Imprimir Republish

Feminismo

De cuerpo entero

Textos de la revista brindan un rico panorama sobre la situación actual de las mujeres en Brasil

Un retrato complejo, multifacetado y sumamente revelador de la condición femenina en Brasil emerge de las casi 300 páginas del dossier Mujer, mujeres, parte substancial de la edición 49 de Estudios Avançados, la revista cuatrimestral del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo (IEA-USP), publicada este mes de diciembre. En el conjunto de los 17 textos que lo componen, hay lugar para la exposición de los duros resultados de la investigación científica sobre el trabajo y las diferentes facetas de la violencia que se abaten (aún) sobres las mujeres en la sociedad brasileña, por ejemplo. Pero hay también espacio para reflexiones más filosóficas; para miradas inspiradas y muy personales sobre las grandes construcciones míticas de la idea de lo femenino, e incluso para la más pura poesía. Y hay páginas disponibles también para nuevos relatos sobre conocidas figuras, que tienen un lugar asegurado en cualquier galería de las mujeres extraordinarias que signaron la escena nacional durante el siglo XX.

Del trayecto por esa diversidad de textos, por esta fragmentación de propósitos, se sale con la sorprendente sensación de que solamente raras ocasiones una revista, sin la pretensión de darle un tratamiento exhaustivo al tema, ha brindado una visión tan clara y abarcadora sobre la experiencia de ser mujer en el Brasil de hoy. Es como si, a la manera de ciertas propuestas plásticas como la fotografía, un cuerpo entero se insinuara reuniendo trozos que no necesariamente se encajan. Para dar una idea de este dossier, vale la pena empezar por aquello que intenta reflejar por medio de la palabra que aparece en la forma singular de su título: mujer. Los diversos artículos tienen que ver con el colectivo, con la condición femenina en general; abordan la “realidad concreta de la sexualidad, la fecundidad, la ciudadanía, el trabajo, la cultura humanística, científica y artística”, tal como explica el editorial de la publicación.

El trabajo subvaluado
Echémosle una mirada al campo de trabajo: vemos que en 2001 las mujeres representaban el 41,9% de la Población Económicamente Activa (PEA) en Brasil, de acuerdo con la Investigación Nacional por Muestreo de Domicilios (PNAD, sigla en portugués), realizada por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (IBGE). En números absolutos, esto significa que poco más de 38,8 millones de brasileñas estaban en el mercado de trabajo como ocupadas o desempleadas. Casi la mitad de las mujeres ocupadas en aquel momento trabajaba como asalariada, pero era alto “el porcentaje de mujeres que se ocupaba en la condición de empleadas domésticas (un 18,3%), de autónomas (un 16,3%) o incluso que ejercía el trabajo sin remuneración (un 9,6%), lo que es una evidencia de la vulnerabilidad del trabajo femenino”, observan, en el artículo titulado “El trabajo de la mujer y las negociaciones colectivas”, las sociólogas Solange Sanches y Vera Lucia Mattar Gebrim, ambas del Departamento Intersindical de Estadísticasy Estudios Socioeconómicos (Dieese), la primera, coordinadora de sondeos, y la segunda, supervisora del Banco de Datos Sindicales.

A partir del análisis de los datos disponibles de la PNAD, la investigadoras comentan que un gran contingente de mujeres reproduce en el mercado de trabajo actividades similares a las que realizan en el ámbito doméstico, “educando niños o cuidando ancianos o enfermos; trabajando sobre todo en sectores ligados a la educación y la salud”. Así, la prestación de servicios en esos campos empleaba al 48,7% de las mujeres ocupadas en 2001. Si el carácter vulnerable de la inserción femenina en el mercado se demuestra por ese perfil de ocupación, por los arreglos precarios de contratación y por la desigualdad en la remuneración – las mujeres obtenían, para funciones comparables, un 66% del rendimiento de los hombres en promedio, y un 85% en el caso de los contratos de trabajo con registro al año de la investigación -, se hace más evidente todavía con los datos del desempleo. Sus índices entre las mujeres se muestran sistemáticamente superiores a los masculinos, de acuerdo con una Investigación de Empleo y Desempleo (PED) en las regiones metropolitanas de Belo Horizonte, Porto Alegre, Recife, Salvador, São Paulo y el Distrito Federal.

