Imprimir Republish

Educaci

Como el apoyo necesario para crecer

Un balance al cabo de 40 años muestra el rol estratégico del posgrado en Brasil

Los percances de la educación brasileña muestran su contrapunto en el sistema de posgrado, cuyo desempeño durante las últimas cuatro décadas encuentra parangón en pocos países del mundo. Hoy en día Brasil cuenta con casi tres mil carreras de posgrado reconocidas. En las mismas se recibieron 27 mil másteres y 8 mil doctores en 2004. Y ellas componen una estructura de investigación científica que hace que Brasil responder por el 45% de toda la producción científica de Latinoamérica. Entre los años 1963 y 2004, el gobierno federal invirtió 11.100 millones de reales en valores actualizados en la concesión de becas de maestría y doctorado. Alrededor del 60% dichas becas provino de la subvención de la Capes (Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior) y el otro 40% del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq). En igual período, el estado de São Paulo, por medio de la FAPESP, invirtió 724 millones de dólares (alrededor de 1.600 millones de reales) en becas en Brasil y en el exterior. La cantidad de carreras está creciendo a razón del 8,6% anual. Hasta comienzos de los años 1960 los programas de posgrado se resumían a algunas decenas de iniciativas aisladas e inspiradas en modelos diferentes. Se destacaban los de la Universidad de São Paulo (USP), que seguían un modelo europeizado, y los de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), con acento estadounidense.

Pero fue hace precisos 40 años que un dictamen del Consejo Federal de Educación organizó el sistema en los moldes vigentes hasta la actualidad. Adoptó una matriz flexible, similar a la existente en Estados Unidos, que divide el posgrado en dos categorías stricto sensu, orientada a la carrera académica, y lato sensu, para los que trabajan en empresas y otras actividades y estipula las categorías de maestría y doctorado, sin que la primera sea obligatoriamente un requisito para acceder a la segunda. Ese encuadre legal quedó conocido como Dictamen Sucupira, en alusión a su relator, Newton Sucupira, profesor emérito de la UFRJ. En la actualidad, a los 85 años de edad, Sucupira fue de la partida en un debate realizado el día 2 de diciembre en la Fundación Getúlio Vargas (FGV) de Río de Janeiro, que reunió a autoridades y expertos para discutir los 40 años del posgrado en Brasil. “El Dictamen Sucupira le asignó un horizonte de crecimiento ordenado al posgrado en Brasil”, explica Fátima Bayma de Oliveira, docente de la FGV y organizadora del debate.

Y si bien el Dictamen Sucupira creó el pavimento legal, el crecimiento del posgrado dependió también de otros atores y circunstancias. Aprovechó por ejemplo la semilla plantada en la década de 1950 por las fundaciones estadounidenses Ford y Rockefeller, que inauguraron de manera regular la distribución de becas de posgrado en Brasil y en el exterior, de acuerdo con un criterio meritocrático. En los años 1970 hubo una pesada inversión del gobierno en la Capes, la agencia federal de subvención y evaluación del posgrado, vinculada al Ministerio de Educación (MEC). “Lo que Brasil hizo en 40 años ningún otro país lo hizo tan rápido. El sistema estadounidense se erigió a lo largo de 300 años”, dice Cláudio de Moura Castro, presidente de la Capes entre 1979 y 1982.

El despegue del sistema, dice Moura Castro, contó con el aliciente del interés del gobierno militar en desarrollar tecnología y la disponibilidad de una generación de investigadores que sentía dificultades para construir su carrera académica en las universidades encerradas en las antiguas cátedras. “Los militares anhelaban el desarrollo tecnológico, y sabían que solamente se alcanza la tecnología con la inversión en ciencia. Apostaron a erigir un sistema meritocrático donde los mejores investigadores brasileños tuvieran la posibilidad de estudiar en los mejores centros internacionales”, afirma. “Lo curioso es que el Ministerio de Educación tuvo una participación secundaria en este proceso. Los recursos provenían directamente del Ministerio de Planeamiento y de la entonces recién creada Financiadora de Estudios y Proyectos, la Finep”, dice Moura Castro. Pero hay un nombre que es bastante recordado en este periplo: el de José Pelúcio Ferreira, asesor del ministro de Planeamiento, João Paulo dos Reis Velloso, quien en los años 1970 presidió durante ocho años la Finep. Ferreira transformó el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FNDCT) en una herramienta económica al servicio de la investigación científica. En la década de 1970, el FNDCT desembolsó alrededor de 1.200 millones de dólares, siendo que alrededor del 70% de dicho valor se destinó a la investigación científica en las universidades e institutos y a la construcción del parque de posgrado.

Con poder para crecer
La comunidad académica comprendió la importancia de la inversión pública y, aunque se opusiera al gobierno militar, se apropió de la iniciativa. El gran ejemplo fue la adhesión de los investigadores al sistema de evaluación de las carreras de posgrado creado en 1976. Por esta vía, la Capes cambió de perfil y se convirtió también en una agencia de evaluación. Al margen de analizar la propuesta de creación de nuevas carreras, empezó a ocuparse de examinar los ya existentes, asignándoles notas, imponiéndoles metas y cuantificando el desempeño de sus docentes. Los evaluadores son docentes reclutados en otras instituciones. “Si la comunidad académica no hubiera manifestado su adhesión a la idea, no lograríamos hacer la evaluación en esos moldes”, dice Renato Janine Ribeiro, profesor de filosofía de la USP y actual director de evaluación de la Capes. Se le atribuye a este sistema una de las claves del creciente perfeccionamiento del sistema de posgrado. Hasta mediados de los años 1990 las notas eran concedidas en una escala de cinco niveles, siendo los cursos nota A los mejores y los D y E pasibles de ser desacreditados. En los últimos años pasó a obedecer a una escala de siete niveles, siendo las notas 5, 6 y 7 el despliegue de la antigua nota A. Así se hizo posible vislumbrar los matices de las mejores carreras e incentivarlas a mejorar cada vez más. En una estrategia conocida como “podar para crecer”, los evaluadores de la Capes llegan a sugerir que el programa evaluado desligue a los docentes que tienen baja productividad.

