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Azúcar para diabéticos

Un componente hallado en la pared celular de ciertas gramíneas facilita la absorción de glucosa

Ha caído por tierra un dogma. Ya no se puede seguir sosteniendo que los diabéticos deben permanecer lejos de cualquier tipo de azúcar. Lo que sí deben es mantenerse apartados de los azúcares que atraviesan rápidamente las paredes del intestino y se acumulan en la sangre, como es el caso de la glucosa, una molécula esencial para que cualquier organismo produzca la energía necesaria como para mantenerse. Investigadores del Instituto de Botánica de São Paulo y de la Universidad Federal de Lavras (UFLA) extrajeron de la paja rosada o zacate rosado ?una gramínea que crece al borde de las carreteras? un tipo específico de azúcar llamado betaglucano, que puede tener un efecto benéfico: puede disminuir la cantidad de glucosa del torrente sanguíneo, tal como lo demostraron los experimentos realizados con ratones. El exceso de glucosa en la sangre, una característica de la diabetes, puede ocasionar dificultades de cicatrización, ceguera o hasta problemas cardíacos que, si no se los trata a tiempo, llevan al infarto.

Estudios realizados en Canadá, Suiza, Francia, Suecia y Japón con grupos de voluntarios humanos consideran que ese azúcar constituye un nuevo recurso en el tratamiento de un problema que afecta a 150 millones de personas en todo el mundo; 10 millones solamente en Brasil. Un equipo de suizos había comprobado anteriormente que el betaglucano, incluso en bajas concentraciones, reduce hasta en un 50% el nivel de glucosa en la sangre, la llamada glucemia. Asimismo, bastarían 3 gramos diarios de este azúcar para hacer caer también al colesterol vinculado a lipoproteínas de baja densidad (LDL), una especie de grasa que induce a la formación de placas en las paredes de los vasos y dificulta la circulación de la sangre.

En Francia, un estudio reciente confirmó estas mejoras con 13 portadores de diabetes del tipo II, que es cuando el organismo no aprovecha totalmente la insulina que produce, mientras que en Canadá otro trabajo con 16 diabéticos también del tipo II (diez hombres y seis mujeres) puso en evidencia el valor de una dieta rica en cereales como forma de reducir la glucemia probablemente porque los cereales contienen betaglucano. Normalmente los diabéticos controlan el tenor de azúcar en la sangre por medio de dietas severas o de inyecciones diarias de insulina, la hormona que facilita la captura de glucosa por asociarse a un receptor específico de las células musculares.

El valor de nuestro descubrimiento radica en el hecho de haber estudiado una especie vegetal aún desconocida, dice Marcos Buckeridge, investigador del Instituto de Botánica y uno de los coordinadores de este estudio, que será publicado en el Brazilian Journal of Medical and Biological Research. Hemos detectado también la posibilidad de que la interacción del betaglucano con otro azúcar encontrado en las gramíneas, el arabinoxilano, pueda ser más potente que el betaglucano solo. Según el investigador, al comer cereales, estamos ingiriendo betaglucanos en interacción con arabinoxilanos, lo que podría potencializar la acción de retener la glucosa ya durante la dieta, eso si nuestros resultados se confirman. El betaglucano participa en la composición de las fibras de los forrajes, la caña, el arroz, el trigo y el maíz, o en los cereales, como por ejemplo de la avena, la cebada y el centeno, en tenores que varían del 1% al 7%. En tanto, el arabinoxilano es un tipo de azúcar más abundante, que oscila del 20% al 30%.

Los investigadores brasileños entraron en la pista del betaglucano hace tres años, cuando Rita de Cássia Leone Figueiredo Ribeiro, del Instituto de Botánica, le pidió ayuda a Marcos Buckeridge, del mismo laboratorio, para entender los resultados del doctorado de Ana Cardoso de Paula, a quien ella dirigía. Ana Cardoso había constatado el efecto antidiabético del té de hojas de paja rosada (Rynchelytrum repens), una gramínea de origen africano que también se conoce con el nombre de zacate rosado o pasto natal. Con su altura de hasta 30 centímetros, tiene flores color púrpura y hojas cortas y rojizas cuando están bajo sol continuo, o verdes como las de la caña de azúcar, pero más anchas y largas si crecen a la sombra.

Glucosas repetidas – Como el efecto de reducción de glucosa se debía al uso del precipitado del té el material insoluble que se deposita en el fondo de la taza, Rita y Ana Cardoso sospecharon que podrían estar frente al betaglucano, un azúcar insoluble con el cual Buckeridge trabajaba desde hacía al menos cinco años (lea en Pesquisa FAPESP 69). En 2001, en una edición especial de la revista Genetics and Molecular Biology dedicada a los resultados del proyecto Genoma Caña, el investigador se había referido a los genes de la caña de azúcar responsables de la producción de ese azúcar.