Es cierto que la expansión del desempleo se ha generalizado y ha alcanzado a todos los segmentos en los últimos años. Pero, “al menos a partir de la década de 1990, en la Región Metropolitana de São Paulo este fenómeno empezó a ser representado en mayor medida por las mujeres, a partir del momento en que éstas comenzaron a corresponder a más de la mitad de dicho contingente, más allá de que su índice de participación es considerablemente menor que el de los hombres”, dicen en el artículo “El sobredesempleo y la inactividad de las mujeres en la metrópolis paulista” las economistas Guiomar de Haro Aquilini, de la Fundación Sistema Estadual de Análisis de Datos (Seade) y Patrícia Lino Costa, del Dieese. El desempleo total en 2002 en dicha región fue del 16,4% entre los hombres y del 22,2% entre las mujeres, ante respectivamente un 7,5% y un 10,7% en 1989, de acuerdo con la investigación realizada en el marco del convenio Seade-Dieese. “Las mujeres negras de hasta 24 años fueron las mayoresvíctimas de la selectividad del mercado de trabajo: presentaron un índice de desocupación del 43,1% en 2002, muy superior al observado en 1989 (un 19,6%)”, dicen las autoras.

Cambios en el frente científico
En tanto, hay noticias un tanto más halagüeñas en el vasto campo del trabajo. Por ejemplo: la participación de las mujeres en el área de ciencia y tecnología en Brasil está creciendo, “pese a que las chances de éxito y de reconocimiento en la carrera son aún reducidas”, según Jacqueline Leta, profesora adjunta del Departamento de Bioquímica Médica del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), en el artículo que lleva por título “Las mujeres en la ciencia brasileña: crecimiento, contrastes y un perfil de éxito”. Cabe explicar que la última parte del título del trabajo se refiere a una gran científica brasileña nacida en 1922 en Checoslovaquia: Johanna Döbereiner, microbióloga reconocida principalmente por su descubrimiento de las bacterias fijadoras de nitrógeno en plantas tropicales – que permitió entre otras cosas un ahorro gigantesco con abonos nitrogenados en los cultivos de soja en Brasil. Johanna, fallecida en 2000, a los 78 años, llegó a ser nominada para el premio Nobel de Química en 1997, pero no fue galardonada.Jacqueline Leta se queja en su artículo de la escasez de datos sistemáticos sobre la formación y el perfil de los recursos humanos en la educación superior y en el área de ciencia en el país. Pero, manejando los números disponibles, constata que en 2001 las mujeres representaban un 56,3% del total de las matrículas en las carreras de grado de las universidades brasileñas (poco más de 3 millones) y un 62,4% del total de egresados de carreras universitarias.

La mayor presencia de las mujeres en la academia ciertamente facilitó, según ella, su incorporación a los cuadros de las universidades brasileñas, “pero es importante señalar que las mujeres son aún minoría en el sistema universitario público, y representan hoy en día, en 2003, un 34% del total de los docentes activos de la Universidad de São Paulo (USP)”. La investigadora toma también datos del Directorio de Grupos de Investigación de Brasil, elaborado por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), para afirmar que “es posible identificar una tendencia de crecimiento de la fracción de mujeres” que actúan como investigadoras e investigadoras líderes (coordinadoras) en esos grupos, lo que indica su mayor inserción en el sistema, no solamente como estudiantes, “sino como actores de mayor reconocimiento y mayor calificación jerárquica”. De hecho: si en 1997 las mujeres representaban un 42% de los 33.675 investigadores computados, y un 37,3% de los 10.474 que dentro deltotal asumían la función de líderes, en 2002 ellas ya representaban un 45,7% de los 56.891 investigadores registrados y 40,7% de los 21.062 líderes. Así, “es razonable prever que, en el próximo censo, las fracciones de investigadores hombres y mujeres se aproximen aún más y, más adelante, también se emparejen las fracciones referentes a los investigadores líderes”, sostiene Leta.

