Existe alguna cosa en el microcosmos de la producción de alcohol en Brasil que evoca de manera un tanto incómoda al propio país, como si allí estuviera retratado en miniatura y en forma privilegiada, en sus flagrantes contradicciones, desigualdades extremas y visibles complejidades. Observemos: ese sector cuenta con investigación de avanzada en relación a los genes de la caña de azúcar, por ejemplo, con la que se podría crear posibilidades para aumentar la concentración de azúcar en cada planta y tornarla mucho más resistente a las plagas efectos que sin duda, resultarían en un aumento notable de la productividad de estos cultivos. Al mismo tiempo, arcaísmos inaceptables y ofensivos a la dignidad humana, como el trabajo de los denominados bóias-frias (braceros, trabajadores rurales temporarios) que persiste en un sector que moviliza el 2% del PBI brasileño, que se moderniza aceleradamente en términos técnicos y se está tornando multinacional. De acuerdo a una investigación realizada en la USP, entre 2004 y 2005, 13 bóias-frias murieron por exceso de trabajo en el área productiva de São Paulo.
En este ambiente se instala hoy un importante desafío para el país: aumentar rápidamente su oferta de alcohol combustible, producto que, además de contar hoy con un consumo francamente estimulado en el mercado interno, es cada vez más requerido en el mercado internacional. Abriéndose así lo que los empresarios llaman una ventana de oportunidades, en este caso, una ventana que a mediano plazo puede representar resultados considerables para el PBI nacional.
Pero ¿cómo aumentar la oferta de este combustible en el país? Motivado por esta cuestión, el fascinante reportaje estampado tapa de esta edición, elaborado por el editor de tecnología, Marcos de Oliveira, y por el reportero Yuri Vasconcelos, traza un extenso panorama tecnológico, pero también económico, social y con apuntes históricos acerca de la cuestión del alcohol combustible en el país. Es una lectura imperdible para brindarnos una buena noción del terreno que pisamos cuando contemplamos en las calles invenciones tales como los vehículos movilizados a biocombustible o flex fuel.
De la potencia de los motores a una nada deseable forma de impotencia que a veces, más de lo que se supone, afecta a los hombres: el artículo que abre la sección de ciencia a partir de la página 38, trata de la llamada disfunción eréctil y revela, entre otras cosas, como ella puede ser el primer síntoma de las enfermedades coronarias. Basado en las investigaciones más recientes sobre el tema, el relato del editor de ciencia, Carlos Fioravanti, informa que en Brasil, uno de cada dos hombres mayores de 40 años está afectado en grado más o menos intenso por una situación que consideran embarazosa, la denominada impotencia sexual. En verdad, casi la mitad de los casos no debería causar alarma ni merecer mayores consideraciones por parte de quien se encuentra en medio de una reducción de su función eréctil cuando quisiera que todo funcionase muy bien. Eso pasa a menudo. El problema radica en la otra mitad, la de los casos moderados o bien graves, con síntomas de que algo no marcha bien en otros puntos del organismo. Vale la pena cotejarlo.
En ciertas ocasiones, la potencia creativa humana en el campo del arte y la cultura se mantiene mucho más allá del vigor físico de la juventud, que en cierto modo, todos los hombres y mujeres quisieran preservar indefinidamente. Hay algo sumamente bello en esa fuerza creativa, cuando el rostro ya se encuentra marcado por muchas arrugas y el cuerpo erguido ya no se presenta tan así. De alguna manera es eso lo que, en síntesis, con sus múltiples historias, revela la entrevista realizada por Penha Rocha con Nelson Pereira dos Santos, el creador de la obra maestra del cine brasileño Vidas secas, y de tantos otros hermosos filmes, que llegó a la Academia Brasileña de Letras. Recordemos: es el primer cineasta en la Casa de Machado de Assis. Eso significa un debido reconocimiento al cine brasileño, que en muchos momentos nos habla de la pujanza del pueblo brasileño, a pesar de todo.
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