Imagínese un mar en el que, de cada diez especies de animales que viven en el fondo, una puede ser nueva y totalmente desconocida para la ciencia. Una costa con tal riqueza aún no conocida de fauna bentónica – el nombre técnico dado a los moluscos, crustáceos, gusanos y otros seres que habitan el piso de los océanos -, existe de verdad, y en realidad no está tan lejos. Es la porción del litoral norte de São Paulo, en los municipios de São Sebastião, Caraguatatuba y Ubatuba, situada a alrededor de tres horas, yendo en automóvil, de la ciudad de São Paulo. Ocultos en la arena de las playas, incrustados en las rocas costeras, o sencillamente escondidos en las profundidades del mar, algunos de estos animales son bonitos y singulares; otros incluso pueden causar miedo, como el gusano Diopatra cuprea, que es el que se ve en la foto. Probablemente estaban allí, a un paso de ser descubiertos por el hombre, desde tiempos inmemoriales.
Pero faltaba que apareciera alguien con suerte y disposición para revolver en la arena y en las costas a la hora y en el lugar precisos. Y ese ‘alguien’ lo constituyen un grupo de investigadores, que lleva adelante un proyecto temático de la FAPESP que pretende mapear la biodiversidad de la fauna bentónica marina presente en la costa paulista, coordinado por Antonia Cecília Zacagnini Amaral, del Instituto de Biología (IB) de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp).
Luego de efectuar amplias recolecciones, entre enero de 2001 y diciembre de 2002, en tramos de la costa de esas tres ciudades, casi siempre en puntos que no habían sido objeto de trabajos exploratorios en el pasado, los investigadores del proyecto pararon el trabajo en el campo y se abocaron a analizar lo que habían capturado. Hasta ahora han contabilizado 535 especies diferentes, entre las cuales se encuentran algunas de aspecto tan intrigante como las colonias de tonalidad rojiza de tunicados de Symplegma rubra, seres que parecen pequeñas burbujas sujetas a las rocas, y la serpiente del mar, el equinoderma Amphiodia riisei, que pertenece al mismo grupo taxonómico que las estrellas de mar. En medio de ese medio millar de distintas especies catalogadas, 52 fueron identificadas como nuevas para la ciencia.
Son seres nunca antes descritos en ningún lugar del mundo en la literatura especializada en bentos. De allí la proporción de una especie nueva de fauna bentónica por cada diez especies identificadas en el litoral norte paulista, esa impresionante cifra mencionada al comienzo de este artículo. “Y ojo que esos números se refieren tan solo al 30% de las muestras recolectadas”, afirma Cecília. “El otro 70% está aún siendo estudiado”, agrega. En términos de tamaño, 40 de las 52 nuevas especies pertenecen a la llamada mediofauna. Son animales que permanecen apresados en una red de 0,05 milímetro. Las otras 12 nuevas especies corresponden a representantes de la macrofauna, animales de mayor porte.
Seres que se arrastran
Entre las 52 nuevas especies hay algunos descubrimientos interesantes, sobre todo para aquéllos que trabajan con taxonomía. Fueron capturadas, por ejemplo, cinco variedades de D. cuprea , un gusano anélido del mismo grupo de las lombrices, que puede llegar a medir 15 centímetros de longitud y 8 milímetros de ancho, y que fue identificado por primera vez hace más de 200 años. Cada una de esas variedades, pese a ser muy parecidas, es, a decir verdad, una especie diferente, que será descrita minuciosamente por una especialista en este tipo de animal marino. Ante ojos no avezados, una D. cuprea de cualquiera de las cinco variedades hallada en las arenas de las playas es considerada igual.
“Lo más impresionante es que esas cinco especies fueron halladas solamente en un tramo del litoral de São Paulo”, dice Cecília. “Imagínense cuántas más puede haber en toda la costa brasileña”. Afortunadamente, algunos ejemplares de estos diversificados seres rastreros, como la Eunice sebastiani , utilizada como carnada para peces, escaparon a los pescadores, pero no así de las recolecciones de los investigadores.
Y las novedades del proyecto no se restringen a la identificación de especies nuevas para la ciencia. Los trabajos de campo en las playas, en las rocas costeras y en el fondo del mar (hasta una profundidad máxima de 45 metros) en São Sebastião, Caraguatatuba y Ubatuba, registraron por primera vez en la costa brasileña cinco familias y 28 especies de bentos marinos cuya existencia nunca había sido comprobada en suelo nacional.
Eran especies que se sabía que existían en el exterior, pero no en Brasil. En una línea menos académica y más aplicada, en la que el conocimiento generado puede tener algún impacto sobre las comunidades locales, el equipo encabezado por la bióloga de la Unicamp ha empezado a analizar más detenidamente las variedades de moluscos, crustáceos y gusanos marinos más abundantes en la región. La idea básica que sostiene este esfuerzo para fines más prácticos reside en entender cómo y dónde viven estas abundantes poblaciones de bentos marinos, y cuál es precisamente su interacción con el medio ambiente.
Posibilidad de cultivo
Entre las especies recogidas con mayor frecuencia, algunas pueden ser de interés económico, y quizá sean pasibles de explotación comercial, como los inéditos bancos de Mytella charruana, un tipo de mejillón (también llamado ‘sururú’, en el nordeste de Brasil), que fueron localizados por los científicos en puntos del litoral norte. El molusco Tivela mactroides, una valva grisácea, de la cual se extrae un marisco comestible, constituye otro ejemplo de un recurso con potencial económico. “Una alumna del proyecto va a estudiar específicamente la biología de esta especie, para ver si es posible cultivarla industrialmente”, dice Cecília. Otras especies igualmente abundantes son rotuladas por los investigadores como bioindicadoras.
Su aparición en un determinado lugar indica algún aspecto de las condiciones ambientales vigentes en éste. Ése es el caso de la Capitella capitata, presente en grandes cantidades en la ensenada de Caraguatatuba, de acuerdo con las muestras recogidas en el marco del proyecto. Este gusano de tonalidad rojiza, que mide unos pocos centímetros de longitud, es una presencia típica en las arenas situadas cerca de lugares en los que se arrojan desagües domiciliarios.
En las costas rocosas, la Isognomon bicolor, una especie exótica, probablemente introducida en el litoral brasileño a través del agua de lastre de los barcos, parece competir y ocupar el espacio de especies nativas, tales como uno de los tipos de mejillón explotado comercialmente: el Perna perna . Este hecho, según la coordinadora del proyecto, puede provocar la extinción local del mejillón, con consecuencias socioeconómicas.
Este proyecto sobre bentos, en realidad la única iniciativa abocada al estudio de la fauna marina que forma parte del Biota/ FAPESP, programa que efectúa un minucioso mapeamiento de toda la diversidad de plantas y animales existentes en el estado de São Paulo, también cuenta con la participación de investigadores de otras dos universidades paulistas: la Universidad de São Paulo (USP) y la Unesp (Universidad Estadual Paulista), y de colaboradores de otros estados, e incluso del exterior. “Si no había por acá expertos en una determinada especie, no dudamos en buscar gente de afuera para ayudarnos”, explica Cecília. Para auxiliar en el trabajo de otros colegas que estudien la fauna marina que habita el fondo de los mares, el equipo de la investigadora prepara un manual de identificación de bentos encontrados en el litoral paulista. Las fichas descriptivas de 110 de las más de 500 especies catalogadas ya están listas.
El Proyecto
Biodiversidad Béntica Marina en el Estado de São Paulo
Modalidad
Proyecto temático
Coordinadora
Antonia Cecília Zacagnini Amaral – Unicamp
Inversiones
R$ 2.500.000,00