Vital Brazil dejará de ser tan solo el nombre de una calle. Río de Janeiro es el punto de partida de un movimiento de rescate de la memoria de este científico, sanitarista, farmacéutico, biólogo y clínico, de intensa actuación en São Paulo y en Río en las postrimerías del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, hasta su muerte en 1950, a los 85 años. El Instituto Vital Brazil de Niterói – una creación de este científico – ha editado este año un ejemplar con más de mil páginas con su obra científica completa, organizada por el historiador André de Faria Pereira Neto. Dicho material esta disponible también en el sitio del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), en el marco de un trabajo realizado en convenio con el Instituto Vital Brazil e igualmente a cargo de Pereira Neto (www.prossiga.br/vitalbrazil/).
La numerosa familia del científico, que se encuentra en su mayor parte concentrada en Río, organizó una fundación llamada Casa Vital Brazil. Al margen de ser responsable por el nombre del científico, la fundación compró recientemente la casa en la cual éste nació, el 28 de abril de 1865, en la ciudad de Campanha (Minas Gerais). Allí se está organizando el Museo Vital Brazil, bajo la dirección de la bisnieta del científico, Rosa Esteves.
Es el comienzo del rescate de su memoria y del rol que Vital Brazil despeñó en la ciencia brasileña y en la historia de la salud pública en el país. Ocurre que actualmente, para las nuevas generaciones, por fuera de la familia y del grupo de seguidores fieles en el mundo de la ciencia, el nombre del científico no representa casi nada. En la Enciclopedia Mirador, por ejemplo, tres párrafos hacen referencia al científico, y uno de éstos lo menciona como un auxiliar de Emílio Ribas en la producción del suero antiveneno.
La reducción de Vital Brazil a un ayudante de Ribas es lamentable. Pese a que Vital Brazil actuó en una época en la cual el movimiento sanitarista juntó a las grandes figuras de la ciencia brasileña – tales como el propio Ribas, que desempeñó un gran papel institucional en la salud pública del final del siglo XIX y el comienzo del siglo XX, por el hecho de haber ocupado un cargo correspondiente al de secretario estadual de Salud; Oswaldo Cruz; Adolpho Lutz y el propio Brazil -, mantuvo durante toda su vida un espacio propio de investigación, en el cual las serpientes ocuparon un lugar central.
El científico descubrió la especificidad del suero de serpiente, que permitió el desarrollo del suero antiofídico, responsable por la salvación de miles de vidas en el interior de un país que estaba expandiendo sus fronteras agrícolas y creando así desequilibrios ecológicos responsables por la proliferación de los ofidios venenosos. Asimismo, Brazil desarrolló medicamentos con base en su investigación sobre los venenos, una vertiente de la investigación que ha producido resultados bastante significativos en los últimos años. Pero existió un tiempo en el cual el nombre del científico brasileño era mucho mayor que la institución que él creó y dirigió: el Instituto Butantan. Pero incluso siendo su aventura en el mundo de los negocios privados mayor que el Instituto Vital Brazil de Niterói, ésta produjo más investigaciones científicas que propiamente dinero para su dueño. No debe olvidarse que este científico nació pobre y murió sin patrimonio.
Siendo el soporte de la familia, se recibió de médico gracias a un empleo como escribano de policía que le consiguieron los amigos más influyentes de su padre. Construyó de la nada el Instituto Butantan, originalmente llamado ‘Instituto Serumtherapico do Estado de São Paulo’, y conjuntamente con su espacio de investigación científica y producción de sueros formó una familia de nueve hijos con su primera mujer, Maria da Conceição Filipina de Magalhães, con quien vivió prácticamente durante los 20 años en que estuvo en São Paulo. Luego de enviudar, partió en 1919 hacia Niterói, en donde inició la construcción, también de la nada, de su empresa: el Instituto Vital Brazil. Se casó nuevamente en 1920 con Dinah Carneiro Viana, que era 30 años más joven, y tuvo otros nueve hijos.
Vitalidad
Cuando murió en 1950, su familia tuvo que venderle el instituto al gobierno de Río: la obra era del científico y sobrevivía a su sombra. Sin los recursos que éste aportaba para la investigación y sin su vitalidad para unir especialidades y gente en torno a sus investigaciones, el instituto no seguiría delante. Y más allá de esto, de sus dieciocho hijos – nueve que crecieron junto con el Butantan y los otros nueve simultáneamente con el instituto de Niterói y los nietos del primero casamiento -, solamente dos siguieron sus pasos. Uno de ellos, Vital Brazil Filho, que iba a ser su heredero, murió de una septicemia, tras contaminarse en investigaciones con gérmenes y microorganismos en el laboratorio del instituto en Niterói. Oswaldo Vital Brazil, también médico, que aún vive – su nombre es un homenaje a Oswaldo Cruz – trabajó al lado del padre, pero hizo su carrera científica en la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), en farmacología.
Si bien no dejó dinero para sus descendientes, sí los nutrió de un legado moral que hasta la actualidad une a sus incontables nietos y bisnietos. La familia lo venera hasta hoy. El biólogo Oswaldo Augusto Sant’Anna, su primer bisnieto, que nació apenas un año antes de la muerte del bisabuelo y es el único de su generación que se convirtió en científico como él (de la generación de los nietos, solamente dos mujeres siguieron al abuelo), guarda como reliquia una foto autografiada por el bisabuelo, con las siguientes palabras: “A Oswaldo Augusto, que al nacer le trajo gran alegría al corazón de su bisabuelo, por ser su primer bisnieto. Hago votos para que siga mis pasos”.
