Nadie ignora que las madres y los bebés recién nacidos se reconocen por el olfato. Pero más allá de ello, se sabe muy poco sobre la relación olfativa entre familiares. La investigadora Tiffany Czilli y su equipo, de la Universidad del Estado de Detroit, Estados Unidos, decidieron hacer un estudio de campo sobre el tema y reclutaron a 25 familias con por lo menos dos hijos de entre 6 y 15 años (NewScientist, 24 de agosto). Los investigadores les dieron camisetas, cada una con el nombre de un miembro de la familia, y les pidieron que las usaran durante tres noches para dormir. Al amanecer del último día, deberían lavarlas con el jabón suministrado por el equipo y luego guardarlas selladas en bolsas plásticas.
Tiffany visitaba entonces a las familias presentándole a cada entrevistado una camiseta utilizada por un miembro de su familia y otra que había sido vestida por un extraño. A los padres, les preguntaba si reconocían el olor de los hijos. Y a los hijos, si reconocían el olor de sus padres y hermanos. Asimismo, se les pedía que dijeran cuál olor preferían. Tanto los padres como las madres identificaron los olores de los hijos, pero en general no lograron distinguir entre ellos. Los niños de entre 9 y 15 años reconocieron el olor de sus madres, pero aquéllos de entre 5 y 8 no.
Todos los niños identificaron el olor del padre. Lo más intrigante es que en el apartado “¿qué olor prefieres?”, los extraños les ganaron holgadamente a los parientes. A las madres no les agrada el olor de sus hijos y los hijos muestran horror ante el olor del padre. Y hay más: los chicos prefieren el olor de los hermanos – del mismo sexo – por sobre el de las hermanas, y viceversa. Tiffany se pregunta si no residiría allí la causa del repudio al incesto. Pero Dustin Penn, de la Universidad de Utah, Estados Unidos, advierte: “La atracción olfativa depende del contexto. No siempre queremos dormir con alguien porque nos gusta su olor”.
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