Un estudio realizado en el Instituto del Corazón (InCor) de la Universidad de São Paulo aporta una buena noticia a aquéllos que deben someterse a cirugías cardíacas y a los bancos de sangre, que en Brasil presentan un déficit anual de 2,2 millones de bolsas. Los que van a ser operados del corazón quizá puedan, sin perjudicar su salud, recibir un poco menos de sangre que la cantidad transfundida habitualmente, de acuerdo con un trabajo llevado a cabo por la médica Ludhmila Hajjar. De febrero de 2009 a febrero de 2010, el equipo del InCor hizo un seguimiento de 502 personas sometidas a cirugías cardíacas y aleatoriamente separadas para someterse a uno de los de los esquemas de transfusión que se pusieron en marcha en el centro quirúrgico y que siguieron hasta el alta de la UTI. El primer grupo, llamado liberal, recibió sangre para mantener el volumen de hematíes con relación al de sangre (hematocrito) superior al 28%. A las personas del segundo grupo (restrictivo), se les administró sangre solamente cuando el hematocrito se ubicaba debajo del 24%. “Las dos estrategias fueron igualmente eficaces en lo que se refiere a la aparición de complicaciones clínicas y de mortalidad”, comenta Ludhmila, la primera autora del estudio publicado en octubre en JAMA. “La reducción del uso de sangre expone al paciente a un menor riesgo de problemas cardiovasculares, pulmonares y hasta de muerte, que aumentan con la transfusión sanguínea”, explica.
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