La energía eólica marcha viento en popa. Si bien durante muchos años fue considerada solamente una decoración en el paisaje, con sus molinos de viento gigantes afincados en la arena, este tipo de energía cobra importancia en tiempos de búsqueda frenética de fuentes limpias. Es un mercado que crece en el mundo con una tasa del 35% anual, dice Everaldo Feitosa, director del Centro Brasileño de Energía Eólica (CBEE) e investigador de la Universidad Federal de Pernambuco. Hoy en día, para adquirir de cualquier tipo de turbina, los clientes deben entrar en una lista de espera de dos años. Brasil comenzó a interesarse seriamente en el tema en el 1992, cuando fueron instaladas dos turbinas, una en Olinda y la otra en Fernando de Noronha. El objetivo era tener un laboratorio de campo para pruebas de componentes, servir de base a estudios académicos y alimentar los programas de investigación del CBEE. Las dos turbinas fueron financiadas por los ministerios de Ciencia y Tecnología y de Medio Ambiente, por la Financiadora de Estudios y Proyectos y por la Agencia Nacional de Energía Eléctrica.
La turbina de Olinda fue la primera de gran tamaño conectada al sistema eléctrico. La de Fernando de Noronha genera alrededor del 10% de la electricidad de la isla, que tiene una población de tres mil personas. Además de en Pernambuco, ahora hay centrales eólicas en Ceará, Río Grande do Norte, Río Grande do Sur, Paraná, Santa Catarina y Minas Gerais. El Programa Institucional de Infraestructura para investigación y Posgrado (ProInfra) previó en 2002 la instalación de 1.423 megawatts (MW) de potencia instalada hasta el final de 2008, en una inversión total de 1,5 mil millones de dólares.
Todo ese interés tiene motivaciones ambientales y económicas urgentes. Con todo, desde la Antigüedad se utiliza la energía del viento de un modo u otro, para impulsar barcos de vela, moler granos o bombear agua. La transformación de la energía mecánica en energía eléctrica surgió en el siglo XIX. El inventor estadounidense Charles Francis Brush (1849-1929), uno de los fundadores de la industria eléctrica de Estados Unidos, construyó un gigantesco molino en su propiedad, en Cleveland, el primero en operar una turbina movida por el viento para producir electricidad. El diámetro del rotor (la parte giratoria) era de 17 metros, con 144 aspas hechas de cedro. La turbina funcionó durante 20 años y era usada para cargar baterías dispuestas en el granero de su mansión. Eran generados solamente 12 kilovatios (kW).
Pocos años después el profesor e inventor danés Poul la Cour (1846-1908) demostró que lo ideal es tener el menor número de láminas posibles para alcanzar mayor eficiencia y mover la turbina. Es de éste la creación del primer túnel de viento, en el que probaba diversos tipos de láminas para turbinas. La Cour también trabajó en modelos que permitiesen almacenar energía eléctrica, de modo que pudiese ser usada en días que no había viento y en los largos períodos de invierno de Dinamarca.
Recibió financiamiento del gobierno y construyó su propia turbina en 1897, posteriormente usada en la central del villorrio de Askov. Dueño de rara visión social en su tiempo, el inventor sabía que había pocos trabajadores capaces de trabajar con electricidad y fundó la Asociación de Electricistas del Viento, en 1903, con el objetivo de enseñar y capacitar a personas en el oficio. Éstas aprendían no sólo a lidiar con máquinas eléctricas, sino también contabilidad, geometría, física y alemán.
Con el petróleo barato, ésas y muchas otras experiencias con centrales de viento tuvieron solamente breves espasmos. Pero con la crisis de los años 1970, Dinamarca, que no produce de petróleo o gas, incentivó fuertemente la construcción de centrales a cargo de personas comunes y pequeñas empresas y aseguró la compra de toda la electricidad producida, dice Everaldo Feitosa. Hoy en día la energía eólica representa 18% del total de la energía eléctrica producida en el país.
En España la participación es del 9%; y en Alemania del 7%, por ejemplo. La capacidad instalada en el mundo es de 70 mil, lo suficiente como para abastecer a 150 mil residencias con un consumo mensual medio de 100 kWh por mes.
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