La población que sobrevive en las regiones castigadas por la aridez suele encarar su sufrimiento como una prueba divina. Pero una investigación realizada por un equipo de la Universidad de São Paulo (USP) y la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) muestra que es posible hacerles la vida más fácil mediante acciones relativamente sencillas. Los investigadores, coordinados por el geólogo Uriel Duarte, de la USP, estudiaron a fondo la hidrogeología de la región central del Valle do Jequitinhonha, en Minas Gerais, y constataron que efectivamente la naturaleza no fue pródiga en el lugar. Falta lluvia, el suelo no es fértil y las aguas subterráneas – una alternativa al déficit de recursos hídricos superficiales – tienen un alto índice de salinidad.
Pero existen salidas: el estudio sugiere la adopción de cultivos más adaptados al clima, como la palma y cierto tipo de maíz pequeño, más resistentes a la salinidad de agua, como la cebada, el sorgo y el algodón. También se consideraron obligatorias en las pequeñas propiedades rurales las leguminosas algarroba y leucena, que ayudan a mejorar la fertilidad del suelo. Entretanto, los extensos monocultivos de eucalipto ubicados en el valle recibieron una enfática condenación, sobre todo por exigir una alta demanda de agua, lo que disminuye la humedad del suelo. El estudio comprobó algo que la población ya había percibido empíricamente: tras la implementación de los monocultivos, se registró una ostensible reducción del período de flujo de los ríos temporales y una disminución del volumen de agua de los ríos perennes.
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