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Especial

Contra los efectos del tiempo y el abandono de obras raras

Restaurar un libro antiguo es un proceso lento y caro

Buena parte de los recursos del Programa de Infraestructura de la Fapesp está usándose en la restauración de obras raras y otras piezas importantes para la memoria del estado y del país, tales como fotografías antiguas. Y no sin motivo. Ese patrimonio, muy rico en São Paulo, estaba bajo una seria amenaza. El problema no se encontraba apenas en la acción del tiempo. Faltaban políticas adecuadas de preservación.

No era difícil encontrar libros con más de 300 años apilados de cualquier manera, cubiertos de polvo y sujetos a la acción de insectos y hongos. Las marcas de la incuria eran claras. Las obras tenían sus tapas sueltas, las costuras deshechas, hojas resecadas y quebradizas. Las fotografías tenían marcas profundas, perdían la nitidez y estaban amarillentas.

“La tarea de restauración no es sencilla”, dice la especialista Lucy Aparecida Luccas, que participó de varios proyectos patrocinados por la Fapesp, incluso el de la Facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo (USP). “Demanda personal especializado, el material es casi siempre importado y el trabajo es lento”, agrega.

Poner la casa en orden
Es también un trabajo caro. Restaurar un libro antiguo cuesta en promedio 4 mil reales, dependiendo del tamaño y del estado de conservación. Por eso, solo vale la pena si el material es realmente raro e importante. Además es un trabajo que solo puede realizarse después de haber puesto la casa en orden. Si el libro restaurado no es guardado de forma adecuada, el trabajo se pierde.

Al contrario de lo que parece, es bueno que el libro sea manipulado constantemente. La acción de dar vueltas las páginas oxigena al material, impide la acumulación de microorganismos que atacan el papel y colabora para que las hojas no se resequen o quiebren. Un consejo práctico: hojee rápidamente un libro siempre que vaya a recolocarlo en su estante.

Y hay más. Un tratamiento anual contra insectos, por ejemplo, es muy importante. Además, esto lleva a que los libros sean tomados uno por uno, y sirve como una revisión general de su estado de conservación.

Empujar y sacar
Lucy brinda otros consejos. No use clips como marcadores de páginas es uno de ellos, pues el proceso de oxidación del metal mancha y arruina el papel. Cuando retire un libro del estante, no lo sujete por la parte superior del lomo, pues eso daña la encuadernación. Lo correcto es empujar los volúmenes ambos lados y sacar el ejemplar deseado sujetándolo del lomo.

“El problema más común es la pérdida de papel, provocada por la acción de insectos e incluso por la mano del hombre”, dice la restauradora. Antiguamente, era común guillotinar los márgenes de las páginas de libros y fotografías, especialmente en la parte superior. Así se perdieron datos importantes, tales como números de página e inclusive títulos.

Los restauradores intentan aprovechar al máximo el material original. Pero no siempre eso es posible. “Hasta ahora nunca encontré un libro antiguo con la tapa original”, dice Lucy. El camino de los restauradores es rehacer la encuadernación, siguiendo los cánones de la época en la que el libro fue impreso.

Cajas especiales
Lo normal es dotar al libro de una tapa nueva, de pergamino, con cordones amarrados, para protegerlo del calor. Los libros más raros son colocados en cajas especiales, hechas de un cartón especial, de pH neutro. Se utilizan varios materiales. Para los libros impresos antes del final del siglo XVIII, se debe buscar el papel usado en la época, a base de lino.

La restauración de libros y otros documentos antiguos es una práctica relativamente reciente en Brasil. Su desarrollo coincidió con el inicio de las inversiones de la Fapesp. Hace cinco años, afirma Lucy, cuando aceptó la el encargo de restaurar los primeros libros, a pedido del Sistema Integrado de Bibliotecas de la USP, tuvo que viajar a Italia, a fin de especializarse en el tema.

“Es una tarea que cansa, y muy delicada”, dice. En la Facultad de Derecho, trabajó con libros que no salían de los estantes desde hace más de 200 años. Las páginas estaban pegadas y hubo que separarlas una por una. Había muchos tipos de suciedad, desde polvo a heces de paloma. “Se debe tener mucho cuidado para no dañar aún más esas obras”, afirma. “Pero al final, el trabajo tiene su recompensa. Parece que el libro no mira y nos agradece.”

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