Aunque el número de casos varíe de una región para otra, la infestación por parásitos intestinales aún es muy común en Brasil. En casos raros esas parasitosis llegan a matar, pero generalmente perjudican el desarrollo físico y mental de los niños. Hacía tiempos no se conocía la situación específica en Belo Horizonte. Para sanar la falta de información, Aline Menezes, Edward Silva y Silvio Dolabella, de la Universidad Federal de Minas Gerais, evaluaron en el final de 2006 la salud de niños de las unidades municipales de enseñanza infantil de la capital de Minas Gerais. Realizaron exámenes de materia fecal en 472 niños y niñas con 3 y 6 años y constataron que uno de cada cuatro estaba contaminado con por lo menos un tipo de parásito (6,6% traía el vientre infestado con diferentes microorganismos). El más común fue el protozoario Entamoeba coli, que no afecta directamente a la salud, pero indica que los niños viven en áreas contaminadas y sin higiene. En segundo lugar apareció otro protozoario, Giardia lamblia, que provoca cólicos y diarrea intensa. La solución para reducir la ocurrencia de parasitosis vale tanto para Minas Gerais como para el resto del país: ofrecer mejores condiciones de vivienda y acceso a agua y alcantarillado tratados, además de, claro, educación. Pero esta parece una meta distante. “Incuestionablemente, el tratamiento de parásitos intestinales aún recibe poca atención de los programas de salud pública”, escribieron los autores del estudio, hecho en sociedad con Miriam Rocha y Mayrce Freitas y publicado en la Revista del Instituto de Medicina Tropical de São Paulo.
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