HÉLIO DE ALMEIDAEl martes 1º de octubre por la tarde, Carlos Vogt, presidente de la FAPESP, se reunió con 24 investigadores, todos éstos directores de institutos de investigación paulistas vinculados a las áreas de biología, bioquímica y ciencias biomédicas, en la sede del Instituto Butantan. Entre otros, se encontraban en la ocasión Erney Camargo, del propio Butantan, Walter Colli, del Instituto de Química de la Universidad de São Paulo (USP), y Henrique Krieger, del Instituto de Ciencias Biomédicas, también de la USP.
En la agenda de esa reunión, los dramáticos efectos de la coyuntura económica imperante en el país, en particular la crisis cambiaria, sobre el fomento a la investigación científica en São Paulo. Había un cierto temor diseminado en el ambiente de que el hasta ahora bien guarnecido sistema paulista de ciencia y tecnología, sólido y estable como ningún otro en el país, estuviera ante la amenaza de daños irreparables en la continuidad de su desarrollo.
Explicando: el 7 de agosto pasado, y ante las abultadas pérdidas de valor del real con relación al dólar, la Fundación tomó la decisión de suspender, en carácter de emergencia y temporalmente, el giro de recursos destinados a la importación de bienes y servicios para proyectos de investigación en marcha y el otorgamiento de ese tipo de recursos para nuevos proyectos. Ahora bien, en un sistema en el cual el grado de dependencia de las importaciones es de tal magnitud que nada menos que un tercio del presupuesto de su agencia financiadora, la FAPESP, es ejecutado en dólares -a causa de los contratos de compra de equipamientos e insumos, sumado al pago (menos significativo) de becas en el exterior-, es de imaginarse el clima sombrío que el anuncio de tal medida diseminó en el seno de la comunidad científica. E incluso a expensas de que se enfatizó su carácter transitorio.
Pero el 1º de octubre no se ampliaría el arsenal de malas noticias. Lo que se estaba poniendo en discusión fundamentalmente eran ciertas formas de menguar o esquivar los perjuicios ocasionados por la suspensión pura y simple de las importaciones. Y un paso en ese sentido, tal cual Vogt explicó, acababa de darse, con una nueva decisión de la Fundación sobre importaciones de emergencia. En el texto que la anunciaba, se informaba que: “a fin de atender situaciones extremas, en las cuales esa medida (la suspensión de las importaciones) acarrearía perjuicios irreparables para el desarrollo de proyectos en marcha, la FAPESP podrá autorizar, en carácter excepcional y al límite de su disponibilidad presupuestaria, la importación de material de consumo y piezas de repuesto, en la cantidad mínima indispensable”.
Era algo significativo, en un cuadro en el cual la cotización del dólar en reales experimentó un aumento del 67,5% en 2002, hasta comienzos de octubre (de acuerdo con el periódicoFolha de S. Paulo , edición del 10 de octubre. Por cierto, tan solo en la primera semana del mes, la cotización subió un 7%). El encuentro en el Butantan no fue el primero ni sería el último entre directivos de la FAPESP y los preocupados representantes de la comunidad científica para abordar el tema de las importaciones.
Lo precedió una reunión efectuada en la tarde del 27 de septiembre, en la propia sede de la Fundación, entre su presidente, su director científico, José Fernando Perez, los prorrectores de investigación de cuatro de las cinco universidades públicas del estado de São Paulo -Luís Nunes de Oliveira, de la USP, Fernando Ferreira Costa, de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), Marcos Macari, de la Universidad Estadual Paulista (Unesp), Nestor Schor, de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp)- y el vicerrector de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), Romeu Cardozo Rocha Filho. A propósito, en ese primer encuentro, se ajustaron los términos de la medida sobre importaciones de emergencia para material de consumo, que están detallados en el sitio de la FAPESP (www.fapesp.br).
Y otras reuniones se seguirían: el 3 de octubre, una entre Perez y los miembros del Consejo de Posgrado y del Consejo de Investigaciones de la USP; el día 10, una con la Congregación del Instituto de Ciencias Biomédicas de la USP; el día 11, con la Comisión de Investigaciones de la Unifesp; el 24 de octubre, con los profesores de la Unicamp que tienen proyectos que cuentan con el apoyo de la FAPESP. Asimismo, el 7 de noviembre, Vogt hará una presentación en el Instituto de Investigaciones Tecnológicas del Estado de São Paulo (IPT, sigla en portugués), y el día 13, en Ribeirão Preto, para profesores de las facultades de Medicina y Filosofía, Ciencias y Letras de la USP.
