En noviembre de 2003, una correspondencia inesperada llegó a la sala C-42 del Instituto de Biofísica Carlos Chagas Filho, emplazado en el campus de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) de Ilha do Fundão. La bióloga Lucia Mendonça Previato abrió el sobre proveniente de París y no podía creer en lo que leía. “Leí y releí para intentar ver en las entrelíneas si faltaba aún alguna etapa”, dice la investigadora. Sucede que el contenido de la misiva justificaba la desconfianza inicial. El texto de apenas media página anunciaba que la coordinadora del Laboratorio de Glucobiología de la UFRJ había sido galardonada por Latinoamérica este año con el Premio L?Oréal-Unesco para las Mujeres y la Ciencia (L’Oréal-Unesco Awards for Women in Science 2004).
Dicho premio, concedido anualmente por la industria de cosméticos francesa L’Oréal y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), constituye un reconocimiento a la contribución de cinco destacadas investigadoras para la mejora de las condiciones de vida de la gente y un estímulo para que las mujeres prosigan sus carreras científicas. En la presente edición del premio, la sexta desde su creación, en 1998, fueron contempladas también la bióloga molecular Jennifer Thomson, de la Universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica; la neurobióloga Nancy Ip, de la Universidad de Ciencias y Tecnologías de Hong Kong, China; la genetista Christine Petit, del Instituto Pasteur, Francia y la bióloga molecular Philippa Marrack, del Instituto Médico Howard Hughes, Estados Unidos.
Lucia es la segunda brasileña entre las 29 investigadoras laureadas hasta ahora con el premio, una señal indicativa de la importancia de la investigación nacional. En 2001, la genetista Mayana Zatz, de la Universidad de São Paulo, recibió el premio por su trabajo relacionado con la distrofia neuromuscular que derivó en la detección de al menos tres genes asociados con el surgimiento de esta enfermedad hereditaria, que provoca una degeneración de los músculos y pérdida progresiva de la capacidad de movimiento.
En casi 25 años de investigación, Lucia y sus colaboradores de la UFRJ descubrieron y revelaron en detalle uno de los artificios que le permite al causante del mal de Chagas, el protozoo Trypanosoma cruzi , un parásito que contamina a alrededor de 18 millones de personas en América Latina escapar a la acción del sistema inmunológico. Luego de invadir el torrente sanguíneo, transmitido por los excrementos de la vinchuca, el Trypanosoma se recubre con un disfraz. En lo que parece constituir un hurto molecular, el protozoario roba una molécula señaladora ?un azúcar llamado ácido siálico que aparece en la parte externa de las células humanas y la expone en su propia superficie para que ésta haga las veces de una especie de camuflaje, que le permite pasar desapercibido ante las células de defensa humanas.
La noticia del premio, por valor de 100 mil dólares le aportó, al equipo de Río un motivo más de celebración. Recientemente, los investigadores del Laboratorio de Glucobiología constataron que un solo gen, existente en una copia también única en el genoma del Trypanosoma , controla el comienzo de la formación de la molécula que recibirá el ácido siálico, tal como revelan en un estudio que será publicado en los próximos meses.
Según Lucia, éste es el blanco perfecto para nuevas drogas contra el parásito, toda vez que esta reacción química, la unión de la alfa-N-acetil-glucosamina con el aminoácido treonina, es exclusiva del Trypanosoma . En teoría, un medicamento que impida tal unión, nunca observada hasta ahora en células de mamíferos, afectaría únicamente al protozoo, dejando intactas a las células humanas. Así surgirían menos los efectos indeseables frecuentes en el tratamiento actual.
“Estos resultados abren la perspectiva de producir nuevos remedios, menos tóxicos y capaces de combatir al protozoo también en la fase crónica de la enfermedad”, comenta la bióloga. Lucia pretende ahora hacer efectiva una colaboración entre químicos y farmacólogos especializados en la elaboración de moléculas artificiales para, al cabo de algunos años, quien sabe, llegar a un compuesto específico capaz de bloquear únicamente esa reacción química típica del parásito e impedir su camuflaje. Los medicamentos actualmente utilizados en el combate contra la enfermedad de Chagas, elaborados a base de nitroimidazoles o nitrofuranos, actúan tan solo durante la fase inicial o aguda de la infección, cuando el protozoo se encuentra todavía libre en el torrente sanguíneo y la persona presenta fiebre alta, hinchazón en el lugar de la picadura y sensación de cansancio.
En caso de que no se combata al Trypanosoma luego de la contaminación, la situación puede complicarse. Sin tratamiento, entre una tercera y una cuarta parte de las personas infectadas desarrolla la forma crónica de la enfermedad. En ésta el protozoo penetra en las células de distintos órganos, como el corazón, el intestino y el esófago, provocando daños progresivos y eventualmente un mal funcionamiento de dichos órganos. Esta forma del mal es más común en la población rural, que tarda más tiempo en buscar un tratamiento y deja pocas alternativas: en general lo que se hace es extirpar el órgano afectado o someter al enfermo a un transplante, puesto que los medicamentos no afectan al parásito en el interior de las células.
Una elección política
Horas de trabajo ininterrumpido y, por supuesto, alguna dosis de suerte llevaron a Lucia y a su marido, José Osvaldo Previato, también del Laboratorio de Glucobiología de la UFRJ, a descubrir la estrategia del robo molecular del protozoo a comienzos de la década de 1980, como resultado de un trabajo iniciado en parte debido a una cuestión política. Tan pronto como la pareja regresó a Brasil, luego de hacer un posdoctorado en el exterior, Lucia debió hacerse cargo de la conducción del laboratorio hasta entonces bajo la jefatura del médico Luiz Rodolpho Travassos, que se trasladaba a la Universidad Federal de São Paulo.
Dos programas de financiamiento a investigaciones sobre enfermedades endémicas le darían la oportunidad de reunir los fondos necesarios para mantener el laboratorio en funcionamiento y aplicar el conocimiento adquirido en el exterior al estudio del parásito de la enfermedad de Chagas, que afecta a casi 8 millones de brasileños.Tres años después del contacto inicial con el Trypanosoma , Lucia y José Osvaldo detectaban la estrategia del parásito, descrita en 1985 en un artículo publicado en Molecular and Biochemical Parasitology .
Incapaz de producir el propio ácido siálico, el protozoario utiliza una proteína especial, la enzima transialidasa, para robárselo a las células humanas. “Fue un descubrimiento que reorientó la investigación sobre el Trypanosoma cruzi en Brasil y en el exterior”, comenta la investigadora del estado de Alagoas, que en 1955, a los 5 años de edad, salió de Maceió para ir a vivir a Río de Janeiro.
El equipo de Lucia dedicaría casi una década a estudiar en detalle la estructura del azúcar y de la proteína del T. cruzi a la cual el ácido siálico se une, hasta que identificó en 1994 la conexión especial entre la proteína y el azúcar (la unión de alfa-N-acetil-glucosamina con el aminoácido treonina), exclusiva del Trypanosoma cruzi y posible blanco de nuevos medicamentos.
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