El betaglucano forma la estructura de revestimiento externo de las células vegetales la pared celular, participa en el crecimiento celular y constituiría una reserva de energía para la germinación de las semillas, de acuerdo con un artículo publicado el año pasado en la revista Cereal Chemistry, firmado por Buckeridge y Nicholas Carpita, de la Universidad Purdue, Estados Unidos, con quien trabaja desde 1998. Químicamente, el betaglucano es una molécula larga un polímero formado por unidades que repiten alrededor de 1.400 veces, en este caso, la glucosa o glucopiranosa, una estructura cerrada o anillo, dirían los expertos, con seis carbonos. Cuando se lo aísla, es un azúcar soluble en agua caliente y forma una solución transparente; en interacción con otras moléculas, el betaglucano forma partículas en suspensión.

En la sangre – Sospechábamos que fuera un polímero el que estuviera formando las partículas en suspensión, comenta Buckeridge. Con seis meses de trabajo más lograron purificar las fracciones de betaglucano, cuyo efecto se hizo evidente en un experimento realizado con cuatro grupos de ratones mantenidos en el laboratorio de Raimundo Souza, de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Lavras, Minas Gerais. El primer grupo era formado por animales normales (sin diabetes), en los cuales los investigadores inyectaron suero fisiológico una solución con un 0,9% de cloruro de sodio, la sal de mesa empleado como placebo. En el otro grupo, constituido por ratones con diabetes inducida con un compuesto químico llamado estreptozotocina, también aplicaron inyecciones de agua con sal. Los otros dos conjuntos de animales, ambos con diabetes inducida, recibieron una inyección de betaglucano de dos fuentes distintas, uno extraído de la paja rosada y otro puro, elaborado industrialmente y extraído de la cebada.

Los ratones diabéticos del tercer grupo fueron los que más se beneficiaron: el efecto del azúcar extraído de la paja rosada se prolongó durante 24 horas, alrededor de seis veces más tiempo que el de la forma pura. ¿Cómo explicarlo? ?Mi hipótesis indica que el betaglucano demoró más para desaparecer en el torrente sanguíneo porque debe haber permanecido unido, aunque más no sea que parcialmente, al arabinoxilano, otro polímero de azúcar de la pared celular?, comenta Buckeridge.

Si esta idea se confirma y es correcta, podríamos hacer artificialmente estas conexiones con los arabinoxilanos, que pueden extraerse en grandes cantidades de plantas tales como el maíz y la caña de azúcar, y prolongar el efecto de los betaglucanos. Para él, estos resultados sugieren también que los betaglucanos o algunos de sus fragmentos, llamados oligosacáridos, atraviesan las paredes del intestino y son absorbidos durante la digestión de gramíneas y cereales, controlando de esta forma la cantidad de glucosa que llega al organismo luego de una comilona de pan, torta o chocolate. Otra idea, igualmente sujeta a confirmación, es que ese azúcar consiga actuar de manera indirecta, activando la producción de insulina o incluso las moléculas de esa hormona que ya circulan en la sangre.

Tiene gusto suave – En el laboratorio de Buckeridge, el trabajo avanza con rapidez. Una de sus alumnas, Ana Maria Silva, encontró betaglucano en todas las partes de la caña de azúcar y en otros forrajes, como el zacate brilloso, un pasto también muy común en Brasil. Y sucedió algo inesperado. Hace cuatro años, la jardinera Helena Leite Cirilo, quien seguía paso a paso el doctorado de Ana Cardoso, resolvió probar el té de paja rosada y, ante los resultados, lo empezó a usar en control de su diabetes. Yo tomaba insulina, pero el nivel de glucosa no bajaba mucho, dice Helena, de 53 años, diabética desde los 40, actualmente con la tasa de glucosa estabilizada en 134 miligramos por decilitro (eran casi 400, muy por encima de los niveles considerados normales, entre 70 y 110 miligramos).

No recomiendo este uso y explico que aún no hay estudios suficientes que comprueben la seguridad del té, dice Buckeridge. Su curiosidad científica no lo ha motivado todavía experimentar este té de gusto suave, empleado en ocasiones en estudios con animales. Puede ser peligroso, advierte. Otro día, otra frecuentadora del laboratorio, que no tiene diabetes, resolvió arriesgar. Estuvo un tanto mareada dos días, imaginando que la presión arterial estuviera baja, pero probablemente con el tenor de azúcar en sangre por el piso.


El Proyecto
Conservación y utilización sostenible de la biodiversidad vegetal de la Sabana y el Bosque Atlántico: los carbohidratos de reserva y su papel en el establecimiento y la manutención de las plantas en su ambiente natural

Modalidad
Proyecto Temático

Coordinador
Marcos Silveira Buckeridge ? Instituto de Botánica

Inversión
R$ 309.845,00 y US$ 378.726,00

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