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Genética

Cruzamientos de alto riesgo

Una especie marina de manatí se cruza con la amazónica y engendra híbridos estériles.

Poque, una cría de manatí, fue instalado hacia fines de 1993 en uno de los estanques del Centro Nacional de Investigación, Conservación y Manejo de Mamíferos Acuáticos (CMA) del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Renovables (Ibama), en la isla de Itamaracá, en Pernambuco. En ese entonces, debería tenía un año y medio. Encontrado meses antes en un lago cercano a la desembocadura del río Oiapoque por ello su nombre-, tenía una herida en el costado, del lado derecho, cerca de la aleta, ocasionada por un arpón. Se recuperó rápidamente, pero permanece en cautiverio para ser preservado de otros ataques de cazadores. Allí se encuentra hasta hoy, junto a otros ocho congéneres.

Ese animal siempre llamó la atención de los investigadores y no solamente por nadar de un lado para otro casi sin parar. De piel áspera y con uñas en las aletas, características éstas del manatí marino (Trichechus manatus), Poque también presenta manchas blancas en el pecho y piel más clara y cenicienta, rasgos de la especie que habita los ríos de la cuenca amazónica (Trichechus inunguis). Su peso (205 kilogramos) y longitud (algo mayor que 2 metros), son menores que lo esperado en la especie marina. Pero lo que lo hacía aparecer aún más intrigante, era que, a pesar de las diversas tentativas de cruzamiento, jamás consiguió preñar a una hembra. Poque constituía un gran interrogante, cuenta Jociery Vergara-Parente, veterinaria de la Fundación de Mamíferos Acuáticos (FMA), que trabaja en colaboración con el CMA en proyectos de preservación de  los manatíes. Creíamos que él podría ser una cruza de las dos especies, completa.

La sospecha se confirmó por medio de un estudio coordinado por Fabrício Rodrigues dos Santos, de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), publicado en Molecular Ecology. El equipo de Santos analizó el ADN de las mitocondrias, un compartimiento de las células que conserva la energía y contiene la información de la herencia genética materna. Después observó el ADN del núcleo de la célula e identificó alelos, que es como son llamados los genes que ocupan el mismo lugar en cromosomas homólogos, tanto de la especie marina como de la amazónica. Por último, descubrió que Poque poseía 50 cromosomas. Los parientes de él que viven en ríos poseen 56; los de mar, 48. Si aún quedaban dudas, éstas desaparecieron: Poque es el resultado de una cruza de manatí marino con otro amazónico un híbrido. Se trata de la misma situación verificada cuando una yegua se cruza con un asno, teniendo como cría una mula o un burro. Él es probablemente un híbrido de segunda generación, cría de una hembra también híbrida, afirma Santos, quien años atrás ya había comprobado la endogamia  el cruzamiento entre parientes próximos  en la especie marina, que puede ocasionar crías poco saludables. Las consecuencias de esa nueva realidad son catastróficas, porque probablemente todos los híbridos machos y la mayor parte de las hembras con esa herencia son estériles. Según él, el contexto también es grave porque las dos especies se encuentran en peligro de extinción  la situación del manatí marino es aún más crítica. Se calcula que en la costa brasileña existen apenas 500 representantes de la especie. En el litoral de los estados de Bahía y Espírito Santo, donde se lo encontraba hasta la década de 1960, ese mamífero acuático y herbívoro, que se alimenta de capín aguja que crece cerca de las playas, ya no existe: fue eliminado por la caza indiscriminada.

Curiosamente, las dos especies se encuentran en forma natural, sin relación con la caza o la posible fuga de animales de los mares hacia los ríos, en busca de protección contra la persecución humana. Aunque sea nativo del mar, el Trichechus manatus no consigue beber el agua de mar y sacia su sed con el agua de los ríos. Esa especie de manatí es capaz de remontar hasta 200 kilómetros en los ríos  cuando puede, entonces, se cruza con la especie amazónica. La solución es preservar las especies en cautiverio, principalmente la marina, y estimular el apareamiento, propone Santos. Su equipo analizó muestras de material genético de otros 49 animales que vivían en Brasil y en Guayanas. La hibridación fue detectada en siete de ellas (casi un 15% del total).

Una cría cada cuatro años – Otra característica marcada del manatí amazónico, en relación con la especie marina la constituye la elevada diversidad genética que es cuando la secuencia de los genes es diferente de un animal a otro, pero sin incorporar información de otra especie, de acuerdo con un estudio de la Universidad Federal de Amazonas (UFAM). Según Izeni Pires Farías, profesora de la UFAM y una de las autoras de otro estudio con esas conclusiones también publicado en Molecular Ecology, esa diversidad genética  del orden del 80% a 90% – puede ser vista como una ventaja, por encontrarse relacionada con una mayor resistencia a las enfermedades y una mejor adaptación a los cambios ambientales.

En contraste, el manatí marino exhibe una baja diversidad, próxima a un 50%, lo que puede favorecer la endogamia, debilitar la resistencia a las enfermedades y reducir la capacidad de respuesta a los cambios ambientales. El manatí marino perdió la diversidad genética natural, pues su población fue brutalmente reducida a lo largo de las generaciones, dice Izeni. Sumado al hibridismo y la esterilidad, dice Fabrício Santos, las posibilidades de reproducción se tornan aún menores. Esos animales se reproducen cada cuatro años y paren una sola cría por vez.

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