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Fernando Galembeck

Ciencia e innovación

Fernando Galembeck, docente del Instituto de Química de la Unicamp, es director del Laboratorio Nacional de Nanotecnología, del Centro Nacional de Investigación en Energía y Materiales (CNPEM)

Tales de Mileto, geómetra y astrónomo considerado por algunos como el primer científico, también fue un hábil transformador del conocimiento en riqueza. Cierto año, previendo que habría una gran cosecha de aceitunas, adquirió muchas prensas de aceite, revendiéndolas cuando eso efectivamente sucedió. Así obtuvo cuantiosos ingresos y satisfizo las necesidades de los productores de aceite. Si no hubiese acopiado las prensas que mandó construir, no se habría tenido cómo prensar toda la producción. Por consiguiente, el primer científico supo utilizar el conocimiento para generar riquezas, para sí mismo y para otros.

En la coyuntura actual se nos presenta un desafío global, originado por una población creciente y la expectativa de aumento del consumo, en un contexto de recursos naturales finitos. Ambicionamos un desarrollo sostenible o durable, lo cual requiere nuevo conocimiento. Y también necesitamos modificar actitudes.

El nuevo conocimiento científico genera posibilidades de innovación, pero también plantea interrogantes: ¿cuál ciencia? ¿Qué innovación? Los recursos siempre son limitados, especialmente en los países con ingresos per cápita e índice de desarrollo humano bajos. En Brasil, que cuenta con escasa infraestructura, la situación se torna particularmente seria y los interrogantes se multiplican: ¿en qué se debe invertir? ¿Cuánto se puede gastar? ¿Quién lo va a gastar? ¿Cómo? ¿Las inversiones realizadas proporcionarán sostenibilidad al sistema? ¿Al país? ¿Al mundo? Estas cuestiones siempre deben estar presentes en la mente de los científicos, los investigadores y los administradores.

Actualmente, hay varios grupos en el mundo dedicados a estos problemas. El denominado Grupo Carnegie está formado por ministros de C&T de países del G8 y trata, entre otros temas, de las Research Facilities of Global Interest. Éstas son hoy, principalmente, los grandes aceleradores de partículas y los observatorios astronómicos. Recientemente el Grupo Carnegie comenzó a analizar las necesidades de la ciencia para la sostenibilidad y la transición rumbo a una economía “verde”. Una de las conclusiones actuales es que no existen las infraestructuras que tendrían que estar disponibles, independientemente de los méritos intrínsecos de las que ya existen. O sea, no se cuenta con las facilities aptas para apuntalar el trabajo científico que se necesitan para afrontar los problemas globales. Esta situación nos devuelve a la pregunta: ¿cuál ciencia?

La ciencia verdadera debe ser original y competitiva, en el estado del arte. Por eso noto un problema muy difundido: los estudiantes y docentes leen frecuentemente muchos artículos científicos, pero raramente buscan patentes, ignorando de tal modo una buena parte del conocimiento de punta. Por eso es asidua la presentación de propuestas de investigación en las agencias de fomento, que tienen como objetivo resultados que ya fueron descritos en patentes concedidas por el USPTO u otras oficinas de patentes.

Para que la ciencia en curso origine impactos realmente radicales, debe ser significativa dentro de un contexto amplio. También es necesario rever algunas ideas sobre organización y estructuración de la ciencia. Un artículo que publicado en la edición de julio/ agosto de la revista American Scientist, intitulado What creates static electricity?, desafía la creencia de que la electrostática fue resuelta por la física del siglo XIX, o que sigue siendo tan sólo un problema de la física. Según el autor, actualmente están surgiendo en la química y otras áreas, respuestas  a problemáticas persistentes de la electrostática. En nuestro medio se ignoran éste y muchos otros casos importantes, todavía impregnados de ideas y jerarquías científicas provenientes del positivismo. Aunque se encuentren superadas, éstas continúan siendo enseñadas a nuestros alumnos y encabezan la elaboración de currículos y presupuestos.

¿Qué innovación interesa? La innovación depende del desarrollo, que cuesta mucho dinero, por eso sólo tiene sentido fomentar el trabajo de I&D con objetivos bien definidos y perspectivas concretas de utilización. La innovación debe satisfacer las necesidades emergentes, y resulta esencial conocer en qué sectores de la agricultura, de la industria y de los servicios se encuentran esas necesidades. La innovación tiene impacto económico, estratégico o social y, nuevamente, necesitamos saber: ¿en qué escenarios? ¿En qué contexto? ¿Para quién? En principio, la ciencia beneficia a todos, pero la innovación frecuentemente beneficia a algunos y no a otros, pudiendo incluso perjudicar a muchos.

Hace 10 años, en medio de la euforia por la nanotecnología, algunos la describían como la solución a todos los problemas de la humanidad. Lo mismo ocurrió con la energía nuclear, presentada a mediados del siglo XX como una solución para todos los problemas, y ya sabemos lo que ocurrió. Cualquier nueva tecnología genera riesgos ambientales, sociales y económicos, y eso vale para la nanotecnología. Por lo tanto, las decisiones sobre incentivos a la innovación y a la ciencia que ésta demanda deben estar precedidas por un análisis del equilibrio entre riesgos y beneficios.

