Los dinosaurios, con esas fantasías que suscitan instantáneamente, de un mundo enteramente otro, primitivo y salvaje, vacío de hombres y pensamientos, en la misma tierra que actualmente poblamos, son sumamente instigadores de la imaginación; eso sí, Steven Spielberg y su insoportable Jurassic Park aparte. Siempre queremos saber más y más sobre ellos y sobre el pasado remoto de ese lugar adonde llegamos recién unos 60 millones de años más tarde. Desafortunadamente, los rastros del paso de los dinosaurios son un tanto escasos en Brasil, principalmente si se los compara con la abundancia de fósiles de estos animales que se registra en Estados Unidos. Esto obedece a una razón que puede parecer un tanto extraña, tal como nos lo recuerda el editor de ciencia Carlos Fioravanti, en el artículo estampado en la portada de esta edición, a partir de la página 34: no hay desiertos en territorio brasileño. Y los fósiles de cualquier tipo se conservan mucho mejor en la aridez del desierto que en las selvas que, dicho sea de paso, cubren todavía la mayor parte del territorio nacional ?pueden creerlo, ocupan alrededor de un 60% del total, de acuerdo con el Ministerio de Medio Ambiente. De cualquier manera, más de una decena de nuevas especies de animales que habitaron hace millones o miles de años las tierras de este país se conocieron el mes pasado, en el marco del II Congreso Latinoamericano de Paleontología de Vertebrados, en lo que constituye al menos una muestra de que, en su calidad de actividad científica, la paleontología brasileña está muy viva, pese a su modesto acervo de aproximadamente 250 especies de fósiles de vertebrados descubiertas hasta ahora.
Pero pasemos ahora al mundo contemporáneo. Y si en éste la rabia que una inmensa cantidad de brasileños está sintiendo durante los últimos dos o tres meses se mezcla con una dolorosa sensación de impotencia, pues no se vislumbra la existencia de un remedio para ésta en el corto plazo, contra otro de tipo rabia, que es la virosis que afecta al ser humanos a menudo a través de los perros, gatos y murciélagos infectados, en poco tiempo más estará disponible en el país una nueva y segura vacuna, eficaz y barata, desarrollada en el Instituto Butantan. La producción en escala comercial de dicha vacuna, sumamente pura, tal como informa el editor especial Marcos Pivetta a partir de la página 64, se iniciará al final de este mismo año o a comienzos del próximo, y ésta sí que es una buena noticia en este momento.
Sea como sea, una sencilla y persistente pregunta resurge con fuerza con cada nueva crisis política que el país afronta: ¿al fin y al cabo, por qué Brasil es como es? Se trata en cierta medida de un claro enigma. Y una de las vías posibles para descifrarlo, sin la menor pretensión de agotar la cuestión, es, lógicamente, el estudio sistemático de las elites de este país. Precisamente en dicho terreno se despliega el artículo del editor de humanidades, Carlos Haag, que empieza en la página 78, dedicado a los nuevos estudios que procuran entender por qué son ricos los brasileños ricos. A propósito, en la hermosa entrevista ping-pong de esta edición (que empieza en a la página 10), el historiador José Murilo de Carvalho, quien también echa luz sobre la crisis de este momento, sostiene que el referirse a las elites de Brasil en los años 1970 no le reportó lo que se dice una gran popularidad en los medios académicos, más metidos en discusiones relativas a las clases populares. ¡Qué tengan una buena lectura entonces!
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