Léo Ramos ChavesEl lingüista Ataliba Castilho, quien se autodenomina caipira [pueblerino] por haber nacido en Araçatuba y crecido en São José do Rio Preto, se divierte con los cambios en la lengua. Uno de los más recientes es la transformación del pronombre “que” en una palabra variable, como en el caso de “ques pessoas?” [¿qués gentes?], detectada en las redes sociales por uno de sus alumnos de doctorado en la Universidad de Campinas (Unicamp). Para él, “al empeñarse en que la gente obedezca las reglas, los gramáticos no advirtieron que estaban queriendo hacer callar a los ciudadanos brasileños”. La crítica a los gramáticos no significa que Castilho sienta alguna aversión por las normas de la lengua culta, sino una mera valoración de los límites geográficos e históricos del idioma.
Como docente en la Universidade Estadual Paulista (Unesp), entre 1961 y 1975, en la Unicamp, de 1975 a 1991, y en la Universidad de São Paulo (USP), de 1993 a 2006, Castilho coordinó grandes proyectos de investigación tendientes a definir una identidad del portugués hablado en Brasil. Su trabajo más reciente, el Proyecto para la Historia del Portugués Brasileño (PHPB), convocó a 200 estudiosos de todo el país y los resultados que quedaron firmes ahora están siendo publicados. Para entender mejor el portugués brasileño, Castilho fue el mentor de un abordaje multisistémico de la lengua, un método de análisis según el cual, cualquier expresión lingüística activa simultáneamente cuatro sistemas (léxico, gramática, semántica y discurso) que deberían contemplarse de manera integral.
Castilho está casado con la también lingüista Célia Maria Moraes de Castilho, con quien tiene tres hijos y cuatro nietos. Y viaja a menudo: asistió a un congreso en Lisboa durante el mes de julio y tiene pensado ir a otro, en Coimbra, el mes que viene. Recibió al equipo de Pesquisa FAPESP en su casa en Campinas, cerca de la sede de la Unicamp, donde se jubiló en 1991 y sigue trabajando como docente colaborador voluntario.
Especialidad
Lingüística
Estudios
Graduado en letras clásicas (en 1959) y doctor (en 1966) por la Universidad de São Paulo
Institución
Unicamp
Producción científica
62 artículos, dirigió tesis doctorales y tesinas de maestría; es autor de la Nova gramática do português brasileiro (Editorial Contexto, 2010), entre otros libros
¿En qué estado se encuentra actualmente el Proyecto para la Historia del Portugués Brasileño, uno de sus trabajos más recientes?
Ese proyecto comenzó en la USP en 1987. Cuando comenzaron a surgir los resultados de los estudios sobre la lengua hablada, que habíamos iniciado en la década de 1970, les pregunté a mis colegas de dónde venía todo eso. Entonces empezamos a reconstruir la historia de la implantación y del desarrollo del portugués brasileño, valiéndonos del mismo método empleado en proyectos anteriores: formación de grupos de trabajo, cronograma, seminarios nacionales y publicación de resultados. Así salieron 10 tomos de estudios y ahora están saliendo los resultados ya consolidados, en otros 12 volúmenes. Quedan siete tomos que saldrán durante este año. El primero será el volumen 4, compilado por Célia Lopes, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, que aborda la historia de los sustantivos, los adjetivos y las preposiciones. ¿Todo provendría del portugués europeo o habremos inventado algo? Una alumna de doctorado bajo mi dirección en la Unicamp, Flávia Orci Fernandes, investigó en las redes sociales y detectó el uso del plural en el pronombre “que”, que ya no es invariable. Hoy se está utilizando el plural “ques” tanto en forma oral como escrita, como por ejemplo en: “ques pessoas?” [¿qués gentes?] [¿Cómo explicamos este dinamismo en la lengua? Debemos documentarlo y justificarlo. Las modificaciones en el idioma van creando nuevas reglas. La clase culta todavía no lo ha aceptado, pero es cuestión de tiempo, terminarán por incorporándolo. Se trata de una nueva etapa de la lengua que viene.
