El Programa de Innovación Tecnológica en Pequeñas Empresas (PIPE), una iniciativa inédita en el país implementada por la FAPESP en 1997, ha llegado a la marca de 330 proyectos. Durante este tiempo, la Fundación invirtió 55,1 millones de reales en la investigación y el desarrollo de productos y procesos en ambiente empresarial y en el financiamiento consistente en becas para investigadores que forman parte de este emprendimiento. Los recursos del PIPE permitieron la creación y consolidación de 287 empresas en 63 municipios del estado de São Paulo.
Los resultados alcanzados llevaron a la Fundación a incrementar las dotaciones de recursos destinados al programa. Los límites de financiamiento de la Fase 1 -un período en el que se verifica el carácter innovador del proyecto, la metodología y el potencial comercial del nuevo producto- subieron de 75 mil a 100 mil reales. En la segunda fase, de desarrollo del proyecto propiamente dicha, el apoyo trepó de 300 mil a 400 mil reales.
Un ejemplo emblemático del éxito del programa es el de Hormogen Biotecnologia, una empresa constituida por científicos del Instituto de Investigaciones Energéticas y Nucleares (Ipen, sigla en portugués) y pionera en la producción de la hormona de crecimiento (hGH) en el país. El Pipe patrocinó el desarrollo de este medicamento hasta la producción piloto, atrayendo el interés del mercado. En 2002, el control accionario de Hormogen pasó a manos de la industria farmacéutica nacional Biolab-Sanus, que planea iniciar la producción de hGH en 2005. La meta es conquistar en una primera fase un 10% del mercado nacional de un millón de dosis con precio un 20% inferior a su similar importado.
El caso de Hormogen es paradigmático de la trayectoria proyectada para el programa: la fase de análisis de factibilidad técnica de la idea y la del desarrollo efectivo de la investigación -ambas apoyadas por la FAPESP-, y una tercera, de desarrollo de nuevos productos, bajo los auspicios de un socio privado.”Fue el programa más audaz de la FAPESP. Demuestra de manera palmaria el compromiso de la Fundación con la innovación tecnológica desarrollada en el estado de São Paulo”, evalúa José Fernando Perez, director científico de la Fundación.El PIPE se inspiró en el Small Business Inovation Resource (SBIR), un programa mantenido con un 2,5% del presupuesto de las agencias gubernamentales estadounidenses, con un presupuesto superior a los 100 millones de dólares.
La visionaria sugerencia de crear un programa similar en São Paulo fue de Alcir José Monticelli, de la Facultad de Ingeniería Eléctrica y de Computación de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) y miembro del Consejo Superior de la FAPESP, fallecido en 2001. A la época, Monticelli era asesor directo de la dirección científica. “En 1996 se encontraba abocado al análisis de dos proyectos de innovación tecnológica de pequeñas empresas que le fueran enviados por la National Science Foundation (NSF).
Su elección como asesor se debió al hecho de que sus artículos aparecían como referencia en los proyectos. Fue allí cuando se dio cuenta de que el programa podría adaptarse a Brasil”, recuerda Perez. En esa misma época, en Michigan, Perez comentó la idea del Pipe con Marcos Mares Guia, ex presidente del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y fundador de Biobrás, una empresa nacional precursora en la producción de insulina, quien se entusiasmó con la propuesta. Mares Guia, que por ese entonces vivía en Miami, para sorpresa de Perez le contó que tenía un proyecto del programa SBIR financiado por los National Institutes of Health (NIH).
Monticelli y Mares Guia -el primero, un referente para la agencia internacional, y el segundo, un emprendedor nacional en migración a Estados Unidos- constituían en sí mismos la prueba concreta de que Brasil contaba ya con capacidad instalada para hacerse cargo de una propuesta de innovación. “Estábamos exportando gente para llevar adelante proyectos y contábamos con personas competentes como para evaluar proyectos”, sintetiza Perez.Con ese apoyo a la apuesta, Monticelli y Francisco Antonio Bezerra Coutinho, asesor de la Fundación, quedaron a cargo de elaborar las normas para el programa, en los mismos moldes y con los mismos requisitos de la NSF. Los proyectos, presentados por investigadores ligados a pequeñas empresas, son analizados por dos asesores ad hoc, científicos del área ligada al proyecto.
El Pipe fue lanzado en julio de 1997 en la FAPESP, en presencia del entonces ministro de Ciencia y Tecnología, Israel Vargas, y del gobernador Mário Covas. “El escepticismo con relación a la viabilidad de aplicación del modelo de la SBIR en Brasil resultó en una cierta resistencia hasta su aprobación”, recuerda Perez. “Algunos creían que no tendríamos demanda y los más optimistas apostaban a un máximo de 20 proyectos”. Ochenta proyectos fueron presentados como respuesta al primer llamado. De ellos, 30 fueron rechazados y los restantes sometidos a una evaluación más minuciosa. De los 50 analizados, 32 obtuvieron un dictamen favorable. Los primeros contratos se firmaron en el Palacio dos Bandeirantes [sede de la Gobernación], a pedido del propio gobernador, que había quedado impresionado con el éxito de la iniciativa.
La gestión del negocio
Para consolidar la inserción de las empresas del Pipe en el mercado y apoyar la gestión del negocio, la FAPESP, en sociedad con el Instituto Empreender Endeavor y el Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas (Sebrae), creó en 2003 el programa PIPE Emprendedor de capacitación de empresarios. Una evaluación del Endeavor reveló que muchas de las empresas del PIPE tienen un foco excesivo en el producto y reducido en el negocio como un todo. Para superar esta limitación se ideó una serie de actividades presenciales y a distancia, reuniones de consejería estratégica con ejecutivos de la rede Endeavor y desarrollo de proyectos específicos junto con estudiantes de posgrado, entre otras actividades. Estos cursos son llevados adelante por el W-Institute, colaborador educativo contratado.
La contribución del Pipe para con la innovación tecnológica estimuló la creación de un proyecto similar a nivel nacional: el Programa de Apoyo a la Pequeña Empresa (Pappe), lanzado el año pasado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT) con recursos de la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep).La meta de la FAPESP es ahora articular sociedades que le aseguren a esas empresas recursos para financiar la producción. “No compete a la Fundación en su carácter de agencia de fomento financiar la producción”, dice Perez. Las empresas deberían contar en esta fase con el apoyo del capital de riesgo o de organismos tales como el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES).
Y aquéllas que integran el Pipe y el Pappe, según Perez, forman un capital de gran valía, que la nación tiene la obligación de apoyar. “Se ha invertido mucho en la generación de la innovación, pero cabe ahora viabilizar la producción. El hecho de que estas empresas cuenten con el apoyo de agencias de fomento en la fase de investigación debería catapultarlas al lugar de prioridad para lograr el apoyo por parte del banco.”
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