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Cultura

Hay lugar para varones y mujeres

Un estudio muestra la importancia del Pensionado Artístico, con sus becas de estudio que llevaron a Europa a los modernistas brasileños

El 20 de junio de 1923 hubo una noche de conferencias en Villa Kyrial. Un grupo animado de artistas e intelectuales reunidos en la residencia del senador Freitas Valle, en el barrio de Vila Mariana, São Paulo, discutía una vez más el rumbo cultural de Brasil. De pronto, durante la disertación del escritor Mário de Andrade, Freitas Valle se levantó de esa silla que usaba como un trono para dirigir los debates y con un ampuloso gesto dramático avanzó en dirección hacia la pintora Anita Malfatti. Le informó entonces que ella viajaría a Europa con una beca del Pensionado Artístico. Anita en aquel momento nada sabía al respecto. Menos de dos meses después, la pintora embarcaba en el buque que la llevaría a pasar una larga estadía en Europa.

Durante unos 20 años -entre 1912 y 1931-, el Pensionado Artístico del Estado de São Paulo ayudó a artistas plásticos y músicos a desarrollar sus habilidades en grandes escuelas y conservatorios de Europa. Anita Malfatti, el escultor Victor Brecheret, el pintor Túlio Mugnaini, el maestro Francisco Mignone o el maestro João de Souza Lima partieron rumbo a períodos de muchos años fuera de Brasil, que a su vez fueron decisivos para sus carreras. El objetivo del trabajo de posdoctorado de la investigadora Marcia Carmargos, del Instituto de Estudios Brasileños de la Universidad de São Paulo (IEB/USP) es mapear la contribución del pensionado a la historia cultural y artística de São Paulo.

“Pretendo buscar respuestas referentes a cuestiones de ese período, que fue decisivo en la formación del campo intelectual paulista”, dice Marcia. “Con todo, también deseo mostrar de qué manera el pensionado, en la figura de Freitas Valle, cercenaba e imponía parámetros estéticos a los pensionistas”. Para llevar a cabo su trabajo, Camargos tuvo acceso a una documentación inédita: el archivo del propio Freitas Valle, que ahora está en su poder.

“Desafortunadamente, una gran parte del archivo desapareció después de que Freitas murió”, afirma la investigadora. El senador guardaba cartas, bocetos, fotos y cuadros en una torre en Villa Kyrial. Marcia Camargos es autora de Villa Kyrial, crônica da Belle Époque paulistana (Senac, 2000), producto de su tesis doctoral en Historia Social defendida en la USP. En dicho libro, la investigadora analiza el papel que la residencia del senador Freitas Valle tuvo como centro irradiador de cultura en la ciudad. Villa Kyrial funcionaba en los moldes de los salones franceses.

Allí se hacían conferencias, conciertos de música, almuerzos y cenas solemnes, degustación de vinos y hasta animados cotejos de ping pong en los que se entremezclaban artistas de diferentes tendencias, periodistas, pianistas, maestros de orquesta y políticos. “Es el único salón organizado, el único oasis donde uno se recoge semanalmente para librarse de la vida llana”, decía a la época el escritor Mário de Andrade sobre la finca de Vila Mariana.

“En realidad, este nuevo proyecto es un despliegue natural del libro Villa Kyrial“, comenta Marcia. “Recibí muchos pedidos de ayuda de parte de otros investigadores interesados en conocer mejor cómo funcionaba el sistema del Pensionado Artístico de São Paulo”. La investigadora ha publicado -de editorial Companhia das Letras Em que ano estamos? [¿En qué año estamos?] (192 págs., R$ 29), sobre el crecimiento de São Paulo.

El Pensionado Artístico del Estado de São Paulo fue homologado mediante el Decreto nº 2.234, de 1912. Su creación fue defendida en un informe por Altino Arantes, por entonces secretario del Interior y responsable de la concesión de becas, como algo esencial para el desarrollo de la producción artística en Brasil, pues São Paulo no contaba en ese entonces con un instituto de enseñanza superior, ni de artes plásticas ni de música.

