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Economia

Gas por tubería

La Crisis entre Brasil y Bolivia tiene más razones geopolíticas que económicas

No siempre Bolivia estuvo bajo la influencia de venezolanos polémicos. Simón Bolívar, por ejemplo, en honra de quien el país fue bautizado, quería que la nueva nación fuese una asociación de individuos libres e iguales, fraternos, unidos por un mismo proyecto, un mismo contrato. En una carta, escrita poco antes de morir, en 1830, el Libertador se desahogó, menos entusiasta y más realista: Este país va a caer, inevitablemente, en las manos de la masa desorganizada para pasar, después, para las de tiranos casi imperceptibles, de todos los colores y razas. La nación de iguales, hoy, casi se transformó en la boutade dita, en el siglo pasado, por un diplomático español: Bolivia es un nonsense geográfico. Miserable, despoblada, habiendo perdido 53% de su territorio en el primer siglo de existencia independiente, sin salida para el mar, con casi 190 golpes de Estado en su biografía, el sueño de Bolívar es una colcha de retazos de más de 36 naciones indígenas encarapitadas en los Andes en total contrapunto a una minoría blanca concentrada en las regiones orientales, en especial Santa Cruz, en lucha contra su bolivianización.

Ese país arrancó ahora protestas patrióticas de brasileños que no perdonan la osadía del vecino pobre que metió la mano en la  Petrobrás y en nuestro gas. Sin rodeos, estoy preocupado con la deterioración de la democracia en los países que usted mencionó, afirmó, en entrevista reciente, el presidente americano George W. Bush, refiriéndose a Venezuela y a Bolivia. Curiosamente, la elección de Evo Morales fue el resultado de un deseo democrático boliviano de, finalmente, conseguir un país unificado. Antes de dirigir sus baterías contra  Brasil o Chile, lo que él quiso fue intentar una unidad política en un Estado que es casi ficticio, dividido por la cuestión étnica. Él nunca tuvo expresividad en la sociedad boliviana y su partido, Pero, guardadas las proporciones, era un arreglo a toque de caja como el PRN, de Fernando Collor. Evo, sin embargo, fue electo. No por ser socialista, revolucionario etc., sino por ser indio, explica José Alexandre Hage, autor de la tesis de doctorado Bolívia, Brasil y el gas natural, de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp). Hoy los 80% de indios de  Bolívia pueden sentirse simbolizados por un hermano que iría a intentar unir a todos en un bien común, con distribución de renta por medio de la nacionalización de los hidrocarburos. Si va a tener éxito, es otra historia. Pero el simbolismo político de la acción es de un éxito innegable.

Según Hage, la proyección nacional brasileña, tanto por la promoción del poder cuanto por la vía de integración, siempre generó desconfianza entre los vecinos inmediatos. La queja es la de que nuestra política externa traía grabada en su alma el comportamiento de hegemonismo en detrimento de los fronterizos y siempre se temió que Brasil ejercitase una división del trabajo latinoamericano, en que él exportase productos manufacturados y forzase a los socios a  concentrarse en la exportación de productos agrícolas y primarios y esa desconfianza no es actual. Señores Diputados: un vecino poderoso confiado quizá en su propia fuerza pretende desconocer al derecho, pero el pueblo boliviano debe asumir una defensa heroica de sus atributos. El discurso, que parece salido de la boca de Morales ayer, en verdad fue hecho en 1958 por un deputado boliviano contra Brasil. Los que loan el Barón de Río Blanco por la forma firme como lidió con el conflicto de 1903 con Bolivia se olvidan de mencionar que, a su acción, siguieron décadas de sayas (danza típica boliviana) justas entre las dos naciones. Los bolivianos inmediatamente se dieron cuenta de que su geopolítica pasaba por la posesión de los hidrocarburos y fueron pioneros al crear, en 1936, su Petrobrás, la YFPB. El proyecto desarrollador de Vargas necesitaba un superávit de petróleo para conseguir la substitución de importaciones y la industrialización. De ahí el tratado sobre la salida y el  aprovechamiento de petróleo boliviano, en que el dictador brasileño se comprometía a construir una vía férrea para el escoamento del petróleo boliviano, cuenta Hage.

