Todo indica que un tipo de agente cancerígeno sumamente peligroso continua cobrando víctimas en el área rural. Una investigación realizada en la parte serrana del estado de Río de Janeiro mostró que entre 1979 y 1998 los agricultores de esa región murieron más de cáncer que el resto de la población. El biólogo Armando Meyer, de la Escuela Nacional de Salud Pública, ligada a la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), estudió un área en la que impera la policultura, un modo de generación de productos frutihortigranjeros cuyos cultivos exigen la aplicación de diferentes tipos de pesticidas.
Meyer comparó las muertes por cáncer en agricultores varones de entre 30 y 69 años con las de la población urbana de Río de Janeiro y Porto Alegre. El número de muertes observado, para determinados tipos de cáncer, fue proporcionalmente mayor entre agricultores que en los restantes grupos. Entre los 50 y los 69 años, los trabajadores rurales murieron más de tumores de esófago, estómago, laringe y pene; entre los 30 y los 49 años fueron más afectados por leucemia, cáncer de testículos, tejidos conjuntivos e hígado, además de esófago y estómago. Meyer tiene dos explicaciones para dichos resultados.
La primera indica carcinogénesis química, un proceso por el cual las moléculas de algunos pesticidas se conectan al código genético de las células, desencadenando un proceso de multiplicación descontrolado. La otra hipótesis es la interacción entre las sustancias químicas y el sistema endócrino, que puede causar disturbios en su comportamiento. No obstante, el mayor problema es el hecho que los agrotóxicos son utilizados de manera equivocada y sin la debida protección por parte de las personas que están en contacto directo con los cultivos. También se usan estos productos en dosis superiores a las recomendadas. “El simple uso de pesticidas constituye un grave problema de salud pública en el medio rural”, dice Meyer.
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