¿Qué otros cambios van notando?
Nuestros estudios están notando que el plural ya no se expresará mediante el morfema “s” al final del sustantivo, sino solamente mediante la “s” en el artículo, como en el caso de “os menino” [los chico], a causa de un mecanismo fonológico de apertura de la sílaba. Parece ser que las consonantes se están transformando más que las vocales. El verbo fazer [hacer], ¿no se está transformando en fazê [hacé]? Se están suprimiendo otras consonantes al final de las palabras, porque resulta redundante, podría ser más económico marcar sólo el primer elemento y obviarlo en el resto. El idioma francés aún conserva las consonantes finales en su forma escrita, aunque no en su oralidad, como en el caso de l’enfant, por les enfants, donde la “s” desparece en la lengua hablada. Creemos que tendremos otra lengua, diferente al portugués de Portugal. Ambos idiomas aún son el mismo, pero ya revelan vastas diferencias. Una proyección del ritmo de ese cambio, efectuada por medios estadísticos, apunta que en 200 años ya no nos entenderemos con los portugueses (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 230).
¿Qué otra cosa lo fascina del portugués brasileño?
La enorme variante de acentos y formas de ejecución del idioma. Eso es consecuencia de nuestra historia. Como los portugueses llegaron en varias oleadas, en cada región se fue desarrollando una modalidad de la misma lengua. Mi esposa, Célia, estudia quiénes eran esos portugueses y de dónde provenían. Empezaron a arribar en 1532 a São Vicente, y la lusitanización comenzó a partir del actual estado de São Paulo. Aún en el siglo XVI, los portugueses llegaron a Río de Janeiro, a Salvador y a Recife. En el siglo XVIII, los territorios actuales de Santa Catarina y Rio Grande do Sul recibieron a otros portugueses, provenientes de las islas de Madeira y Azores, no del continente, como en el siglo anterior. Para comprobar cómo era la lengua portuguesa durante los siglos XVI y XVII, mi mujer estudió a los autores de los testamentos que dejaron los portugueses. Ella notó que el 20% de los autores eran cristianos nuevos, judíos sefaradíes, que habían arribado a Portugal luego de ser expulsados de España. Por esa época había pocos que supieran escribir. Ella separó los escritos de los judíos, que vivían aislados. Las mujeres no salían de su casa y su portugués era muy conservador. En tanto, los varones mantenían un aspecto más conservador, utilizado a nivel familiar, y otro menos estricto, que empleaban en sus negocios. Al comparar la redacción de los cristianos nuevos con la de los portugueses, Célia separó lo que era el idioma moderno de la época –el de los portugueses– del conservador, una variación lingüística. Ella también estudió ciertos aspectos de la gramática para conocer la base histórica del portugués interiorano, que es la conservación del portugués del siglo XV. Nuestra “r” caipira o interiorana constituye un vestigio del portugués conservador, que se hablaba en ese entonces.
Las lenguas aborígenes tienen categorías que ni al diablo se le ocurrirían. Hay 160 en Brasil y sólo 60 de ellas están descritas
¿La “r” caipira tiene 500 años?
Nadie puede saberlo con certeza. Algunos dicen que los indígenas de Vale do Paraíba tenían esa “r”, pero esa explicación sólo serviría si se pudiera probar que esa tribu se dispersó por todo São Paulo y que fue con los bandeirantes [expedicionarios] hacia el interior. Otros fonólogos creen que la “r” caipira es un rasgo que no se desarrolló en la fonología portuguesa, sino que podría haber surgido naturalmente, como consecuencia del propio sistema fonológico, y no debido al contacto con los nativos. El sistema fonológico es el sistema de sonidos. Siempre hay tendencias para las combinaciones sonoras que explican esos cambios. Una de las tendencias del portugués brasileño es la forma de tratar a los sonidos sibilantes, es lo que nos diferencia a nosotros, los paulistas, de los habitantes de Río de Janeiro, de los del sur y de los del nordeste. ¿De dónde proviene la “s” estridente, tal como ocurre en la expresión “ach criançach”? [losh niñosh–]. La tendencia fue palatizar el sonido sibilante. Ahora la evolución ha dado otro paso, porque la vocal en contexto palatal se está diptongando, tal como ocurre, por ejemplo, en “aichs pessoaisch” [laish personaish].