Así y todo, al observar por otro lado los gráficos de concesión de becas por parte del CNPq, que registran el crecimiento de la proporción de mujeres becarias, éstos indican también una reducción de esa evolución a medida que crece el nivel jerárquico de las becas. Leta comenta que de allí se desprende la existencia de “algún tipo de discriminación en el sistema, específicamente en la cuestión de las becas de productividad, las de mayor nivel jerárquico”. El gráfico que la investigadora presenta muestra que la participación de las mujeres en las becas de iniciación científica pasó del 54,87% en 2001 al 55,10% en 2002; en las de maestría, del 50,93% al 52,87% en igual período; en las de doctorado, del 48,60% al 48,38%; en las de noveles doctores, del 47,74% al 49,73%, y en las de productividad en investigación, subió del 32,07% al 32,25% en idéntico período.

Jacqueline Leta analiza otros datos, relativos a la UFRJ, para cuestionar las posibilidades de éxito de las mujeres brasileñas en el área de ciencia y tecnología. “Las mujeres representan hoy en día, en 2003, un 43,7% del total de docentes en las universidades. No obstante, ocupan solamente el 24% de los cargos administrativos de la institución”, dice. Datos de la elección de miembros de la Academia Brasileña de Ciencias también le sirven para demostrar cuánto deberán luchar las mujeres todavía para afirmar su presencia en un universo hasta hace pocas décadas casi exclusivamente masculino. Por ejemplo: entre los 356 académicos titulares activos en 2003, las mujeres son tan solo 26, es decir, un 7,36%. Entre los académicos asociados, “un puesto, por supuesto, de menor prestigio”, ellas son 25 sobre un total de 88, es decir, un 28,4%. Por último, para relativizar la situación brasileña, Leta recuerda que la segregación jerárquica en ciencia y tecnología no es exclusividad de países en losque la actividad académica y científica es reciente. En las universidades de Estados Unidos, por ejemplo, en 1995 las mujeres representaban alrededor del 46% entre los instructores, un 35% entre los profesores asistentes, un 25% entre los profesores asociados y 11% entre los titulares.

De dependientes a proveedoras

Una conclusión sorprendente sobre las mujeres brasileñas aparece en el artículo “La mujer Anciana: ¿soporte familiar o agente de cambio?”, de Ana Amélia Camarano, coordinadora del área de Estudios Poblacionales y Ciudadanía y profesora de la maestría en Estudios Poblacionales de la Escuela Nacional de Ciencias Estadísticas (Ence), vinculada al IBGE. “Lo que parece estar sucediendo es que las mujeres, cuando envejecen, pasan de su papel tradicional de dependientes al de proveedoras. Éste, entre otros cambios, tales como el aumento de las familias de tres generaciones, han llevado a que los ancianos, de una manera general, estén encabezando un cambio social de gran porte.”

Se trata de una conclusión que se desprende de un trabajo que analiza cuidadosamente los cambios de las condiciones de vida de las ancianas brasileñas (de más de 60 años) entre 1980 y 2000, teniendo en cuenta diferencias de color y considerando cuatro dimensiones de su vida: salud, ingresos, participación en la actividad económica y ordenamientos familiares. Y uno de los principales datos que sostienen esta conclusión indica que, en las familias de ancianas – es decir, aquellas comandadas por ancianas o en las cuales éstas son cónyuges -, sus ingresos contribuyeron en 2000 con un 46,4% del presupuesto familiar, mientras que en las familias con ancianas – aquéllas en las que ellas viven en la condición de madres, suegras o tienen otro grado de parentesco con el jefe -, su renta contribuyó con un 26,4% de dicho presupuesto. La contribución específica del beneficio jubilatorio llegó al 34,3% del presupuesto en la primera situación, y al 15,8% en la segunda. Y, “en muchos casos, el beneficio social constituyó la única fuente de ingresos de las familias que, como ya se ha visto, no están compuestas únicamente por ancianos”, resalta Ana Amélia.