El resultado de esas reuniones, pese a que persisten residualmente en la comunidad científica manifestaciones de insatisfacción y críticas a la actuación de la FAPESP, es un cierto alivio y, sobre todo, el esbozo de una actitud de reconocimiento ante la necesidad de afrontar de manera conjunta y organizada los problemas que en este momento afectan fuertemente al sistema de investigación paulista en general. “La cuestión de las importaciones de emergencia para material de consumo fue resuelta de manera correcta y todos se han quedado más tranquilos”, dice Luís Nunes, por ejemplo. Nunez informa que asistió a la primera reunión “con una idea bien definida de que había un subconjunto de la comunidad que se veía bajo la amenaza de sufrir fuertes perjuicios”.
Este grupo estaba formado por investigadores que dependen de material de consumo perecedero, tales como materiales radioactivos, de los cuales no se pueden comprar grandes cantidades y hay que renovar la compra todos los meses; y por otros investigadores con proyectos estacionales, que sencillamente no seguirían adelante si el material de consumo no estuviera disponible en una fecha previamente definida, como es el caso, por ejemplo, de quienes deben hacer pruebas de una vacuna con un gran número de personas ya convocadas. “Esas situaciones ha sido resueltas”, subraya Nunes.
Algunos ven la crisis cambiaria como “uno de los varios factores que contribuyeron para las pérdidas patrimoniales de la Fundación”. Pero aun así, como en el caso de Erney Camargo, éste asegura que “todos entendieron que la variación del cambio impone una retracción del gasto y nadie cuestiona las medidas restrictivas. Pero queda la preocupación de que las restricciones no se apliquen uniformemente. Entendemos que no pueden existir grupos privilegiados”. Camargo agrega que, si las dificultades cambiariasson una realidad, “tenemos deadaptarnos a ello. El proceso de adaptación implica establecer prioridades, y la FAPESP obró correctamente al dejar en manos de los investigadores la definición de las prioridades de importación”.
Empero, con seguridad, según Nunes, surgirán algunos casos especiales de importación de equipos que no están cubiertos por la medida de las importaciones de emergencia y que requerirán un análisis caso por caso de parte de la FAPESP. “Ya he recibido una carta de una investigadora cuyo proyecto requiere con urgencia la importación de un equipamiento, sin el cual ella deberá pararlo. Ese caso deberá analizarse, y otros casos como ése se van a multiplicar si la difícil situación cambiaria se extiende por mucho tiempo”, dice.
Soluciones solidarias
Aparentemente, se está difundiendo entre la comunidad científica paulista la visión de que se está ante un problema generado fuera del sistema de investigación. Y que, no obstante, debe ser enfrentado también por dicha comunidad y por las diferentes instituciones que integran el sistema de investigación del estado de São Paulo, en una batalla articulada con soluciones de corto plazo, y otras de mediano y largo plazo.
A decir verdad, la crisis cambiaria que en este momento disemina sus efectos perversos sobre el sistema de investigación en Brasil ha puesto en descubierto, por un lado, el problema de la extrema dependencia de bienes y servicios producidos fuera del país que padece el desarrollo científico nacional. Y, por otro lado, en el caso paulista específicamente, la despreocupación hasta ahora reinante con relación al grado de utilización efectiva de los equipamientos importados, debido a la cómoda situación económica que se mantenía desde hacía varios años en la investigación en el estado.
Que la dependencia del exterior es actualmente un hecho preocupante, ya lo señaló el presidente de la FAPESP en un artículo publicado en el diarioFolha de S. Paulo el 17 de octubre, intituladoCiência, Tecnologia e Inovação: Urgências do Brasil . En dicha nota, Vogt observaba que “el país prácticamente no cuenta con ninguna infraestructura para la producción de los insumos necesarios para el desarrollo de las investigaciones, siendo que éstos, en su gran mayoría, son importados mediante contratos en dólares”. Vogt añadía luego que el presupuesto de la FAPESP, que en reales osciló en los últimos siete años en torno a los 350 y los 400 millones de reales, en dólares se redujo a la mitad en 2002, si se lo compara con el de 1996, “situación que se agrava debido a las crisis cambiarias que, como la que ahora vivimos, de tiempo en tiempo asolan al país”.