¿Por qué las clases de portugués y de gramática eran tan aburridas y plagadas de reglas?
Porque aún no existía la lingüística, sólo la gramática escolar. El gramático tiene un concepto muy estricto de la lengua. Se ve como alguien que tiene que defender la lengua ante los cambios. Los lingüistas también aluden a reglas porque consideran que es su deber explicarlas, pero no se detienen sólo en ello, sino que las toman como una gran curiosidad. ¿Por qué? ¿Siempre fue así? ¿Ocurre lo mismo en todas partes? El gramático queda varado en la aplicación de las reglas y percibe lo novedoso como algo erróneo y lo antiguo como lo correcto. El problema reside en que ellos, al esforzarse para que la gente se circunscriba a las normas de la lengua, no advirtieron que les estaban tapando la boca a los ciudadanos brasileños. Es como si les dijeran: “¡Deben hablar y escribir de acuerdo con las reglas! ¡No hablen mal! Y la gente, por temor a equivocarse, habla y escribe poco. Eso es lo que logra la retórica del gramático tradicional. No salió bien. El ciudadano tendría que sentir ganas de expresarse, participar en los debates, desarrollar un espíritu democrático. El dueño de la lengua es el hablante, no el gramático. Del hablante aprendemos la lengua tal como él la usa y tratamos de entender por qué habla de un modo o de otro ¿La expresión proviene del latín? ¿Surgió aquí? Y también podemos utilizar las estructuras, no sólo clasificarlas y nombrarlas. ¿Para qué habría que saber solamente las subclases de las oraciones subordinadas? Cuando se dice que se está hablando mal eso no expresa una actitud científica, de descubrimiento. La lingüística sustituyó el cerrar bocas por el placer de la curiosidad científica. A través de la lingüística se amplió la percepción y pudo considerarse que cualquier tema es digno de estudio.
¿Cómo se produjo ese cambio?
La lingüística brasileña surgió en la década de 1970. Esto fue un enorme hito porque hasta entonces, tan sólo los gramáticos estudiaban la lengua. Por el lado de los lingüistas, estaban Joaquim Mattoso Câmara Júnior [1904-1970] en Río de Janeiro, Theodoro Henrique Maurer Júnior [1906-1979] en São Paulo, y Rosário Farâni Mansur Guérios [1907-1987] en Curitiba. Fue Mansur quien orientó a Aryon Dall’Igna Rodrigues [1925-2014] para que se convirtiera en un indigenista al decirle: “Con el portugués sólo vas a redescubrir aquello que ya se sabe, pero con las lenguas nativas no, porque no son indoeuropeas, y cuentan con soluciones y categorías totalmente distintas. Eso sí es novedoso”. Ella tenía razón, la estructura de la lengua indígena tiene categorías que no se le ocurrirían ni al mismo diablo, y Dall’Igna fue el pionero de la lingüística aborigen en Brasil. Un lingüista estadounidense, Daniel Everett, llegó a la Unicamp en los años 1970 y más tarde estudió la lengua de la comunidad pirahã, en el Amazonas. No estaba de acuerdo con el lingüista estadounidense Noam Chomsky, quien decía que lo que denominamos recursión era universal. La recursión es la posibilidad de aplicar una regla en forma recurrente para la construcción de frases. En portugués, siempre que se desea armar un plural, se le agrega una “s”. Sin embargo, Everett no detectó recursividad en la lengua de los pirahãs, que tampoco dispone de palabras para denominar números y colores. Chomsky tuvo que admitir esa excepción a la regla que él consideraba como algo general. Los lingüistas brasileños pueden aportarle mucho a la teoría general de las lenguas. En la actualidad, existen 160 lenguas indígenas en Brasil. Eran el doble, pero los nativos que las hablaban desaparecieron. De ellas, tan sólo se han descrito 60.
