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Política C&T

El inventario de las especies brasileñas

Un libro que resume el conocimiento catalogado sobre la biodiversidad existente en el país

La biodiversidad brasileña reúne alrededor de dos millones de especies, de las cuales se conoce tan solo un 10%. Cada año el total de especies catalogadas crece un 0,6%, un lento ritmo impuesto por el escaso número de especialistas en actividad, y que puede condenar a la ciencia brasileña a diez siglos de trabajo como mínimo, hasta que logre describir a todas las familias de taxones existentes en el país. “Claro que sería imposible inventariar todo, aun cuando hubiera un sustancial aporte de recursos adicionales. Pero el gran reto consiste en saber en dónde concentrar los esfuerzos”, dice Thomas Michael Lewinsohn, del Instituto de Biología de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp).

Lewinsohn coordinó un amplio inventario nacional sobre el estado actual del conocimiento acerca de la diversidad brasileña, y produjo la primera estimación total de especies, descritas o todavía desconocidas en el país, para el Ministerio de Medio Ambiente (MMA), con el objetivo de servir de base para la Política Nacional de Biodiversidad, y con el apoyo de Conservation International de Brasil. Los principales resultados de la investigación, a los que se arribó en 2000, acaban de ser publicados bajo el título de Biodiversidade Brasileira: Síntese do Estado Atual do Conhecimento, por Editora Contexto.

Ese libro, escrito en coautoría con Paulo Inácio Prado, del Núcleo de Investigaciones Ambientales de la Unicamp, incorpora las conclusiones de siete documentos producidos por especialistas como parte de la investigación, sobre la biodiversidad de organismos de agua dulce, invertebrados marinos y terrestres, vertebrados y la diversidad microbiana. Reúne también gráficos y tablas que analizan las respuestas dadas por 400 investigadores a un cuestionario elaborado por Lewinsohn, al margen de la primera compilación de datos sobre la diversidad biológica de todos los grupos taxonómicos existentes en Brasil, y de estimaciones para aquéllos sobre los cuales no había información disponible. El libro contiene también un conjunto de recomendaciones para el avance del conocimiento de la biodiversidad. Todo eso en 176 páginas.

La versión completa de la investigación, de cerca de mil páginas, será publicada en breve por el MMA.El resultado es un balance inédito y detallado del conocimiento y de la capacitación actual sobre la biodiversidad. “Una de las conclusiones es que sabemos mucho sobre algunos grupos de especies en algunos ecosistemas”, afirma. Es el caso de la mayoría de los vertebrados, cuya excepción principal son los peces de agua dulce. No obstante, existen grupos de organismos importantes, como las bacterias, hongos, nematodos y ácaros, que son aún poco conocidos. “Hoy en día estamos conociendo razonablemente ciertos ecosistemas”, continua Lewinsohn, citando el ejemplo de los biomas de las regiones sudeste y sur, y la de la Amazonia. Por otro lado, la llamada Caatinga y el Pantanal, e incluso los campos del sur permanecen siendo muy poco conocidos. Por lo que todo indica, el conocimiento de la diversidad en los grandes biomas es aún inadecuado para la mayoría de los grupos de organismos.

Solamente las plantas con flores del Bosque Atlántico obtuvieron un grado medianamente “bueno” de conocimiento, de acuerdo con la evaluación de los especialistas consultados. Las diferencias regionales también pueden percibirse en la falta de investigadores capacitados. Las condiciones institucionales de las regiones sur, sudeste y norte son más favorables para el desarrollo de investigaciones que las demás. “Al menos el 50% de los inventarios publicados se concentra en las regiones sudeste y sur, en donde también se encuentra la mayoría de los investigadores y de las instituciones”, observa. La falta de conocimiento sobre la biodiversidad no es un problema brasileño, sino mundial. “Se hace un esfuerzo descomunal y se invierten miles de millones de dólares para investigar si existe vida en Marte antes de inventariar la vida acá en la Tierra. La última frontera está aquí”, afirma Lewinsohn.

Pero hay excepciones, principalmente entre algunos países europeos, como Gran Bretaña, Holanda y Finlandia. Gran Bretaña, por ejemplo, cuenta desde hace 40 años con un Atlas de la Flora Británica, con todas sus especies de plantas identificadas y mapeadas en unidades de 10 por 10 kilómetros. Las dificultades son mucho mayores cuando se trata de naciones con megadiversidad, como es el caso de la de Brasil, que representa alrededor del 14% de la diversidad mundial. “La mayoría de los países megadiversos son del Tercer Mundo. Pero Brasil, al igual que México, Sudáfrica y la India, cuenta con capacidad institucional propia: museos, cursos de posgrado y de formación de expertos”, acota. Es necesario utilizar el conocimiento y la capacidad actual de los especialistas brasileños. “Cualquier política de investigación de la biodiversidad y de su aplicación deberá ser múltiple y flexible, para aprovechar así posibilidades específicas y definir metas realistas de corto y mediano plazo”, sugiere.

Los grupos de ácaros, nematodos del suelo, hongos y bacterias, con taxonomías poco conocidas, por ejemplo, merecerían programas especiales de incentivo a la formación y radicación de especialistas, inventarios intensivos en localidades seleccionadas y estímulo a la formación de colecciones de referencia, entre otros. La investigación también permitió constatar que la calidad y la utilidad de los archivos de las colecciones biológicas existentes se ve comprometida por la falta de curadores profesionales efectivamente empleados con esa incumbencia, debido a la falta de técnicos y de personal de apoyo para llevar adelante las rutinas indispensables para la conservación y la organización del archivo, al margen de la falta de fondos estables para costear el material de consumo para su mantenimiento, solo por mencionar citar algunos problemas.

“Algunas de esas dificultades pueden sortearse con inversiones relativamente pequeñas, siempre y cuando se utilice en forma competente”, añade. Pero, más allá de invertir en calidad, catalogación y estudio del material ya catalogado, es necesario fortalecer y crear nuevos núcleos de investigación volcados a la investigación de la biodiversidad. “El factor crítico es la fijación de contingentes mínimos de profesionales competentes y activos en cada institución “, concluye.

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