SAM KITTNERDurante la apertura de la FAPESP Week, un simposio realizado en Washington entre los días 24 y 26 de octubre, la directora adjunta de la National Science Foundation (NSF), Cora Marrett, realizó un discurso destacando los programas de cooperación existentes entre la NSF y la FAPESP, y expresó su deseo de que esa cooperación se expanda. “La ciencia no reconoce fronteras nacionales”, sostuvo la socióloga, segunda en la jerarquía de la agencia que, en Estados Unidos, es una de las principales fuentes de financiación en investigación básica y educación en ciencias e ingeniería. Cora Marrett ocupa ese cargo desde el mes de mayo, cuando su nombre, sugerido por el presidente estadounidense, fue confirmado por el Senado. Pero cuenta con una extensa trayectoria en la fundación, donde ya ha desempeñado funciones de directora interina entre junio y octubre de 2010 (antes del nombramiento del actual director Subra Suresh), directora asistente de educación y recursos humanos entre 2007 y 2009, y directora asistente de ciencias sociales, del comportamiento y económicas entre 1992 y 1997.
La NSF fue una de las promotoras de la FAPESP Week, en compañía del Wilson Center, sede del simposio, la Ohio State University y la FAPESP. Los lazos entre los investigadores brasileños y estadounidenses, puestos de manifiesto durante las diversas presentaciones del simposio, impresionaron a la directora adjunta de la NSF, que percibe en Brasil, y en São Paulo en particular, un potencial colaborador para nuevas iniciativas. Ella menciona, por ejemplo, el Programa Piloto de Intercambio en Investigación para Becarios de Iniciación Científica en el Área de Química, en cuyo marco alumnos de grado de universidades paulistas realizan pasantías en instituciones estadounidenses, mientras que estudiantes de Estados Unidos vienen a São Paulo. Considera que el programa cuenta con potencial para extenderse a otras áreas del conocimiento. En la siguiente entrevista, se refiere a esa iniciativa y a otras cooperaciones recientes con la FAPESP en el ámbito de los programas Catalyzing New International Collaborations (CNIC) e International Collaboration in Chemistry (ICC), como así también a las perspectivas en el campo de la investigación en biodiversidad:
¿Cuáles fueron sus impresiones al respecto de la FAPESP Week y sobre las líneas investigativas elaboradas por investigadores paulistas y presentadas en el simposio en Washington?
Tuve impresiones muy favorables. Quedó claro que la Fundación cumplió un rol crítico en la construcción de una comunidad científica pujante. Por eso, su 50 aniversario resulta tan significativo. Nosotros, en la NSF, también estamos interesados en las perspectivas internacionales de las investigaciones que se encuentran en curso. No sólo se trata de pensar en São Paulo, en Brasil, sino de todo un contexto internacional implicado. De manera general, me pareció extremadamente interesante. La agenda comprendía temas que iban de la fotónica a la biología. Y muchos de los investigadores brasileños tenían contrapartes en Estados Unidos, lo cual evidencia las buenas interacciones entre la FAPESP y la National Science Foundation.
Hablando de las interacciones entre ambas agencias, la FAPESP creó una convocatoria paralela al programa Catalyzing New International Collaborations (CNIC) de la NSF, para fomentar cooperaciones entre investigadores y estudiantes de São Paulo y Estados Unidos. ¿Cuál es el impacto que se espera de esta iniciativa?
La FAPESP presentó este programa paralelo en tiempo récord. Sabemos que requiere algún tiempo poner las cosas en funcionamiento, pero la iniciativa es sumamente importante. El programa contempla actividades tales como visitas técnicas, workshops, y colecta inicial de datos, con la expectativa de generar posteriormente proyectos de investigación robustos y competitivos. El CNIC constituye un programa reciente, que reemplazó a otro programa de visitas y workshops. Tuvimos una gran demanda, y el interés de Brasil se destacó entre otros países. Recibimos muchas propuestas, que ahora están evaluándose. Por eso aún es prematuro hablar acerca de los beneficios para ambos países.
En el pasado mes de septiembre, la FAPESP comenzó a participar del programa International Collaboration in Chemistry (ICC) de la División de Química de la NSF, que apunta a establecer cooperaciones entre científicos estadounidenses y de otros países. ¿Cuál es el potencial, según su evaluación, de las cooperaciones entre EE.UU. y el estado de São Paulo en ese campo?
Es un área en la que percibimos un gran potencial para las cooperaciones. Y el énfasis en química enfocada en la sostenibilidad resulta importante pues se trata de una prioridad para el programa ICC. Brasil ha invertido en ello. Del mismo modo, esa vertiente ha sido prioritaria para Estados Unidos y para la NSF en particular. Contamos con actividades que involucran a la sostenibilidad en los campos de la ciencia, la ingeniería y la educación. La química sostenible forma parte de esa iniciativa mayor. El potencial es evidente. Quedamos sorprendidos debido a las escasas propuestas recibidas. Fueron sólo tres las propuestas preliminares remitidas en septiembre. Como creemos en el potencial, apostamos a que el interés crecerá en los próximos años. El programa comenzó en Europa y se esparció por varios países. La conexión con la FAPESP es reciente. Fueron pocas las propuestas, aunque los otros países sufrieron el mismo problema. Éste es un punto de partida. Y aguardamos más propuestas.
Una iniciativa conjunta más antigua, que tuvo inicio en 2008, es el Programa Piloto de Intercambio en Investigación para Becarios de Iniciación Científica en el Área de Química, en cuyo marco alumnos de grado de universidades paulistas realizan pasantías en instituciones estadounidenses, mientras que estudiantes de Estados Unidos pasan temporadas en São Paulo. ¿Cuál es su evaluación sobre la participación de Brasil y Estados Unidos en este programa?
