Uno de los lugares del globo terráqueo que sufre más claramente los primeros efectos del calentamiento global son los bloques de hielo o glaciares de la Antártida. Entre esas formaciones, las que reaccionan más rápidamente al aumento de pocas décimas de grado en la temperatura son las que se ubican en los bordes del continente blanco, pegadas al litoral, normalmente más finas y expuestas constantemente a temperaturas cercanas de su punto de fusión (0ºC). En un trabajo concluido recientemente, investigadores de la Universidad Federal de Río Grande do Sul (UFRGS) y de la Universidad de Freiburg, Alemania, produjeron el más completo y actual mapa digital de la topografía de uno de esos sensibles fragmentos de tierra recubierta de hielo: la isla Rey Jorge, que alberga a la base brasileña en la Antártida y a otras ocho estaciones de investigación, situada 120 kilómetros al norte de la península Antártica.
Generado a partir del cruce de una serie de fuentes de información -imágenes de sensor remoto suministradas por el satélite europeo SPOT, datos producidos en recientes investigaciones de campo con el aparato GPS (Sistema de Posicionamiento Global), consultas a mapas topográficos y al banco de datos digitales sobre el continente mantenido por el Servicio Antártico Británico-, el nuevo mapa es un instrumento importante para la realización de estudios glaciológicos, climatológicos y de manejo ambiental.
Confrontando los datos del mapa actual con antiguas cartas geográficas, los investigadores constataron que un importante grupo de glaciares de la isla perdió un 10% de la extensión en poco menos de medio siglo. Entre 1956 y 2000, las masas de hielo de la cuenca del Almirantado, la zona elegida para el estudio -en donde, además, se encuentra la estación de investigación brasileña- se encogieron 22,5 kilómetros cuadrados.
Las informaciones se refieren a los glaciares de marea, que se sitúan frente al mar, sujetos a la acción del océano. Pero no existen evidencias de que el encogimiento de las masas de hielo de la cuenca se deba a cambios en la dinámica de las mareas. “La magnitud de esa retracción indica que el proceso no forma parte de la dinámica natural de avances y retrocesos de glaciares”, dice Jefferson Cardia Simões, jefe del Laboratorio de Investigaciones Antárticas y Glaciológicas (Lapag) de la UFRGS, uno de los autores del mapa. “Esas masas de hielo probablemente están respondiendo a un aumento de la temperatura de la región”.
Calentamiento
El grado de definición de la carta virtual producida por los brasileños y alemanes permite monitorear alteraciones en áreas tan pequeñas como 0,5 kilómetros cuadrados, una resolución como mínimo cincoveces mayor que la de los mapas antiguos. Con 1.157 kilómetros cuadrados (un 80% del área del municipio de São Paulo), la isla Rey Jorge, calurosa y con glaciares derritiéndose, no genera grandes icebergs, como los que vagan meses o años por los mares y ponen en peligro a las poblaciones de animales marinos. Un ejemplo es el B-15A, una masa de hielo de 5.400 kilómetros cuadrados (tres municipios de São Paulo) que se desprendió de Antártida en marzo de 2000 y hoy atormenta a las colonias de pingüinos adelia (Pygoscelis adeliae) en el mar de Ross, oeste del continente.
Aun así, el encogimiento de los laciares en la isla -casi un 93% del territorio de la isla Rey Jorge está cubierto de hielo y nieve- puede producir impactos regionales, además de indicar que el clima en ese lugar realmente está cambiando. Localmente, la retracción de los glaciares hace que surjan nuevas áreas de tierra firme libres de hielo en la isla, creando un ambiente favorable al surgimiento de colonias de animales. Pues, donde antes había hielo, ahora hay roca expuesta. “La regresión de los glaciares también puede afectar a la vida acuática”, dice Jefferson.
El impacto ambiental puede agravarse por la gran presencia de investigadores y turistas (4 mil en verano) en la isla, uno de los puntos accesibles de Antártida. La misma forma parte del archipiélago de las Shetlands del Sur, a aproximadamente 900 kilómetros de Tierra del Fuego, el extremo meridional de América del Sur. El patrón del retroceso mostrado por los glaciares de la isla Rey Jorge en la segunda mitad del siglo 20 refuerza la hipótesis de que el derretimiento se deba al recalentamiento del clima. En cuatro décadas y media, la velocidad de la retracción parece aumentar a medida que el recalentamiento se hace más evidente, sobre todo tras los años 70.
