Un viaje de 25 días por el mar, plagado de accidentes, con cables partidos, piezas rotas y tornillos y tuercas perdidas, llevó a los ingenieros a temer por la estructura de la primera plataforma móvil brasileña de perforación para la extracción de petróleo en el subsuelo marino, construida en Brasil hace 40 años. Llamada Petrobras-I (P-1), fue transportada por tres remolcadores de la Marina de Río de Janeiro a Maceió (capital del estado de Alagoas), donde pasó por reparaciones y ajustes y realizó infructuosamente varios intentos de posicionarse en el inestable terreno local. Como consecuencia de ello, fue autorizada a seguir rumbo a la costa al sur de Aracajú (estado de Sergipe). En las aguas poco profundas de la costa sergipana, a 80 metros de profundidad, la P-1 realizó su primera perforación y confirmó en 1969 la existencia del primer campo de petróleo de la plataforma continental brasileña: el de Guaricema, que produce hasta los días actuales y tiene una buena reserva de crudo liviano y gas.
Antes de ese período, Petrobras alquilaba plataformas a los franceses y estadounidense para operar en alta mar (off shore). Pero en 1966, el Consejo de Administración de la empresa decidió construir su propia plataforma de perforación. El objetivo era no solamente reducir gastos en moneda fuerte y economizar divisas, sino también capacitar y calificar personal, desarrollar la industria nacional, depender menos de técnicos extranjeros y adquirir conocimiento con miras a avanzar tanto en la exploración de aguas poco profundas (hasta 150 metros) como en las profundas (a partir de 700 metros) y ultraprofundas (más de dos mil metros).
Para llevar adelante ese plan se proyectó y se construyó una plataforma de pequeño porte, autoelevatoria, que permitiera su acoplamiento en plataformas fijas de producción a través de las cuales se perforarían los pozos en aguas playas. Entregada en julio de 1968, podía operar con seguridad en aguas de 60 metros de profundidad y perforar sedimentos en pozos de hasta 4 mil metros — en la actualidad, las plataformas operan arriba de láminas de agua de dos mil metros. La P-1 también poseía alojamiento para 40 personas divididas en turnos de 15 días en los trabajos de perforación. Costó alrededor de 30 millones de dólares y fue construida por las empresas Mecânica Pesada, de Taubaté (São Paulo), y Estaleiro Mauá, de Niterói (Río de Janeiro). “Parte de los equipos usados en la plataforma era importada, pero la tecnología de construcción fue totalmente nacional”, comenta el ingeniero José Marques Neto, en la época gerente general de la Región de Producción del Nordeste, que englobaba Alagoas, Sergipe, Río Grande del Norte y Ceará.
Cuando la P-1 llegó a Halagaos afrontó problemas. Entonces Marques le sugirió a Petrobras que la desplazase a Sergipe y procurase confirmar una prospección exploratoria que se revelara positiva, llevada a cabo por otra unidad, contratada en el exterior en 1968. La sugerencia fue aceptada y, en 1969, la P-1 efectuó las cinco perforaciones que llevaron al descubrimiento del campo de Guaricema. La plataforma salió de servicio como unidad de prospección después de 26 años y pasó a ser utilizada como unidad de apoyo de otras plataformas, es decir, como hotel flotante — actualmente está en la costa de Río Grande do Norte. En total, la P-1 perforó 242.367 metros en toda la plataforma continental y es una de las responsables del éxito de Brasil en la extracción de crudo y gas en el mar territorial del país.
Posteriormente, José Marques se convirtió en director de Petrobras y logró que otras tres plataformas se construyesen aquí. “Una de ellas se quedó en el país y las otras se vendieron para operar en la India”, dice. Después de ésas, los proyectos de construcción pararon. “Los precios y las condiciones dejaron de ser competitivos con los del exterior”. Sin embargo, el mes pasado hubo un nuevo giro. Fue bautizada la P-51, la primera plataforma semisumergible construida íntegramente en Brasil, programada para operar en la cuenca de Campos (Río de Janeiro).
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