A partir de allí, considerando que, en este caso, lo que vale para la FAPESP en São Paulo vale para el sistema de financiamiento a la investigación en todo el país, Vogt concluía en la “urgencia de invertir en la nacionalización de los productos, ya sea de bienes de servicio o de capital para ciencia y tecnología, para de tal forma contribuir vigorosamente para destrabar el funcionamiento del sistema, por una parte, y para reducir drásticamente sus costos, por otra”.
En el mismo punto toca Marcos Macari, que, simultáneamente con su cargo en la Unesp, es consejero de la FAPESP. Primeramente, Macari aclara su postura con relación a la suspensión de las importaciones por parte de la Fundación. “De acuerdo con la lectura que yo hago, la comunidad científica debe apoyar a la agencia, porque la suspensión se dio dentro de un cuadro de preocupación conla preservación del patrimonio de la institución”, dice. Con relación a la serie de reuniones que la FAPESP promueve en torno al tema, Macari piensa que la comunidad científica debe realmente ser informada sobre los procesos de decisión que se efectivizan en la agencias de fomento. Sin información, dice, “la comunidad se siente en el derecho de interpretar las cosas de la manera que le sea más conveniente”.
Pero, esbozando luego una mirada amplia con relación al problema, lo que Macari observa es que “nuestro avance científico depende del avance tecnológico de los países desarrollados, sobre lo cual no tenemos ningún control”. Para el prorrector, “Desgraciadamente, no tenemos en nuestro país un polo industrial de equipamientos de investigación, y apenas si hemos iniciado un proceso incipiente de fabricación de reactivos”. Macari está persuadido de que el problema debe enfrentarse políticamente, pues es de vital importancia que se instalen en el país empresas que produzcan equipos e insumos, para reducir la vulnerabilidad de la investigación brasileña.
De cualquier manera, Macari entiende que ése es un objetivo que requiere plazos y defiende que en este tiempo se adopten políticas de maximización del uso del parque de equipamientos existente. “La FAPESP puede adoptar una política de esa índole. No tiene sentido tener un equipamiento de 30 mil ó 40 mil dólares en una sala y uno igual en otra. Claro que existen especificidades, estandarizaciones, pero un mismo equipo puede ser en muchos casos compartido por dos o más grupos de investigación, cosa que continua siendo una práctica corriente en países como Inglaterra, de donde he regresado en estos días”. Macari cree que las épocas de crisis sirven más bien para el aprendizaje que para las críticas ácidas, y asevera: “Tenemos que preservar a nuestra Fundación”.
La idea de compartir equipamientos es defendida también por el prorrector de investigación de la Unicamp. “Pienso que el mecanismo de importación debe ser estudiado nuevamente. Y la cuestión de compartir equipamientos debe ser incentivada como una práctica necesaria”, resume Fernando Ferreira Costa. Es una tendencia natural del investigador, dice, el querer tener el control total sobre el equipamiento de investigación. “Pero si existe un equipamiento con un cierto grado de ociosidad en su uso, ¿por qué comprar otro? Si un equipamiento de una generación anterior funciona, ¿es necesario comprar uno de última generación?” Claro que si un equipamiento ha perdido su utilidad, argumenta, es necesario otro. “El buen tino debe imperar en esas decisiones, y no siempre es eso lo que se detecta”, añade. Aún en el campo de los esquemas de importación, Costa incluye como una alternativa que debe estudiarse la de las compras en grandes lotes, que pueden resultar en una reducción de costos.
Entre las ideas planteadas para enfrentar el actual momento de crisis, Luís Nunes destaca también como interesante la que propuso Nestor Schor, de la Unifesp, en el sentido de estructurar un banco de informaciones de productos importados disponibles en el sistema de investigación de São Paulo. “Con ello, si un investigador tiene exceso de un producto que le está faltando a un colega, el primero puede suplir la necesidad del segundo.”
