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Personalidad

El geógrafo de la inclusión

Milton Santos, fallecido en junio, defendía el papel vital de los desposeídos

En una investigación realizada por la revista IstoÉ, acerca de quién sería el brasileño del siglo, el geógrafo bahiano Milton Santos recibió el 19,3% de los votos de los lectores. Aun así, el profesor, fallecido en junio de este año a los 75 años, conocía bien a sus compatriotas. “Los premios son un día y viven en el círculo que sabe de ellos. Mi vida de todos los días es la de negro, y como tal, mantengo con la sociedad una relación de negro. En Brasil, ésta no es de las más confortables”, dijo en una entrevista. Fue precisamente esa visión “incómoda” de outsider en su país lo que le permitió vislumbrar nuestras miserias como pocos.

Nacido el 3 de mayo de 1926, en Brotas de Macaúba, en Chapada Diamantina, Bahía, publicó en el transcurso de su carrera 40 libros y 300 artículos, la mayor parte en el exterior, habiendo dado clases en Francia (incluso en la celebrada Sorbonne), Canadá, Venezuela, Tanzania, Inglaterra y Estados Unidos, donde integró los cuadros del Massachusetts Institute of Technology (MIT). También fue consultor de la OIT, de la OEA y de la Unesco. En 1994, recibió la mayor distinción que se le pueda otorgar a un geógrafo, el premio Vautrin Lud, concedido por primera vez a un investigador no anglosajón. Murió como profesor del Instituto de Filosofía y Letras de la Universidad de São Paulo (USP).

Su impresionante curriculum otorgó a Santos acreditación como para convencer a sus compatriotas de que sus ideas, polémicas, deberían ser tomadas en serio. Crítico intransigente de la globalización, Santos afirmaba que ésta exigía un acento nacional para poder ejercer su política. Y por encima de todo, que no era el único camino posible, pues la creencia en una técnica internacional todopoderosa solo serviría al capital y a su ideología, una invasión de territorios y nacionalidades, como declaró a un periódico. Para el geógrafo, era mejor pensar en los excluidos que, según él, son la única fuente de creación de los países pobres.

Los miserables, los despreciados por la elite, serían, como describe en A Natureza do Espaço (1996), el único estrato dotado de poder transformador en la sociedad, sus únicos actores sociales. Los pobres, en especial los de los sectores urbanos, no tienen empleo, pero tienen trabajo, fuente de descubrimiento cotidiano. La elite, según Santos, sería prisionera del confort, enflaquecida por el consumo y sin interés en el descubrimiento, por lo nuevo, por el cambio. En este apartado, su blanco principal era la clase media, la mayor defensora de la globalización.

Su amor por los desposeídos se manifestó desde joven, cuando Santos, en el gimnasium, leyó A Geografia Humana, de Josué de Castro, obra reveladora que lo llevó a los estudios de la geografía no bajo el prisma de la ciencia, sino bajo el de las humanidades. Por eso, después graduarse en Derecho, en 1948, en la Universidad Federal de Bahía, inició sudoctorado en Geografía en la Universidad de Estrasburgo, en Francia. La distancia práctica de su principal objeto de estudio, Brasil, hizo que se convirtiera en un teórico preocupado con los problemas sociales brasileños.

Esa visión no le rindió amigos durante el régimen militar. Preso por 90 días a manos de los militares en Salvador, tuvo un infarto y un derrame facial. La enfermedad lo libró de la cárcel, pero se vio obligado a partir hacia un exilio forzoso de 13 años. De regreso a Brasil, en 1977, encontró espacio en la USP. Sin embargo, era un crítico implacable de lo que llamaba “la capitulación de los intelectuales”, que, según Santos, estarían más preocupados en sobrevivir que en investigar, lo que los acercaba peligrosamente al establishment.

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