sacárselo. En 10 años, con el uso de ese método de control biológico, cuyo desarrollo costó 50 mil dólares, los agricultores paulistas se ahorraron 1.300 millones de dólares de aplicación innecesaria de pesticidas.

Brasil tiene un historial en el uso de productos químicos. Los agricultores manifiestan que tanto sus padres como sus abuelos usaban pesticidas

¿Estos casos de control con éxito económico promueven la investigación en el área?
Cierto día conversaba con el presidente de Koppert, una empresa presente en 27 países que cuenta con una sucursal en Piracicaba. Él me dijo que en Holanda, el 90% ó 95% de las llamadas casas de vegetación usa el control biológico. Se trata de campos grandes, de 10 ó 20 hectáreas, pero no pueden compararse con la realidad brasileña. Aquí, en el centro-oeste, tan sólo un productor puede ser el propietario de 100 mil hectáreas plantadas con soja. En mis conferencias siempre digo que indiscutiblemente Brasil es el líder en agricultura tropical. Pero en función de nuestras grandes extensiones, la agricultura tropical es aviesa para el control biológico. Tenemos que desarrollar un modelo para el control biológico tropical. No es factible liberar insectos manualmente en 100 mil hectáreas. Hay que usar un dron o un avión. No se pueden recorrer 100 mil hectáreas de soja para conocer el momento en que hay que liberar a los insectos. Se necesita aplicar la teledetección para hacer un seguimiento de ese tema. Todavía estamos dando los primeros pasos en ese sentido. Pero nuestros programas de control biológico figuran entre los mejores del mundo en términos de superficie manejada.

¿Cómo surgió su interés por la entomología?
Cursé el científico [una de las variantes de la antigua enseñanza media, con énfasis en ciencias exactas y naturales], tenía una inclinación muy patente hacia el área biológica e imaginaba que sería médico. Vivía en Campinas y era vecino del IAC [Instituto Agronómico]. Mi casa estaba justamente al lado del IAC. En el último año del científico, participé en una excursión a la Esalq y me enamoré de esa escuela. Hice el cursillo de ingreso y fui a estudiar agronomía ahí en 1964, siempre con la idea de quedarme en el IAC. Mientras cursaba en la facultad, iba al instituto los fines de semana y en las vacaciones, cuando estaba en Campinas. En el segundo año de agronomía, empecé a trabajar en entomología. Fui becario de iniciación a la investigación científica del CNPq [el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de Brasil]. Cuando me gradué, en 1968, incluso ya tenía algunos trabajitos publicados. Seis meses después de graduarme entré al IAC mediante un concurso.

¿En el IAC ya trabajaban con control biológico?
Al principio, me aboqué a un área un poco diferente, que es la resistencia natural de las plantas a los insectos, estudiando a la broca del algodonero [Eutinobothrus brasiliensis]. Allí hice la maestría, aunque frecuentaba la Esalq. Me propuse hallar el genotipo del algodonero resistente a la broca. Pero acabé abandonando el área de entomología y me concentré en la de climatología del IAC, para estudiar la influencia de los factores climáticos en el desarrollo de los insectos. Mientras trabajaba en el IAC, también hice el doctorado en la Esalq enfocándome en el minador de las hojas del cafeto, la polilla Leucoptera coffeella, que ataca a las hojas de ese cultivo. En 1974, me invitaron a trabajar en la Esalq. En ese entonces, no se concursaba para los cargos en la universidad. Acepté la invitación y comencé a trabajar en la biología de insectos. Al poco tiempo, entre 1977 y 1978, hice un posdoctorado en la Universidad de Illinois, en Estados Unidos. Cuando regresé a Brasil comencé a trabajar con el control biológico. En la Esalq, ya había cierto historial de control biológico en entomología. El profesor Domingos Galo, uno de los docentes, ya lo empleaba en el cultivo de la caña de azúcar. Durante el posdoctorado en Estados Unidos, estudié dietas artificiales para insectos. Fui un pionero en dicha área en Brasil, que constituye la base para el control biológico. Para crear al enemigo natural, debe saberse cómo criar la plaga. Me dediqué al desarrollo de esa área, que en Brasil era un tabú, dado que los componentes eran todos importados. Tuve que desarrollar una tecnología de cría adaptada a nuestras condiciones.

