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Memoria

La derrota del dolor

El éter empezó a usarse oficialmente como anestesia en 1846

El dolor fue vencido oficialmente el 16 de octubre de 1846. A las 10 horas de aquel día, en el Massachusetts General Hospital, de Boston, Estados Unidos, el odontólogo William Thomas Green Morton anestesió con éter al impresor Gilbert Abbot, de 17 años, para que el cirujano John Collins Warren le extrajese un tumor de su cuello. Con el éxito de ese procedimiento, el médico se dirigió a la platea, integrada por médicos y estudiantes de medicina, y a un reportero del Boston Daily Journal, y declaró: “Señores, esto no es un fraude”. Fue la primera demostración pública del uso de la anestesia, que, si no fue fotografiada, fue porque el fotógrafo justo se descompuso. En 1882, Robert Hinckley pintó el cuadro que ilustra esta página, reconstituyendo ese momento histórico.

“Hasta el instante de la demostración de Morton, había una compartimentación de las informaciones”, comenta José Luiz Gomes do Amaral, profesor titular de Anestesiología, Dolor y Medicina Intensiva de la Universidad Federal de São Paulo. “Los árabes, por ejemplo, poseían mucha información sobre sustancias anestésicas en el siglo X, pero los textos estaban escritos todos en árabe o en griego, y recién se volvieron más conocidos en el siglo XVI”.

La cuestión histórica acerca de quién descubrió y utilizó la anestesia por primera vez, lejos quedó de darse por terminada en 1846. Antes de tal fecha, para hacer cirugías sin dolor se había intentado de todo: acupuntura, hipnosis, acción sedativa de algunas plantas y alcohol. Recién en 1773, el inglés Joseph Priestley descubrió el dióxido de nitrógeno (N2 O), si bien que el también inglés Humphry Davy fuera el primero en descubrir sus propiedades anestésicas, al aspirar el gas y notar que su dolor de muelas se esfumaba. El reverenciado fisicoquímico Michael Faraday fue quién se dio cuenta de que los vapores del éter tenían un efecto similar al gas de la risa.

En 1841 -cinco años antes de la presentación pública de Morton y Warren-, Crawford Williamson Long, un médico de Jefferson, Estados Unidos, participaba en sesiones de inhalación de éter junto a otros jóvenes, en noches conocidas como ether parties oether frolics. Más de una vez, bajo los efectos de esta sustancia, el médico se lastimó sin sentirlo y así se le ocurrió la idea de utilizar éter en pequeñas intervenciones quirúrgicas. Usando éter, extirpó dos tumores de la nuca de un amigo en presencia de varias personas.

En total, operó a ocho pacientes en las mismas condiciones, pero las autoridades de su ciudad lo obligaron a dejar las intervenciones, temiendo que algún paciente muriera en sus manos. Long dejó de lado las cirugías bajo la acción del éter, y su trabajo pionero recién se hizo conocido pasados algunos años de la demostración de 1846. Un año después de los experimentos de Long, Horace Wells, un dentista de Hartford, Estados Unidos, aspiró él mismo el gas de la risa y le pidió a un colega que le sacase un diente: fue todo un éxito.

Pero al intentar hacer dos demostraciones públicas con el gas, Wells fracasó y, desanimado, abandonó sus experimentos y también la profesión. En esa misma época, el dentista Morton, conocedor de los experimentos con N2O y éter, empezó a hacer sus propias tentativas con animales, en él mismo y con dos estudiantes de odontología.

Debido a su éxito solamente parcial, decidió consultar a un conocido profesor de química de la época: Charles Thomas Jackson, quien le aconsejó abandonar el N2O y experimentar con éter sulfúrico puro. Morton, que no había mencionado su trabajo con éter ante Jackson, entendió la razón de su fracaso en algunas experiencias y convenció a Warren a hacer la demostración pública. Poco después creó un inhalador para anestesia total y solicitó la patente del producto usando el nombre de letheon, del griego lethes (olvido), pero fue obligado por los médicos a revelar que usaba éter.

De allí en adelante se desató una gran disputa judicial entre Jackson y Morton por la primacía del descubrimiento. En los años siguientes surgieron otros anestésicos, como así también varios métodos para inducir la anestesia, al margen de la inhalación. En Brasil, la primera anestesia general con éter la concretó en el Hospital Militar de Río de Janeiro el médico Roberto Jorge Haddock Lobo, el día 25 de mayo de 1847, según informa Lycurgo Santos Filho, en su História geral da medicina brasileira.

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