En mi tarea de definir cuál sería el tema de la portada de la presente edición de Pesquisa FAPESP, experimenté una oscilación entre ciertas posibilidades del futuro y otras del pasado remoto. Al comienzo del mes de octubre surgió ante nosotros una incitante imagen del futuro, cuando un automóvil modelo Palio Weekend Adventure de la Universidad de São Paulo recorrió, sin conductor, 5,5 kilómetros por las calles de la ciudad de São Carlos, en São Paulo. El recorrido, atestiguado por el fotógrafo Léo Ramos y por el equipo de producción de videos de la revista, constituye el punto de partida del reportaje elaborado por nuestro editor de tecnología, Marcos de Oliveira, a partir de la página 58. Vale aclarar que el experimento paulista complementa otros ya realizados a cargo de grandes empresas, tales como Mercedes Benz, Volkswagen y Google, y así también por instituciones universitarias, como por ejemplo, el Instituto Fraunhofer. En tiempos en los que se reafirma, en aras de la producción de conocimiento relevante, la importancia decisiva de la reproductibilidad de los experimentos, esto parece ser un buen indicador de la consistencia del paseo del vehículo autónomo por São Carlos.
En tanto, vestigios de un pasado que data de más de 15 mil años atrás nos llegaron a través de la reciente reclasificación de la especie a la cual pertenece el esqueleto fósil casi completo desenterrado de una caverna de localidad de Campo Formoso, estado de Bahía, en 1992 (registrado por el fotógrafo Adriano Gambarini). No se trata, como entonces se creía, de un Protopithecus brasiliensis, sino de un legítimo Cartelles coimbrafilhoi, ahora debidamente reconocido como el mayor simio que haya vivido en América. El mismo es el objeto del reportaje de nuestro colaborador Igor Zolnerkevic. Al ponderar objetivamente algunos aspectos de relevancia de una y otra investigación ‒la innovadora, alusiva al futuro del automóvil, y la básica en paleontología, referente a un primate extinto en el Pleistoceno‒ y ejercer también el pequeño grado de arbitrariedad que el trabajo de edición siempre admite, la elección final del tema de tapa, a partir de la página 16, recayó en el mono, cuya importancia parece ser decisiva para la reconstrucción de la historia evolutiva de los simios de esta región del planeta.
Aclaremos que el nuevo nombre científico del animal en cuestión es un homenaje al paleontólogo Cástor Cartelle, actualmente investigador en la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais (PUC-Minas), quien descubrió el valioso fósil en Toca da Boa Vista, considerada como la mayor gruta del hemisferio Sur. La nueva denominación del primate americano le cupo a los paleontólogos Lauren Halenar y Alfred Rosenberger, ambos de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, luego de un minucioso análisis de su esqueleto y de compararlo con otros fósiles similares de América del Sur.
También en la sección de ciencia, desearía destacar el reportaje de su editor, Ricardo Zorzetto, sobre las propiedades elásticas de la membrana celular, que varían según el tipo de célula que envuelve y la función que cumple, a partir de la página 50. Ahora se sabe que dicha membrana, con su apariencia tan frágil cuando se la examina en el microscopio, es mucho más que un simple envoltorio del contenido celular, y el grupo de investigación coordinado por el físico Herch Moysés Nussenzveig, trabajando con una herramienta denominada pinza óptica en células del cerebro, de la sangre y de otros tejidos, logró determinar que los distintos tipos de células presentan diferentes propiedades elásticas en sus membranas.
Para concluir, llamo la atención al respecto del reportaje elaborado por el editor especial Carlos Fioravanti acerca del aparentemente paradójico trabajo de ecólogos que, equipados con motosierras y taladros, cortan troncos de grandes árboles en la selva. A decir verdad no, no se trata de una fatal crisis de identidad: en realidad, ellos extraen muestras de árboles para estudiar las variaciones de la humedad y la temperatura en el transcurso de los siglos.
¡Buena lectura!
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