Hoy en día, ¿existen leyes que regulen el uso del control biológico en Brasil?
Como hay mucho desconocimiento, nuestras leyes se basan por completo en el uso de productos químicos. Incluso querían estamparle la calavera a los productos biológicos, tal como se hace con los químicos. El proceso de aprobación es lento, pero eso está mejorando. Actualmente existen 41 productos biológicos a la espera de su aprobación en los tres organismos públicos responsables de ese proceso, el Mapa [acrónimo en portugués del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento], la Anvisa [la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria] y el Ibama [el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y de Recursos Naturales Renovables]. También hay una entidad que agrupa a las empresas del sector, la Asociación Brasileña de Control Biológico, más conocida como ABCBio, de la cual formo parte como integrante del comité técnico. Brindamos asesoría sobre cómo realizar el control de calidad del sector. No se puede dejar que las empresas lo hagan, tiene que hacerlo un organismo ligado a una universidad o a algún centro de investigación. Actualmente tampoco se cuenta con un control de calidad independiente para los productos biológicos.

¿Usted tiene participación en alguna de esas empresas?
No. Acompañé y promoví la formación de Bug. En todo Brasil, dicen que soy el dueño de la empresa, pero eso es porque se formó con exalumnos y un técnico que trabajó en mi laboratorio. Hoy en día existen diversas empresas y yo sólo mantengo contactos científicos con todas ellas.

¿Qué opina de la agricultura orgánica?
Puede tener su espacio. Incluso hay actualmente grandes grupos económicos en ese sector. Pero creo que a quienes practican ese tipo de agricultura les faltan conocimientos. No hay muchas posibilidades para hacer algo exclusivamente orgánico. La gente tiene muchas dudas. Pero es un mercado interesante, con cierto potencial. Hace falta hacer más investigación en el área. Hay mucho romanticismo, poesía e ideología.

¿Los productores orgánicos usan control biológico?
Que yo sepa lo usan poco. Hablan mucho, pero raramente lo emplean.

¿Usted cree que la agricultura orgánica podría constituir una alternativa de producción a gran escala o sólo se presta para objetivos más pequeños?
Ese tema tiene que ver con los desafíos que presenta el desarrollo de un control biológico tropical. Como las áreas orgánicas no son tan grandes, incluso sería más fácil emplear el control biológico en esas propiedades. Pero en la agricultura orgánica hay asuntos problemáticos relacionados con el crecimiento de la planta, porque no usan fertilizantes y, por ende, el cultivo presenta menos vigor. Al no utilizar insumos, eso los lleva a lidiar con otros problemas y el control biológico acaba pasando desapercibido. Hay poca gente en el mundo dedicándose a investigar la agricultura orgánica.

¿Usted está a favor de los cultivos transgénicos?
Hoy por hoy, en la literatura científica no se consigna ningún perjuicio atribuible a los cultivos transgénicos. Creo que constituyen una medida de control como cualquier otra, pero presentan un período de eficacia limitado. En poco tiempo, surge una colección de insectos resistentes al transgénico y será necesario producir otro transgénico. Es lo mismo que ocurre con las antiguas variedades de cultivos que acaban siendo reemplazadas por variedades nuevas, más resistentes a las plagas. No estoy en contra de los transgénicos; que no es lo mismo que afirmar que sean la solución de todos los problemas. La caña transgénica no significará el final del control biológico en el sector, tal como algunos dicen. Siempre aparecen plagas resistentes. La soja transgénica controla a la oruga conocida como gusano cogollero [Helicoverpa armigera], pero no a la chinche y otras plagas. Para ellas, será necesario adoptar algún otro recaudo biológico.

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