Los artistas contemplados recibirían un pasaje a Europa en primera clase y una beca de estudios por valor de 500 francos mensuales para permanecer en Roma o en París durante cinco años, que podían prorrogarse por dos más. Si el costo de vida en Europa aumentase mucho, tal como sucedió durante la Primera Gran Guerra, la pensión se reajustaba. El gobierno también se hacía cargo de los gastos de envío a Brasil de las obras hechas en Europa. “En los casos de las esculturas de Brecheret, por ejemplo, ese transporte implicaba una abultada suma de dinero”, dice Marcia.

Como contrapartida, los artistas debían comprometerse a mandar a Brasil bocetos, obras originales, programas de conciertos de músicas presentados en Europa, inscripciones en salones de arte oficiales y periódicos conteniendo la repercusión de sus estudios. “Muchos remitían el material directamente a Villa Kyrial”, afirma Marcia. “Y Freitas Valle iba acumulando dicho material en la torre de su casa.”

Pero conseguir una beca del pensionado no era tarea fácil. A decir verdad, pese al decreto que estipulaba que debería haber una rotación entre los miembros de la Comisión Fiscal del Pensionado -entre los participantes se encontraban Ramos de Azevedo, Oscar Rodrigues Filho, Olívia Guedes Penteado y João Múrcio Sampaio Viana-, la decisión de enviar o no a un postulante quedaba en manos de Freitas Valle. Al contrario de lo que suele suceder en la actualidad, el período en Europa dependía de un favor personal de un miembro del gobierno. Si el senador Freitas Valle no simpatizase con el postulante o no lo conociese, las puertas le estarían cerradas.

Marcia Camargos recuperó un artículo publicado en Gazeta Artística de São Paulo en enero de 1912, donde se criticaba bastante el sistema de distribución de becas por parte del gobierno: “El Estado, para servir al diputado X, en colusión con el secretario F, ambos con la ayuda de un miembro de la comisión, destina el beneficio al que tiene derecho el mendigo del arte, el sediento de luz, a un hijo de una familia que dispone de recursos propios y descaradamente regatea caridad, o a un chico de buenos institutos, de buena voluntad, pero vacío, incapaz”, decía el periodista.

Esta fusión entre la esfera privada y el poder público era vista como natural en aquella época en que los miembros de la elite económica del país se turnaban en el poder. Este ambiente, al mismo tiempo conservador y de vanguardia, donde se sentaban alrededor de la misma mesa tanto un defensor del arte académico como Freitas Valle, y uno de los más conocidos escritores del modernismo, como es el caso de Mário de Andrade, es lo que vuelve más importante el trabajo de la investigadora.

Interesada en buscar las contradicciones y ambigüedades del período, Marcia termina por traer de regreso una institución fundamental de la historia de São Paulo. De este modo el sistema del pensionado es visto como un reflejo de las decisiones e impasses que involucraban a aquéllos que estaban preocupados por transformar la ciudad en una metrópolis. Para algunos artistas que frecuentaban las veladas o saraos de Villa Kyrial, la ida a Europa fue un despliegue natural de sus carreras. Ése fue el caso de los músicos Francisco Mignone y João de Souza Lima. Ambos atribuyen exclusivamente sus estadías en el Viejo Continente a Freitas Valle.

Mignone tomó el barco a última hora en 1919, debido a la muerte prematura -debido a la gripe española- de Romeu Pereira. “El senador solía decir que, en este caso, Dios había cerrado una puerta para abrir un portón”, comenta Marcia Camargos. En el caso de Souza Lima, el convite llegó al final de una recepción en homenaje a Xavier Leroux, músico y profesor de composición del Conservatorio de París. Al ver al joven pianista ejecutando una música para acompañar un poema de Freitas Valle, el maestro francés se encantó con sus habilidades. “De inmediato el senador le ofreció una beca de estudios a Souza Lima, quien partió hacia una estadía prolongada”, dice la investigadora.

En las cartas que los músicos enviaban regularmente a Villa Kyrial, ambos cuentan acerca de sus progresos y se refieren a las noches en la Villa. Souza Lima recuerda a la gente de la Lyra, esto es, al grupo de músicos que se reunía los miércoles en saraos musicales. En tanto, Mignone hace referencia a una nueva manera de musicalizar el Himno de Villa Kyrial, que -a propósito- tuvo diversas versiones, compuestas por diferentes músicos.

