Puede ser que la descontaminación de la Bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, demore todavía, pero al menos los invertebrados y los peces que allí viven muestran índices aceptables de contaminación con mercurio inorgánico y con su forma más tóxica: el metilmercurio. Helena Kehrig, da Universidad Federal de Río de Janeiro, y Mônica Costa, de la Universidad Federal de Pernambuco, realizaron un seguimiento durante diez años del proceso de acumulación de esas formas de mercurio en los mejillones y en dos variedades de peces: la ‘tainha’ y la corvina.
Las conclusiones, publicadas en Marine Pollution Bulletin, dejan claro de qué forma el mercurio y el metilmercurio se acumulan en los organismos, a medida que se sale de la base de la cadena alimentaria en dirección a la cima. En la corvina, que se alimenta de langostinos y otros peces, prácticamente todo el mercurio acumulado en su tejido muscular es metilmercurio (un 98%), casi tres veces más que en el mejillón. Pero, ¿cómo explicar esas bajas concentraciones en los animales, si alrededor de la bahía existen alrededor de 10 mil industrias, e incluso una fuente de mercurio? Una de las razones son las corrientes marinas, que permiten un intenso intercambio de agua con el océano.
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