En la década de 1970 usted arrancó con el Proyecto de la Norma Urbana Lingüística Culta (Nurc). ¿Eso cómo fue?
El proyecto consistía en describir la lengua hablada culta. Fue una sorpresa, porque en el vocabulario de la gente culta había muchas partes que los gramáticos condenaban, un hecho que demostraba que nuestro catálogo de “errores” no estaba teniendo en cuenta el uso real de la lengua portuguesa en Brasil. Ese proyecto lo inició el profesor español Juan Miguel Lope-Blanch [1927-2002] del Colegio de México, en la ciudad homónima. Él hacía dialectología, es decir, describía la lengua de las regiones rurales hasta que se percató de que la gente estaba emigrando hacia las ciudades. Entonces resolvió hacer dialectología urbana. En los años 1960, Lope-Blanch propuso el estudio de la norma urbana culta hablada en las capitales, no sólo para el español, sino para toda América y Portugal. Ese planteo también surgió en Brasil a través del dialectólogo Nelson Rossi [1927-2014], de la Universidad Federal de Bahía, quien elaboró el primer compendio lingüístico de Brasil. En el marco de un encuentro en São Paulo, en 1969, Rossi dijo que Lope-Blanch quería estudiar la lengua de las capitales, pero que nuestra capital, Brasilia, no servía como ejemplo relevante del acto lingüístico, porque era muy nueva. Entonces elegimos cinco capitales de estado: Recife, Salvador, Río de Janeiro, São Paulo y Porto Alegre. Seguimos exactamente la misma metodología del proyecto original. El Nurc anduvo bien en cuanto a las grabaciones de las entrevistas y posteriormente en las transcripciones, pero falló en la descripción. Se elaboró un corpus gigantesco, con 1.500 horas de grabación. Cuando hubo que describir las estructuras –fonología, morfología, sintaxis–, no fue bien porque el cuestionario que se empleó en las entrevistas no tenía uniformidad teórica, era un mamotreto. Quise aplicar el cuestionario para estudiar aspecto y tiempo verbal y noté que eso no conduciría a ningún resultado, porque cada pregunta estaba ligada a una teoría diferente a la de la pregunta siguiente. Redacté un informe sobre lo impracticable que era la encuesta para la etapa más importante, la de la descripción, el conocimiento. En 1981, durante un congreso en la Universidad Cornell, en Estados Unidos, leí el texto. Pensé que Lope-Blanch me iba a defenestrar, porque él era muy enfático en sus intervenciones, pero me dejó pasmado. ¿Saben lo que dijo? “Usted tiene razón”. Cuando no teníamos cómo elegir, el tema se sometía a una votación, como si la ciencia fuese una democracia. No lo es, debe existir coherencia conceptual, algo que no puede decidirse mediante una votación. Cuando él dijo eso, me di cuenta que teníamos que abandonar el proyecto. Pero al mismo tiempo, no podíamos dejar de usar la asombrosa cantidad de datos que había producido el Nurc.
¿Y qué hicieron?