Lo que más llama la atención en esta visión cristalina de las entrañas de la sociedad brasileña es que, de los 8 millones de ancianas brasileñas en 2000 (un 4,7% de la población total del país, mientras los hombres ancianos representaban un 3,8%), tan solo la cuarta parte había trabajado en la franja de edades entre 40 y 59 años – eran, por lo tanto, económicamente dependientes. Sería imposible suponer que en 2000, gracias en gran medida a la generalización de los beneficios previsionales, incluso en el área rural, la mitad de éstas se encontraría en la condición de jefas de familia. Cabe observar también que el 17% de las familias brasileñas en 2000 tenía ancianas, y en ese conjunto, nada menos que el 84% se caracterizaba como familias de ancianas, lo que indica una reducción acentuada de la dependencia de los más viejos con relación a otros miembros de la familia.

De violencia y libertad
La violencia contra la mujer aparece en el dossier Mujer, mujeres en el artículo intitulado “La violencia contra la mujer y las políticas públicas”, de Eva Alterman Blay. La profesora titular de sociología de la USP y coordinadora científica del Núcleo de Estudios de la Mujer y Relaciones Sociales de Género (Nemge) informa sobre algunos resultados de la investigación que llevó adelante a partir de 1995 sobre homicidios de mujeres en São Paulo, para verificar de qué manera esos crímenes eran tratados por los medios de comunicación, en las denuncias policiales y en las causas judiciales. Entre estos resultados, llama la atención por ejemplo el hecho de que la mayor parte de las víctimas de esos crímenes se ubica en el rango de edad entre 22 y 30 años. Con base en el estudio de 623 denuncias registradas en las comisarías de la capital paulista, con 964 víctimas, de las cuales 669 eran mujeres y 294 hombres (y una víctima sin identificación de sexo en la denuncia), la investigadora también observó que “cinco de cada diez homicidios los comete el esposo,el novio, el compañero o el amante (sic ). Si incluimos a los ex parejas, este número crece: siete de cada diez casos arrojan que las mujeres son víctimas de los hombres con los cuales tuvieron algún tipo de relación afectiva”. Eva Blay comenta que “es significativa la dificultad” de los hombres para aceptar que la mujer rompa una relación, tanto es así que “más o menos dos de cada diez crímenes los cometen ex parejas”.

De cualquier manera, cabe registrar – como ella lo hace – que pueden detectarse cambios en la manera en que los boletines informativos enfocan hoy en día la violencia contra la mujer. “El contenido del noticiero muestra una clara tendencia al cambio de lenguaje. Si hasta la década de 1980 las víctimas eran presentadas como causantes de su propia muerte y había un visible apoyo a los asesinos, en la última década del siglo XX estos boletines se volvieron más investigativos, relativamente neutros y con una cierta tendencia a cuestionar los juicios que facilitaban la fuga de los acusados”, dice. No obstante, en el ámbito de la Justicia permanece siendo altísima la impunidad con relación a los crímenes. En una muestra representativa de 81 causas, el 50% de los casos fue archivado, principalmente porque los delincuentes no fueron identificados, y 24% se encuentra en suspenso, pues los reos se encuentran prófugos.

El universo femenino, de cualquier manera, no puede ser caracterizado solamente por esas zonas melancólicas de su experiencia contemporánea. Por eso es importante destacar que merece una lectura atenta en el dossier Mujer, mujeres la reproducción de las palabras de agradecimiento de la filósofa Marilena Chauí, por ocasión del homenaje de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la USP, con motivo del título de Doctora Honoris Causa que recibiera de la Universidad de París VIII en junio de 2003. Explicando allí por qué aceptó ese honor, Chauí dice: “En un mundo académico hegemónicamente masculino, considero intolerable la soledad de las mujeres, y por eso, al ser llamada al estrado de honor, subí para que en él estén también las mujeres”. Merece lectura atenta el hermoso texto “El Tao de la tela – sobre textos y textiles”, un escrito literario en el más alto nivel, de la escritora Ana Maria Machado, como así también las reflexiones de la filósofa Sueli Carneiro, directora del Geledés Instituto de la Mujer Negra, sobre la doble lucha de las mujeres negras por su espacio en la sociedad brasileña, entre varios otros.

Republicar