Entre el 8 y el 14 de agosto se notificaron en todo el mundo 7.477 casos confirmados por análisis de laboratorio de la infección provocada por el virus de la viruela del mono, también llamada viruela símica o, en inglés, monkeypox, lo que representa un aumento del 20 % en comparación con las cifras de la semana anterior, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde principios de este año hasta el 22 de agosto, se ha diagnosticado con la enfermedad a más de 41.000 personas de 93 países y además hay otros 179 casos probables. Se han registrado 12 fallecimientos, 7 de ellos en África, un continente donde la viruela del mono es endémica en algunas regiones y al cual normalmente estaba restringida. También se han confirmado dos muertes en España, una en la India, una en Ecuador y otra más en Brasil (a finales de julio).
“Casi todos los casos reportados son de Europa y América, entre varones que mantienen relaciones sexuales con otros varones, lo que marca la importancia de que todos los países elaboren y proporcionen servicios e información destinada a estas comunidades para garantizar su salud, sus derechos humanos y su dignidad”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, en una conferencia de prensa ofrecida a mediados de agosto. Estos dos continentes concentran el 98,5 % de los casos de viruela del mono en el año. Con unos 3.800 casos confirmados, Brasil es el tercer país con más personas infectadas con el virus. A finales del mes de julio, la OMS declaró la emergencia internacional por la enfermedad. Inmediatamente después, el Ministerio de Salud creó un Centro de Operaciones de Emergencia de Salud Pública –COE Monkeypox– que difundió un plan de contingencia con el propósito de brindar información a los profesionales de la salud para la atención de la enfermedad.
La viruela símica, causada por un patógeno de la familia del virus de la viruela, una enfermedad erradicada en todo el mundo en la década de 1980, no suele ser grave y su letalidad es relativamente baja. Se la considera menos grave que la viruela. En África, el índice de mortalidad tiende a ser más alto entre los niños menores de 5 años, posiblemente por falta de un acceso adecuado a los servicios de salud. Una vez infectado con el virus, el paciente puede tardar entre 5 y 21 días en presentar algún síntoma, entre ellos, cefaleas y dolores corporales, fiebre e inflamación de los ganglios linfáticos debajo de la mandíbula o en la nuca. Su manifestación clínica más molesta es la formación de pústulas, una especie de ampollas o vesículas que al romperse liberan el virus y pueden dejar marcas en la piel. En la mayoría de los casos, tras dos o tres semanas de tratamiento de apoyo, como medicamentos para bajar la fiebre y disminuir el dolor, la infección desaparece, según la OMS.
Existe una vacuna específica contra la viruela del mono, pero su disponibilidad es escasa. El Ministerio de Salud de Brasil encargó 50.000 dosis a una empresa danesa y las primeras llegarán al país en el mes de septiembre. No se descarta que la antigua vacuna contra la viruela, utilizada para erradicar la enfermedad, pueda proporcionar alguna protección contra esta variante. Pero las nuevas generaciones ya no tienen acceso a la vacuna, que dejó de utilizarse masivamente tras la erradicación de la viruela y actualmente serían las más vulnerables.
La viruela del mono recibió este nombre porque el virus específico fue aislado en 1958 en poblaciones de esos animales criados en laboratorio, pero en la naturaleza, sus hospedadores principales son los roedores. Lo cierto es que de alguna forma, este virus pasó a detectarse en los seres humanos. El primer caso en personas fue identificado en 1970 en el Congo, y hasta mayo de este año, cuando comenzó a propagarse a nivel mundial, ocasionalmente se registraban casos en turistas de otros lugares del mundo que habían visitado África.
Los expertos han sido unánimes al afirmar que el brote actual de viruela símica nada tiene que ver con el contacto de las personas con monos, aunque en un sentido estricto, es posible contagiarse de un primate infectado. La transmisión de la enfermedad ocurre mediante el contacto directo con las erupciones, costras o fluidos corporales de una persona infectada con el virus. Este contacto puede darse a través de relaciones sexuales sin protección, lesiones en la piel, contacto en la zona genital con heridas, besos e incluso abrazos. Los objetos, tejidos y superficies con los que el paciente ha tenido contacto también pueden contagiar el virus, además de las secreciones respiratorias de los enfermos.
Para el epidemiólogo Eliseu Waldman, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (FSP-USP), dos hipótesis podrían explicar el brote actual fuera de África en países que nunca habían pasado por esta situación. “Podría ser que haya estado circulando mundialmente desde hace bastante tiempo, sin que se la haya detectado, debido a que se caracteriza por ser normalmente benigna y podría confundírsela con algunas enfermedades de transmisión sexual”, dice el médico. “Otra posibilidad sería que las dificultades que ha impuesto la pandemia de covid-19 hayan contribuido para que el virus no fuera identificado precozmente en individuos fuera de África.
Según Waldman, el virus de la viruela del mono tiende a pasar a circular mundialmente en forma progresiva, fuera del grupo más afectado hasta ahora. “Por el momento, la transmisión ha sido predominantemente entre adultos jóvenes, y mayoritariamente entre varones que tienen relaciones sexuales con varones. Pero la tendencia es que el virus se torne endémico en gran parte del planeta también fuera de ese grupo”, dice el epidemiólogo de la USP. “Cabe destacar que la transmisión puede llegar a prolongarse hasta cuatro semanas después de la infección”. Al tratarse de una zoonosis, una enfermedad que se transmite entre animales y humanos, es posible que la viruela del mono se transmita a las mascotas, lo que podría contribuir a una mayor propagación del virus. Un estudio publicado en la revista científica Lancet divulgó a mediados de agosto que un hombre le contagió la enfermedad a su perro en París (Francia), en lo que aparentemente es el primer caso registrado de este tipo. “Tendremos que implementar una buena vigilancia epidemiológica, sensible y oportuna, plenamente articulada con los servicios de salud y con los institutos de investigación y las universidades”, dice Waldman.
Republicar