Los números ratifican este razonamiento. Entre 1956 y 1979, desaparecieron de la cuenca del Almirantado 4,3 kilómetros cuadrados de masas de hielo. Prácticamente la misma área de glaciares (4,9 kilómetros cuadrados) se disipó de 1979 a 1988, período que no llega a la mitad del anterior. Entre 1988 y 1995, en tan solo ocho años, el ritmo se acentuó y desaparecieron otros 6,2 kilómetros cuadrados de masas de hielo. Por último, de 1995 a 2000, el último y más reciente período analizado, el tamaño del retroceso fue el mayor de toda la serie histórica: 7,1 kilómetros cuadrados.
Lo sorprendente es que el villano de esa historia puede ser un pequeño aumento de 1,08ºC en la temperatura media de Rey Jorge, registrado entre 1947 y 1995, de acuerdo con los datos de investigadores del Lapag. Puede parecer poco, pero es mucho: casi el doble del aumento promedio de la temperatura de la Tierra verificado a lo largo de los últimos 100 años, que fue de 0,6ºC. En la península Antártica, entre las latitudes 65º y 70º sur, región un poco más al sur de Rey Jorge, el calentamiento fue mayor todavía: alrededor de 2ºC en los últimos 50 años.
Existe un consenso acerca de que esa región, en la margen del continente, pasa por un proceso de calentamiento. Con relación a todo el continente antártico, hay datos que generan controversia: un estudio publicado en la revista inglesa Nature (edición de 31/1/2002) afirma que, en vez de haber aumentado, la temperatura media del continente, sobre todo en los meses de verano y otoño, disminuyó un poco entre 1966 y 2000.
Efecto invernadero
En general se cree que el recalentamientoglobal es consecuencia del aumento en el efecto invernadero, que elevaría la temperatura de la atmósfera. El efecto invernadero es natural, necesario para la vida: sin la cortina de gases atmosféricos, en particular el dióxido de carbono (CO2) y el metano, que retiene parte de la energía emitida por el Sol, el globo sería frío e inhóspito.El problema es que el incremento exagerada de las concentraciones atmosféricas de CO2 desde el inicio de la Revolución Industrial -de 280 ppm (partes por millón), en 1850, a 370 ppm hoy- acentúa la tendencia a intensificar el efecto invernadero.
Algunas proyecciones señalan la posibilidad de que la temperatura de la Tierra aumente más de 3ºC hasta el final del siglo. El derretimiento de los glaciares en la Antártida, en el océano Ártico y en Groenlandia se intensificaría, lo que significaría un aumento de hasta 90 centímetros en el nivel del mar en 2100, capaz de provocar la inundación de ciudades costeras en todo el mundo.
Una hipótesis en la dirección contraria
Un estudio publicado en la revista estadounidense Science (edición del 18 de enero) pone en jaque a una tendencia de interpretación de los fenómenos climáticos que se había afirmado en los últimos años con relación a la Antártida: la de que la capa de hielo y nieve que recubre casi integralmente el continente está derritiéndose por causa del calentamiento del clima de la Tierra. Este nuevo trabajo, realizado por los investigadores Ian Joughin, del Instituto de Tecnología da California, y Slawec Tulaczyc, de la Universidad de California, muestra un aumento en el espesor de los arrecifes de hielo de Ross, también llamados plataforma de Ross, un conjunto de glaciares que recubren el oeste de la Antártida y avanzan mar (de Ross) adentro.
De acuerdo con los cálculos del dúo de científicos, la plataforma de Ross se incrementa a razón de entre 14,9 y 26,8 mil millones de toneladas de hielo/nieve por año. El resultado contradice a trabajos anteriores, que indicaban un encogimiento (derretimiento) anual de hasta 20,9 mil millones de toneladas de hielo en la plataforma.
Pero, según los propios Joughin y Tulaczyc, las aparentes discrepancias entre los datos de su trabajo y los de mediciones más antiguas pueden ser menores que lo que se piensa por dos motivos. Primero porque existen grandes evidencias de que en el pasado la plataforma realmente se encogió. Segundo porque el aumento de espesor de la plataforma puede tener poca relación con variaciones en la temperatura de la Tierra y ser solamente fruto de un ciclo natural de aumento y encogimiento de los glaciares. Por ese raciocinio, en un golpe de suerte, los investigadores estadounidenses habrían hecho las mediciones en el momento en que la tendencia a la disminución de los glaciares había dado lugar al aumento de su masa.
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