Después del movimiento nacionalista de 1952, en que un grupo de trabajadores indígenas y campesinos estatizó minas e hizo la reforma agraria, Brasil volvió a la carga. En 1958, con los Acuerdos de Roboré, el gobierno brasileño se comprometió a comprar todo el petróleo de Bolivia, dando empleo al gas natural, bien como prometió hacer el transporte por un gasoducto ligando Santa Cruz al Sudeste del Brasil, colaborando, con la construcción de infraestructuras provechosas para el vecino pobre. Así, no es de hoy que el país invierte en la Bolivia a fin de mantener la estabilidad política deseable para salvaguardar  nuestros emprendimientos en suelo boliviano. Pero nuestra diplomacia cambió, y mucho. Creo hasta que un cierto componente ideológico puede estar presente  en las negociaciones entre el gobierno Lula y Morales, pero no pautan las discusiones. La reacción de Brasil a la nacionalización sigue un modelo de casi 15 años desarrollado por el Itamaraty que predica la integración entre los países de la América Latina como forma de inserción segura del Brasil de forma de impedir el poder del Alca, analiza el investigador.

Según Hage, la geopolítica nacional pasó de la arrogancia anterior, en que los veíamos como líderes natos y capaces de ser contrapunto a los EE.UU., como se pensaba en los años 1950 y 60, para una visión de conciliación, más moderna y humilde. A partir de los años 1990, nuestra diplomacia asume la estrategia de amenizar la imagen de país sub-imperialista y pasa a jugar sus cartas en el papel de conductor de una integración con las Américas, renunciando de proyectarse por si mismo, explica Hage. Antes de eso, sólo se pensaba en una cooperación entre Brasil y Argentina, como si los otros vecinos no importasen. Collor se empeñó en eso con el Tratado de Asunción y, después de 1994, con FHC, el gobierno brasileño llegó al punto de creer que el Mercosur era poco: era necesario atraer a la comunidad andina para el bloque integrado. El gasoducto Brasil-Bolivia, el Gasbol, aunque tranquilizado desde los tiempos de Geisel, es el resultado concreto de esa nueva política diplomática de simpatía por nuestros hermanos. Al lado de eso estaba el aspecto práctico.

En 1993 el físico Pinguelli Rosa y el grupo del Cop (Conferencia de las Partes) ya alertaban sobre el potencial agotamiento de las reservas energéticas brasileñas, previendo una crisis de energía eléctrica. Sin condiciones de construir rápidamente (sin hablar en los altos costos) nuevas centrales, la solución parecía estar en las termoeléctricas, que hacían el gas boliviano todavía más atractivo en términos económicos que diplomáticos. Según Hage, de inversión menor y mayor rentabilidad, eran una invitación para la entrada de empresas extranjeras. De ahí, observa, la privatización de empresas como la Comgas. Así, hay un cierto oportunismo de muchos políticos y viejos diplomáticos en atacar la reacción del gobierno actual a la acción de Bolivia. Se puede gustar o no del gobierno Lula, pero lo que ocurrió fue el gran final de lo que había comenzado años antes, durante el gobierno FHC. No se puede culpar exclusivamente al gobierno actual, apenas lamentar que hayan mantenido el mismo modelo, calcado sobre la falacia de que la integración es la solución de los problemas del mundo globalizado, avisa el profesor. Lo que el gobierno Morales demuestra, aunque en escala modesta, es una característica de los países que tienen en los recursos energéticos su mayor triunfo o vulnerabilidad.  Brasil no puede más encarar ese problema con romanticismo, apegado al plan estratégico de inserción vía integración física, lo que lo lleva a soportar melindres de los vecinos en nombre de algo mayor, la unidad suramericana. Como ya decía Afonso Arinos, el cato de integrarse regionalmente sub-entiende, en principio, que hay un apego y un respeto a la afirmación nacional de los países, y no lo contrario. Sólo se integra quien no se entrega.

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