Ocupado con sus experimentos, Pasteur no lograba atender su vida social

Ciencia e innovación exigen la pasión manifiesta en un cuadro que muestra a Pasteur concluyendo un experimento mientras madame Pasteur se prepara para salir. Pero su marido estaba muy ocupado y no lograba ocuparse de la vida social sin antes haber resuelto su experimento. Pasteur constituye un gran ejemplo de capacidad de hacer, al  mismo tiempo, creación científica e innovación, salvando vidas. Según él, “no existe una categoría de ciencia que pueda llamarse ciencia aplicada. Lo que existe son ciencias y aplicaciones de la ciencia, interconectadas como un árbol con su fruto”. Para comprender la frase, recordemos que Pasteur era un devoto católico, familiarizado con el Evangelio de San Lucas, donde leemos que el árbol que produce mal fruto no es bueno y el que produce buenos frutos no es malo. De ahí se deducen dos ideas: en primer lugar, tanto el árbol como los frutos pueden ser buenos o malos. Además, no solamente el árbol da fruto, sino que el fruto también genera al árbol, lo cual quiere decir, que los procesos que relacionan ciencia e innovación no son lineales, ni unidireccionales.

Por eso mismo, el Instituto Pasteur, un antiguo y siempre moderno templo mundial de la ciencia, posee 382 pedidos de patentes depositadas en el USPTO, desde 2001. Siempre hace ciencia e innovación de calidad y ambas se fertilizarán mutuamente, creando una sostenibilidad que no se observa en otras organizaciones de investigación importantes.

Si pretendemos lograr innovación, debemos educar en ese sentido. Recuerdo con gratitud a la gente que contribuyó en mi educación, como por ejemplo Ney Galvão da Silva, presidente de Industria Química Santo Amaro S. A. productora de tetraciclina, del grupo Laborterápica Bristol de los años 1950-1960, en São Paulo. Él fue el supervisor de mi primera pasantía, en la que realicé un estudio de información sobre las penicilinas semisintéticas y oxalicinas. En nuestra primera charla, luego de una semana de pasantía, quiso ver lo que había hecho y, al ver los datos que yo había recabado, me preguntó si me limitaba solamente a leer artículos. Ante mi respuesta afirmativa, me indagó sobre las patentes. “Mucha información al respecto se encuentra en las patentes”, añadió, y entonces me dediqué al estudio de las patentes. Eso lo aprendí con él.

Pawel Krumholz, mi director de tesis, es otro a quien debo agradecimiento. Como directivo de Orquima S.A., produjo cafeína mediante metilación de teobromina. En Brasil, lo natural sería producirla extrayéndola del café. Pero alguien que está en el tema y conoce un poco de química –y él sabía mucho– nota que es mejor extraer teobromina del cacao y transformarla en cafeína. Él obtuvo una patente sobre separación de tierras raras en el USPTO, en 1963 y otras en Europa, que demostraron el nivel de competencia que ya teníamos en ese campo. Ahora, el gobierno brasileño está interesado en ello, pero notamos cuánto tiempo se ha perdido, por falta de políticas. Necesitamos tener políticas.

Termino recordando a Carmine Taralli, director de I&D de Pirelli en los años 1990. Él se dedicó a “cómo hacer para que las empresas, ante un riesgo de innovación reducido, se atrevan a buscar innovación”. Calificó a esa tarea como maravillosa, recordando que dedicara toda su vida “a la innovación y el desarrollo de nuevos productos”. Tuve el placer de trabajar junto a él en el desarrollo de los aislantes de los cables eléctricos que hoy se encuentran instalados en el Eurotúnel y que se crearon y produjeron en Brasil.

Regreso al desafío global: garantizar alimento, materias primas y energía para 9 mil millones de personas, en pocas décadas. En Estados Unidos, este desafío se traduce en el programa 30/ 30 del DOE y Usda: un 30% de sustitución del petróleo en 2030. Esto requerirá aproximadamente mil millones de toneladas de biomasa anuales. En Brasil, ¿cuál es la situación? Aquí, la producción de residuos de biomasa alcanzó en 2010 alrededor de mil millones de toneladas, lo que constituye el resultado de 30 años de innovación y que nos sitúa, quizá por primera vez en la historia, 18 años por delante de Estados Unidos. Otro destacado integrante de ese cuadro es el eucalipto, actualmente valorado por la excelencia del papel y para la producción de energía. Su desarrollo para esa finalidad se realizó en Brasil y ahora se lo está transfiriendo hacia otros países.

Contamos con un camino, que también puede ser adecuado para otros países en la misma condición de Brasil. Podemos enfrentar el problema global utilizando la biomasa, pero, para ello, debemos contar con estrategias, poseer aptitudes. Así es como obtendremos resultados: nueva ciencia, nuevos productos, nuevos procesos y mayor cantidad de bienes para cada vez más individuos, en un contexto sostenible.

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