Articulación Brasil-São Paulo
El mensaje sutil que parece estar por detrás de las palabras de Macari, en especial cuando defiende el compartir equipamientos, indica que la comunidad científica paulista debe entender que no se encuentra tan completamente al margen y a salvo de lo que sucede en el área de ciencia y tecnología en el resto del país, a punto tal de no admitir siquiera la revisión de los criterios generosos con los cuales tradicionalmente la FAPESP podía dar cabida a su demanda de recursos para la investigación. Por cierto, eso es prácticamente lo mismo que dice Costa, claramente: “En los últimos diez años, la FAPESP ha sido una agencia que satisfizo todas las necesidades de la comunidad científica de São Paulo. Si la actual situación, con el desequilibrio cambiario, crea un escenario diferente, con dificultades que antes no existían, la comunidad y la FAPESP deben enfrentarlo, como aliados que son. Y creo que la comunidad entenderá esto y obrará en consecuencia”.
La primera señal que la comunidad científica paulista recibió en el sentido de que no está al margen de aquello que sucede en el sistema nacional de ciencia y tecnología fue la ampliación de las exigencias de la FAPESP para el otorgamiento de becas desde el año pasado, lo que resultaría en la reducción del número de pedidos aceptados por la Fundación. La reacción fue de una cierta irritación en una parte de la comunidad, pero poco a poco la mayoría de los investigadores fue comprendiendo lo que pasaba. “Los docentes tiene una noción clara de que se estaba registrando una reducción del otorgamiento de becas para São Paulo por parte de las agencias federales, lo que acabó afectando a todo el sistema”, comenta Costa.
De hecho, el aporte del Consejo Nacional de Desarrollo Científico (CNPq) para becas y auxilios en São Paulo está disminuyendo desde hace años (en becas, del 39,2% de las concesiones de la agencia en 1995, al 29,9% en 2000, de acuerdo con la Reseña Estadística del CNPq), y a contramano de la demanda. Y si no se produjo un colapso en el sistema de becas del estado fue solamente porque la FAPESP estuvo en condiciones de ir supliendo el progresivo retroceso del apoyo federal año tras año, hasta 2000. De acuerdo con los informes anuales de actividad de la Fundación, y tomando 1994 como año base, cuando la Fundación otorgó 1.282 nuevas becas, la expansión del número de nuevos otorgamientos llegó al 306,5% en el año 2000.
Con ello se supero bastante el porcentaje del 30% de participación de las becas en el presupuesto de la FAPESP, que la institución históricamente consideraba como el máximo para mantener el equilibrio del sistema, basado en el equilibrio entre becas y auxilios. Era necesario, por lo tanto, tomar medidas para restablecer tal equilibrio. Esto se logró en 2001, considerando el total de becas otorgadas con relación al mismo año base (1994), hubo una expansión del 214,3%. En el caso de los auxilios a la investigación, tomando también 1994 como año base -cuando la FAPESP concedió 2.172 auxilios en sus diversas modalidades-, la expansión fue del 65,9% en 2000, con la concesión de 3.604 nuevos auxilios, y del 42,8% en 2001, con 3.102 nuevos otrogamientos.
La noción de que es necesario pensar el sistema paulista en articulación con el sistema nacional de ciencia e tecnología es sin dudas clara en el artículo ya mencionado de Vogt, que acumula la presidencia de la FAPESP junto con una vicepresidencia de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC), la entidad representativa de la comunidad científica nacional. En dicho texto, Vogt lista, entre las urgencias de la ciencia, la tecnología y la innovación en Brasil, la implementación de la ley que asegure la no retención de los recursos federales para el área, la autonomía de la gestión financiera del CNPq, de la Coordinación del Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes) y del sistema público de enseñanza superior en el país, y también la necesidad de garantizar el funcionamiento autónomo y regular de las fundaciones de apoyo a la investigación, las FAPs, en losestados en que éstas existen, y su creación de en los estados que aún no cuentan con dichas agencias.
Al final de todo esto, Vogt propone la inversión en la nacionalización de la producción de bienes para ciencia y tecnología, entre otras medidas para asegurar la existencia de un modelo sólido de desarrollo científico y tecnológico en el país. El caso de la FAPESP, dice Vogt a cierta altura, “es ilustrativo sobre la urgente necesidad de reorganizar el sistema de financiamiento a la investigación en Brasil”.
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