El compromiso de la comunidad académica explica por qué el sistema se perfeccionó, pese de los tropiezos de la economía, la salida de los militares y el advenimiento de la democracia. En 1990, el por ese entonces presidente Fernando Collor anunció la extinción de la Capes, como parte de su proyecto de reforma administrativa que extinguió empleos públicos y autarquías. Una movilización instantánea de la comunidad académica ante el Congreso Nacional, encabezada entre otros por los docentes Ana Lúcia Gazzola, en la actualidad rectora de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), y Jorge Guimarães, el actual presidente de la Capes, resucitó la agencia.

El debate sobre los 40 años del posgrado promovido por la FGV discutió los desafíos del sistema y el posgrado de los próximos años. Hubo consenso en cuanto a que con la evaluación rigorosa solamente no será suficiente como para garantizar la elevación del desempeño al mismo ritmo de los últimos años. Será necesario invertir dinero fresco. El profesor Newton Sucupira criticó la falta de recursos en las universidades, cosa que les impide implantar carreras de maestría y doctorado en nuevas áreas. También fue criticada la excesiva concentración del sistema en el sur y el sudeste del país. Alrededor del 90% de los estudiantes de doctorado se encuentran en dichas regiones. Y entre las 163 universidades brasileñas, no más de una decena responde por casi la totalidad de la producción científica. Otra cuestión, esgrimida en el debate por Paulo Alcântara Gomes, rector de la Universidad Castelo Branco, es la tímida integración entre las universidades y las empresas. “El modelo de desarrollo económico del país privilegia la acción dentro de la universidad. Aún no existen mecanismos de absorción de estas personas por parte del sector productivo”, afirmó.

En la década de 1990 los programas iniciaron una aproximación con el sector productivo, mediante la creación de maestrías profesionales, orientadas al perfeccionamiento de aquellos alumnos que no siguen la carrera académica, sino que trabajan en empresas privadas y públicas. Actualmente existen 155 de estas carreras.

“Hasta el surgimiento de estas carreras, el perfeccionamiento de los profesionales insertos en empresas se hacía únicamente mediante cursos de posgrado lato sensu y MBA’s, que no son evaluados por la Capes ni tampoco tienen el rigor de las maestrías profesionales”, dice Fátima Bayma, de la FGV. Tales iniciativas, sin embargo, están todavía lejos de dar una respuesta consistente al reto de ubicar recursos humanos dentro de las empresas al servicio del perfeccionamiento de la innovación. Hoy en día tres de cada cuatro doctores brasileños trabajan en instituciones de enseñanza superior.

La meta actual consiste en expandir más aún el sistema. Pese al desempeño creciente, Brasil formó 4,6 doctores por cada 100 mil habitantes en 2003. El índice de Corea del Sur, uno de los países que más invierten en innovación, fue de 14 doctores por cada 100 mil habitantes, la misma cifra de Estados Unidos. Los planes de la Capes son ambiciosos: pretende formar 16 mil doctores y 45 mil másteres en 2010, casi el doble del contingente de egresados en 2003. “Algunos dicen que no hay mercado para tanta gente, pero yo no conozco a ningún doctor con formación de calidad que esté desempleado”, dice Jorge Guimarães, presidente de la Capes. “Tampoco es cierto que sean cooptados por los países desarrollados. Alrededor del 95% de los becarios que están en el exterior vuelve.”

Para alcanzar ese objetivo, la Capes saldrá en busca de ayuda de parte de las empresas. “Subvencionamos al 60% de los becarios de posgrado y nuestra capacidad está llegando al límite. Es que la cantidad de alumnos de maestría crece un 11% al año y la de doctorado, un 8%”, dice Guimarães. “Para que el sistema crezca, sellaremos sociedades con grandes empresas”, afirma. El Plan Nacional de Posgrado para el período 2005-2010 prevé un refuerzo en la concesión de becas en las áreas vinculadas a las necesidades de la industria brasileña. Habrá más inversión en carreras de las áreas de biotecnología, semiconductores, software, nanotecnología y fármacos, entre otras, consideradas estratégicas en la política industrial y de desarrollo tecnológico del gobierno nacional. Y esto sin alterar la estructura inaugurada por el Dictamen Sucupira. “Pretendemos duplicar la cantidad de doctores en 2010, pero la maestría no perderá importancia, como sucede en Europa”, dice Guimarães. “Brasil solamente se queda atrás de Estados Unidos en experiencia con carreras de maestría y seguirá apostando a este modelo, pues funciona bien y se alimenta de la iniciación científica, que selecciona ya durante la carrera de grado a los buenos postulantes a seguir la carrera académica”, afirma el presidente de la Capes.

Republicar