Con todo, Sant’Anna no sabe si siguió a su bisabuelo en el camino de la ciencia o sencillamente al abrazar la causa de la ciencia con un sentido humanista. “Ese fue el gran legado de mi bisabuelo: él era un humanista, y la vocación familiar no es la ciencia, sino las humanidades”, dice el biólogo. “Crecí viendo la fotografía del ‘Abuelito Vital’ y escuchando historias sobre él”, cuenta la socióloga y artista plástica Rosa Esteves, que eligió al científico como tema de su disertación de maestría en la Escuela de Sociología y Política de São Paulo en 1984.
Especificidad antigénica
Al descubrir, el los albores del siglo XX, que un suero producido con base en el veneno de la cascabel (Crotalus spp) no surtía efecto en una persona envenenada por una yararaca (Bothrops spp), el científico concluyó que el ser humano tiene un mecanismo inmunológico que responde de manera diferente a tipos diversos de toxina. La molécula de la toxina se combina con una molécula específica de la inmunoglobulina y de los receptores, con semejanza funcional, para dar una respuesta inmunológica precisa.
“Ésa es la base de la inmunología moderna”, afirma Oswaldo Augusto Sant’ Anna, el bisnieto que actualmente investiga en el Laboratorio Especial de Microbiología del Instituto Butantan. Según el profesor del Departamento de Bioquímica y Farmacología de la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto de la Universidad de São Paulo (USP), Nelson Vaz, el descubrimiento de la especificidad del suero antiponzoñoso plasmado por Brazil convergió con los resultados de las investigaciones inmunológicas que se estaban llevando a cabo en todo el mundo en esa época. Poco antes, Karl Landstein también había arribado al concepto de especificidad antigénica, pero analizando pequeñas partículas.
Vital Brazil llegó a esa conclusión por medio de un método experimental meticuloso. En 1897, tras pasar un año en Botucatú, adonde fue a ejercer como médico luego de recibirse, fue a trabajar con Adolpho Lutz en el Instituto Bacteriológico de São Paulo. Un año después fue nombrado para dirigir un nuevo laboratorio vinculado al instituto, más tarde transformado en el ‘Instituto Serumtherapico do Estado de São Paulo’, destinado a producir el suero contra la peste bubónica que asolaba al país. No obstante, llevaba consigo desde Botucatú una realidad del interior brasileño: las muertes por picaduras de serpientes.
Al final del siglo XIX, prevalecían los estudios sobre el suero antiponzoñoso desarrollados por el francés A. Calmette. Vital Brazil probó el suero producido por el Instituto Pasteur de Francia, en simultáneo con experiencias desarrolladas en su propio instituto con el veneno de dos serpientes brasileñas que registraban el mayor número de incidencias en el interior del estado: la yararaca y la cascabel. En 1901, Brazil ya constataba que el suero de Calmette, producido con el veneno de serpientes indias najas, no surtía efecto curativo o preventivo en los cobayos picados por una yararaca o una cascabel; y más aún: que los cobayos contaminados con el veneno de la yararaca no respondían a los sueros fabricados con veneno de cascabeles, y viceversa. Era la llamada “especificidad antigénica”.
“Ese descubrimiento tuvo una importancia regional que no puede soslayarse”, afirma Vaz. “La producción de sueros contra picaduras de diferentes serpientes fue fundamental para la época”, coincide Isaías Raw, presidente de la Fundación Butantan. “El descubrimiento de la especificidad del suero tuvo una gran importancia para la salud pública”, afirma la bióloga Maria de Fátima Furtado, del Laboratorio de Herpetología del Butantan. “La constatación de que el tratamiento en accidentes con serpientes debería resolverse en cada región, país o continente fue importantísima en el combate a ese problema”, dice.
Elite científica
A ejemplo de los sanitaristas del comienzo del siglo, que actuaban ante problemas prácticos y emergencias, inmediatamente después del primer descubrimiento Vital Brazil se abocó a un problema que dicho hallazgo imponía: ¿cómo cerciorarse con precisión de cuál serpiente era responsable por un determinado accidente ofídico? De allí al desarrollo del suero polivalente, por él denominado suero antiofídico, todo fue muy rápido: en noviembre de 1901, el ‘Instituto Serumtherapico’ entregaba a la población el remedio, elaborado con los inmunizantes de la yararaca y de la cascabel, que comprendía casi a la totalidad de los accidentes ofídicos ocurridos en Brasil.
Según Pereira Neto, el organizador de sus obras completas, Brazil fue totalmente subyugado por el encanto de las serpientes. Durante los 20 años que permaneció en el Butantan – nombre posteriormente dado al ‘Instituto Serumtherapico’ -, el científico brasileño se dedicó a las serpientes: fabricaba sueros, realizaba el trabajo educativo para expandir su uso por el interior de Brasil y simultáneamente relevaba región por región los accidentes ofídicos; investigaba las propiedades terapéuticas del veneno y efectuaba un minucioso trabajo de clasificación de las serpientes brasileñas.
El desarrollo de fármacos con base en los venenos es una de las ciencias de Vital Brazil que tiene repercusión en la investigación actual. En esto, Brazil fue un precursor, dice Nelson Vaz. “El soluto crotálico, a base de veneno de cascabel, fue producido por el Instituto Vital Brazil hasta los años 70”, cuenta Aníbal Melgarejo, de dicho instituto. El botopril, elaborado con base en el veneno de la yararaca, actúa como coagulador de la sangre y contra dolores de origen canceroso y reumático. Brazil produjo también medicamentos para tratar el cáncer.
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