Regresé disconforme con el rumbo que había tomado el proyecto, pero después se me ocurrió la idea de convocar a los mejores lingüistas de Brasil, que aún no habían participado en el Nurc. Llamé a Mary Kato y Rodolfo Ilari, de la Unicamp, a Leda Bisol, de la PUC [Pontificia Universidad Católica] de Rio Grande do Sul, a Luiz Antônio Marcuschi [1946-2016], de la Universidad Federal de Pernambuco, y a varios otros. Les expliqué que el Nurc estaba empantanado porque la metodología utilizada no era consistente. Les pregunté si ellos aceptarían elaborar una gramática usando el material del Nurc. Entonces ellos me preguntaron cómo quería que fuera esa gramática. Les respondí: “Como yo quiero no; como nosotros queremos; se trata del trabajo de un grupo”. Entonces les propuse que cada uno por su lado redactara un texto intitulado “Mi concepción de la gramática”, así de sencillo, tal como suena. Los grupos con afinidad teórica se agruparon espontáneamente, los generativistas, los funcionalistas, los estructuralistas, cada uno por su lado. Como lo que cada grupo escribió era parte de un grupo de trabajo de investigación, nos dividimos de acuerdo con las ideas de cada uno de ellos y acordamos reunirnos una vez al año para debatir los resultados, apelando a la franqueza. A partir de esas discusiones, cada uno de nosotros pasaba a limpio lo que había quedado de su texto, porque el debate era muy serio. Luego rehacíamos los ensayos, que entonces se publicaban, logrando una colección de nueve volúmenes. Entonces se pasó a la etapa de la consolidación de los resultados en la gramática propiamente dicha. En 2006 salió el primero de los ocho tomos de la colección Gramática do português falado, a cargo de la editorial de la Unicamp, intitulado A construção do texto falado, coordinado por Clélia Jubran, de la Unesp, e Ingedore Koch, de la Unicamp. Ellas elaboraron una teoría para explicar las peculiaridades del texto oral. En tanto, en una segunda edición, publicada por la Editorial Contexto, salieron otros siete tomos, entre 2012 y 2016. Así, el portugués brasileño pasó a ser la única lengua neolatina en tener su variante culta ampliamente documentada y descrita.
¿Y cuáles son esas peculiaridades?
La lengua hablada es vacilante, entrecortada, redundante, no planificada, fragmentada, incompleta, poco elaborada, con escasa densidad informativa, compuesta por frases cortas y simples. Vamos hablando y creando simultáneamente. Otra singularidad son los marcadores discursivos, como por ejemplo: “tá?” [¿está bien?, ¿cierto?], o también “né?” [¿no es cierto?], repetidos al final de las frases. Por consiguiente, hay una regla de disposición; el idioma oral posee regularidades diferentes al portugués escrito. Otro punto indica que en primera instancia aprendemos la modalidad hablada y luego la lengua escrita. Podría parecer un mero detalle, una insignificancia, pero marca toda la diferencia. La lengua escrita aparece después en forma impositiva, porque aprendemos el idioma oral en la familia y el escrito en la escuela. Todo ello comporta una enorme diferencia entre ambas modalidades. La gramática tradicional sólo se ocupa de la lengua escrita. Si la descripción de un idioma se concentrara en la lengua escrita, estaríamos considerando la meta en lugar del punto de partida. Y así habrá un montón de ítems irreales acerca del funcionamiento de la lengua que tomaríamos como ciertos. A partir de los años 1980, me picó el bichito de la duda y me planteé qué teoría podría extraer de ello. Entonces ideé el abordaje multisistémico de la lengua, que tomé como base para la Nova gramática do português brasileiro y la reelaboré para realizar una presentación en el 11º Lusistanistentag, el día de los lusitanistas, que se llevó a cabo hace dos años en la ciudad de Aquisgrán [Aachen], en Alemania.
La lengua hablada es vacilante, redundante, fragmentada e incompleta, pero sigue ciertas regularidades
¿Cómo puede definirse al abordaje multisistémico?
Es algo muy sencillo. Toda la lingüística giró siempre en torno a tres ejes: fonética y fonología [estudio de los sonidos], morfología [estudio de las flexiones] y sintaxis [estudio de las relaciones entre las palabras]. Más allá de este sistema, constitutivo de la gramática, tenemos a la semántica, que se ocupa del sentido, el discurso, que es el modo en que la gente compone el texto, y el léxico, es decir, las palabras. Entonces estamos considerando a la lengua como un conjunto integrado por cuatro sistemas, el léxico, la gramática, la semántica y el discurso. Para describir un fenómeno en forma concreta, debo hacerlo a través de esos cuatro sistemas: léxico, semántica, gramática y discurso. ¿Eso puede hacerlo un sólo individuo? No. El estudio de la lengua debe hacerse en forma grupal. Ése es el corolario del Nurc, de la Gramática del Portugués Hablado y del Proyecto para la Historia del Portugués Brasileño, que también promueve la confluencia de gente con enfoques diferentes, incluyendo a sociolingüistas, generativistas, funcionalistas y cognitivistas.