Se trata de un programa de la NSF coordinado por la Universidad de Florida y de vital importancia para nosotros. Muchos de los programas que ofrecemos para alumnos de grado son unidireccionales. Éste, no obstante, proporciona a nuestros estudiantes la posibilidad de tener una experiencia en otro país, como así también traer alumnos de afuera a nuestro país. El programa de la NSF intenta abarcar todas las disciplinas. Creo que podemos extender esa iniciativa a la biología, la física, la matemática. Ya ocurrió algo de ello en Río de Janeiro, con alumnos de matemática de Estados Unidos participando en una olimpíada, pero fue de mano única. Actualmente la iniciativa conjunta involucra a alumnos de química, pero nos parece que este modelo es algo susceptible de extenderse hacia otros campos de la investigación. Hice mis comentarios, ahora querría conocer la opinión de ustedes sobre el programa…
Los estudiantes paulistas que participaron del programa relatan con entusiasmo la experiencia, que les brinda una vivencia internacional relevante, que los pone en contacto con proyectos de investigación avanzados. Un alumno que participó del programa, Ricardo Barroso Ferreira, de 21 años, de la Unicamp, fue coautor de una artículos publicado en la revista Science. A raíz de la pasantía que realizó en la Universidad de California, en Los Ángeles, participó en un proyecto que resultó en la creación de un cristal sintético tridimensional, capaz de capturar emisiones de dióxido de carbono, el tema del artículo en la Science.
Nuestra experiencia es similar. Como ya sabemos, una experiencia internacional hace una diferencia para los alumnos de grado. Eso reviste cada vez mayor importancia en el contexto global en el que opera la ciencia. Es importante que nuestros alumnos tengan una experiencia en otro país, pero es de similar importancia traer jóvenes de otros países para ayudarnos a explorar cuestiones fundamentales de la ciencia. Constituye un programa de gran valía y, tal como dije, esperemos que se expanda.
¿En qué forma la experiencia del Programa Biota-FAPESP puede ser útil para los científicos estadounidenses en el recabado, el análisis y la integración de datos sobre la biodiversidad?
Para los científicos de Estados Unidos eso es importante por diversos motivos. El programa trata sobre temas que abordan preguntas fundamentales. La idea de construir un inventario global de la biodiversidad resulta fundamental para lo que necesitamos hacer. Y, más allá de eso, existen implicaciones para la formulación de políticas públicas. Nos hallamos muy interesados en la conexión entre el conocimiento desarrollado por la investigación y las políticas que éste puede generar. Otro punto reside en que la información creada por los proyectos debe ser almacenada en bancos de datos públicos. Uno de los requisitos iniciales establecidos para proyectos en varios lugares del mundo consiste en preguntar cómo tornar disponibles las informaciones generadas por los investigadores, para que los datos primarios recabados puedan ser sometidos a análisis secundarios. Por eso estamos muy interesados en saber cómo compilar, almacenar y disponer el acceso a esos datos, para que sean importantes para la ciencia en general y para los estudios de la biodiversidad en particular. Tenemos muchas lecciones para extraer de este programa. Hay grupos brasileños y estadounidenses trabajando juntos en el campo de la biología ambiental, tal como pudo verse en una de las presentaciones de la FAPESP Week sobre el Biota-FAPESP.
La FAPESP fue pionera en Brasil en el reciente lanzamiento de un código de buenas prácticas científicas. ¿Cuál es la importancia de este tipo de iniciativa y cuál fue el impacto de la creación de códigos de regulación de las conductas científicas en Estados Unidos a partir del comienzo de la década de 2000?
Comenzaré diciendo que, sin lugar a dudas, es algo muy importante. Y existen muchas razones para intentar introducir códigos de buenas prácticas científicas. Pero cuando nos preguntamos cuáles son las evidencias y cuál es el impacto real, la respuesta es algo que todavía se halla en construcción. El directorio de ciencias sociales, comportamentales y económicas del NSF está trabajando en un nuevo programa sobre las conductas científicas en la era de la información. Las nuevas tecnologías digitales están transformando la práctica de la ciencia, y suministran nuevas formas para que el científico identifique y contacte colaboradores para realizar aportes y también para crear conocimiento y difundirlo. A partir de eso, podremos evaluar mejor de qué manera la ciencia está siendo llevada adelante y cuál es el impacto de los códigos de buenas prácticas y otros instrumentos dispuestos para asegurar el comportamiento ético de los científicos. Como nos hallamos interesados en conocer cuáles son las consecuencias, serán más que bienvenidas las informaciones que la FAPESP disponga al respecto de la experiencia brasileña en cuanto a códigos de buenas prácticas científicas. La sociedad espera que el conocimiento se genere en un ambiente con elevado nivel ético en sus conductas.
El programa Small Business Innovation Research (SBIR) de la NSF inspiró en parte a un programa de innovación en pequeñas empresas, el Pipe, de la FAPESP, creado en 1997. Según la experiencia de la NSF, ¿cuál es la capacidad con que cuenta una agencia para estimular la innovación empresarial?
La pregunta es fascinante, pero no sé si soy capaz de brindar una respuesta. Lo que puedo afirmar es que el programa Small Business Innovation Research fue diseñado pensando en las posibilidades de atraer la innovación de la ciencia y las ingenierías hacia la generación de ideas, procesos y productos, algo que va más allá del concepto habitual de innovación empresarial. El programa se hizo muy popular e inspiró a otros similares en otras agencias estadounidenses. La National Science Foundation está vista como un motor de la innovación en Estados Unidos y necesitamos asegurar que seguiremos siendo capaces de brindar soporte a esa idea.