Para los pintores brasileños con beca del pensionado que iban a Europa, el destino preciso en París era la Académie Julien. Fundada en 1868 por Rodolph Julien, esta escuela era un gran atelier vidriado en el cual los estudiantes pintaban un mismo modelo. Incluso Tarsila do Amaral visitó la Académie Julien y trajo esa experiencia a Brasil en 1922, cuando se juntó a Anita en el Grupo de los Cinco, que reunía junto con ambas pintoras a Mário y Oswald de Andrade y Menotti del Picchia.Pero para Victor Brecheret y Anita las cosas no fueron tan sencillas.

El escultor italiano tuvo que contar con la ayuda del embajador Souza Dantas, que intervino en favor suyo en 1919. “Brecheret residía entonces en Roma, desde 1913, donde estudiaba con la mensualidad enviada por una tía anciana”, dice Marcia. Luego del pedido del embajador le llegó la beca, en 1921. “Freitas Valle concedió la beca, contrariando incluso a Washington Luís, presidente del estado, que se oponía a la idea.”

Brecheret, que formaría parte del grupo de los modernistas, debió acatar los reglamentos del pensionado para poder permanecer en Europa. Para ello se valía de una estratagema peculiar. Poco antes de solicitar una renovación o un aumento de pensión, se inscribía en uno de los salones de arte académico de París, muy acordes con el gusto de Freitas Valle. El resto del tiempo el escultor exponía al lado de sus amigos en el Salon d´Automne, en el Salon des Tuleries o en el Salon des Indépendents. Así logró al mismo tiempo mantener su beca de estudios y las buenas relaciones con Freitas Valle -y además continuó haciendo arte moderno.

Anita en tanto, siguió otro camino. Tras la exposición de 1917, donde la pintora impactó a la ciudad con su pintura moderna, poco a poco fue abriéndose su propio rumbo. “El expresionismo, trágico y desesperado, fuerte, contundente, ‘másculo’ incluso, tal como insiste Mário de Andrade, nunca podría ser un decir espontáneo surgido de una naturaleza tan frágil, tan femenina como la de Anita”, escribió el crítico y escritor Paulo Mendes de Almeida (De Anita ao museu, Perspectiva, 1976), que conoció de cerca a todas las figuras de esta historia. “Y por eso, pienso yo, precisamente por eso, ella cedió”, concluía.

Y fue así que Anita Malfatti, a los 34 años, partió rumbo a Europa con beca del pensionado, en 1923. Sus preocupaciones no eran más las mismas de la chica que impactara a la ciudad en 1917. Los críticos suelen establecer una diferencia brutal entre los dos períodos de la pintura de Anita. Muchos culpan al pensionado, con sus rígidas reglas de estudio en talleres académicos, por los cambios en el arte de Anita.

Otros se refieren a un retorno a la pintura académica, una vez pasados los bríos de la juventud. Con todo, resulta interesante pensar que Anita representaba los anhelos de su tiempo. Los primeros tiempos del modernismo fueron confusos y contradictorios, y envolvieron tanto a jóvenes corajudos e impertinentes, en las figuras de Mário y Oswald de Andrade, como a un mecenas conservador y autor de poesías simbolistas: el senador Freitas Valle. Cuando Anita finalmente regresó a Brasil, los tiempos ya eran otros. El Pensionado Artístico sería disuelto el 11 de abril de 1931, poco después de la Revolución de 1930. Freitas Valle saldría de escena. Y el modernismo entraría en una fase radical, mezclando arte y política. Al fin y al cabo, eran los locos años 30.

El Proyecto
El Pensionado Artístico (1912-1931) en la Construcción de la Historia Cultural Paulistana (nº 03/05493-3); Modalidad Beca de Posdoctorado; Coordinadora Marta Rossetti Batista – Instituto de Estudios Brasileños/USP; Becaria Marcia Camargos – Instituto de Estudios Brasileños/USP

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