¿Cómo logra esa confluencia de individuos con enfoques disímiles?
Porque respeto el pensamiento diferente. Y al hacerlo, uno puede convocar a la gente. Nadie quiere llevarse los palos de los otros. La ciencia no está para eso, sino para lograr la confluencia de la gente asomándose al conocimiento. Algunos tienen más facilidad y otros, más dificultad para lograrlo. Cuando las cosas se empantanan y las opiniones parecen irreconciliables, a veces debo recordarles: “¿Dónde queda nuestra obligación, nuestro deber?” Me valgo de mi discurso como protestante presbiteriano. Me criaron bajo ese culto en São José do Rio Preto.
¿Quién fue y cómo era su primera maestra o maestro de portugués?
Fue el profesor Amaury de Assis Ferreira [1920-1995], el padre del presentador televisivo Amauri Jr. Era un muy buen docente, leía y estudiaba mucho, nos mostraba los libros que compraba con gran enstusiasmo. Cada tanto, yo iba a su casa, mi padre era electricista e iba a cambiarle las resistencias de la cocina eléctrica. Entonces me llevaba con él y me mostraba la biblioteca y los libros que había comprado. Sentía un gran placer con lo que hacía. Y pensé: “Yo quiero ser un tipo así”. Más tarde también tuve otros docentes excelentes en São Paulo, como fue el caso de Theodoro Maurer, quien me dirigió en mi doctorado. Tímido y delgado, hijo de suizos, él redactó sólo uno de los trabajos más extensos del mundo sobre la gramática y la sintaxis del latín vulgar. Él también era un líder en otro ámbito, que descubrí por casualidad, merodeando por el barrio de Consolação, en la ciudad de São Paulo. Cuando pasaba frente a una casa, oí unos cánticos presbiterianos. Miré a través de la puerta y ahí estaban Maurer y un profesor de filología, Isaac Nicolau Salum [1913-1993]. Estaban estudiando el evangelio de San Mateo, ¡todos leyéndolo en griego! Yo estudiaba letras clásicas, latín y griego, y me quedé asombrado al ver a los profesores debatiendo en el griego original. Le pregunté “¿Por qué no invita a los alumnos?”. “No puedo”, dijo, “la universidad es laica”. Aparte de ser catedrático en lenguas románicas y pastor evangélico con conocimientos de latín, griego y hebreo, era el presidente del directorio de un partido político en São Paulo. Y de eso no decía nada en la universidad.
¿Usted ingresó en la USP por medio de una beca que le concedió la alcaldía de Rio Preto?
En efecto. Mi familia era muy humilde y yo debía costearme una pensión en la capital. Un compañero me avisó que la alcaldía de Rio Preto otorgaba becas para ingresantes en la USP o en la entonces denominada Universidad Nacional de Río de Janeiro. Inmediatamente después de ingresar, en 1956, presenté el documento de mi inscripción y me concedieron la beca enseguida. Eran 200 cruceiros, en un sólo pago, para todo el año. A partir del tercer año, la inflación creció y la beca sólo servía para cubrir medio año. Entonces empecé a dar clases en forma complementaria, para cubrir el resto. En 1959 y 1960, di clases de portugués en la escuela estadual Francisco Roswell Freire, en São Miguel Paulista, y en 1960 enseñé latín en el Colegio Estadual y Escuela Normal de Suzano, en el Gran São Paulo. Me encantó esa experiencia. São Miguel era un barrio industrial y la escuela, para los alumnos, era el medio para labrarse un oficio y no quedar sumidos en ese mundo. A los docentes los trataban muy bien. Lo primero que noté al llegar al colegio de São Miguel fue que no tenía biblioteca. ¿Cómo iba a dar clases de portugués sin una biblioteca? Pero tenían una cooperadora escolar, que recaudaba una cuota de aquellos padres que pudieran pagarla. Le consulté al director si se podía utilizar ese dinero para la compra de libros y me dijo que sí. Yo vivía en la calle Guaianazes, en frente de la editorial Nacional, y compraba los libros con descuento, los dejaba en la escuela y un alumno quedaba a cargo. Adquiría novelas históricas de Paulo Setúbal [1893-1937] y de Monteiro Lobato [1882-1948] y los libros de la colección del Club del Libro. A los alumnos les gustaban mucho. Fue en São Miguel donde conocí a mi mujer. Ella estudiaba ahí, pero no fui su profesor.
En la Unesp intentamos crear un programa de trabajo. Observábamos lo que se hacía en la USP para hacer algo diferente
¿Qué enseñaba en São Miguel?
Yo imitaba a mi profesor de Rio Preto. Trataba de amenizar las clases, ayudaba a los alumnos, valoraba lo que ellos hacían, exigía cuando era necesario. No daba tanta gramática. Hacía lo que requería el programa, pero haciendo hincapié en la lectura. Más tarde me invitaron para trabajar en la que luego sería la Unesp de Marília. Una ciudad pequeña, un grupo pequeño, con gente forjándose un destino. El profesor de latín, Enzo Del Carratore, había sido mi compañero de clase en la USP. Todos éramos jóvenes e intentamos crear un programa de trabajo. Veíamos lo que se estudiaba en la USP. ¿Lingüística histórica? Entonces haremos lingüística descriptiva. ¿Se concentraban en el lenguaje escrito? Entonces estudiaremos la lengua oral. Aquello definió nuestras vidas, porque inmediatamente decidimos qué hacer. Queríamos investigar temas diferentes. Grandes lingüistas, tales como Maurer, Mattoso Câmara Júnior, Nelson Rossi, vinieron a presentar sus textos, invitados por nosotros.
¿Cuál es su injerencia en el Museo de la Lengua Portuguesa?
En 2004, Jarbas Mantovanini, quien trabajaba en la Fundación Roberto Marinho, apareció en la USP, presentó el proyecto del museo y me dijo que quería pedirme dos cosas. La primera era solicitarme ideas para el museo. La segunda era que elaborara la línea del tiempo sobre la historia del portugués. Dall’Igna se ocuparía de las lenguas nativas y Yeda Pessoa de Castro, de la Universidad Federal de Bahía, se haría cargo de las lenguas africanas. Me dijo que podía convocar a quien quisiera. Entonces llamé a Mário Viaro y a Marilza de Oliveira, ambos de la USP, para que se ocuparan de otras partes. Jarbas me preguntó cómo quería representar la línea del tiempo, si lo haría con películas o con paneles fijos. Preferí hacerlo con los paneles, porque ya habría filmes en otro sector de la sala. Le entregué el proyecto, a él le gustó: “Está todo muy lindo, pero en lugar del último cuadro voy a poner un espejo. Todos recorrerán esa vasta historia de 2 mil años y cuando lleguen al final se verán a sí mismos”. ¿Saben que dio en el clavo? Muchos al ver su propia imagen luego de hacer el recorrido histórico, terminaban llorando. Una colega de Minas Gerais, Maria Antonieta Cohen, al principio iba a recorrer el museo y después para ver a la gente cuando llegaban al espejo. Ella me preguntó: “¿Por qué será que lloran?”. Me quedé meditando mucho al respecto. La gente lloraba, de hecho, porque caía en la cuenta de su identidad. ¿Qué es la lengua portuguesa? Soy yo, actualmente, quien representa todo ese recorrido. La lengua es mi identidad.