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Arquitectura

La escuela que construyó la ciudad

Un libro dimensiona la importancia de la Politécnica en el São Paulo de comienzos del siglo XX

Lo que ocurrió con São Paulo a comienzos del siglo XX fue a todas luces  un fenómeno único en la historia de Brasil. Nunca una ciudad creció, se industrializó y se modernizó en tan poco tiempo. Para hacerse una idea, entre 1895 y 1900, su población casi se duplicó. Trepó de 130 mil habitantes (71 mil extranjeros) a exactamente 239.820. En dicho período, los tranvías se ramificaron para conectar a los barrios con el centro, se construyeron los reservorios de agua y se instaló la iluminación a gas – novedades que siguieron el ritmo de establecimiento de las grandes industrias. En medio a ese rápido proceso de urbanización, Brás e Lapa se convirtieron en barrios obreros y los inmigrantes italianos ocuparon la zona de Bexiga.

Surgieron por ese entonces, las dos realizaciones urbanísticas más importantes del final del siglo: la apertura de la avenida Paulista (1891) y la construcción del Viaducto do Chá (1892). La primera dio lugar a áreas arborizadas, elevadas y aireadas, con los palacetes de los grandes caficultores. La otra, mediante el pago de peaje, ligaba al “centro antiguo” con la “ciudad nueva”, formada por las calles Barão de Itapetininga, 7 de Abril y alrededores. En 1901 empezó a funcionar la nueva estación de la São Paulo Railway, más conocida como Estación da Luz. Trenes, electricidad, teléfonos y automóviles engendraron necesidades, en una ciudad que se agigantaba. Como consecuencia de ello surgió la necesidad de hacer mejoras urbanas tales como asfaltado, plazas, viaductos, parques y los primeros rascacielos, que dividieron el espacio con oficinas y comercios sofisticados.

Con tanta efervescencia, se hace difícil imaginar como sería la capital paulista si no se hubiese abierto la carrera de ingeniería y arquitectura de la escuela de Ingeniería Politécnica, en 1894. Creada para llegar a la  excelencia, con vacantes codiciadas por los hijos de las familias más ricas de la ciudad, la Poli estableció un modelo de arquitectura racionalista, focalizada en la excelencia de la construcción y en la preocupación con la calidad. No sería exagerado afirmar que la escuela y la ciudad nacieron prácticamente juntas.

La Poli se convirtió en  pionera en la enseñanza de resistencia de materiales, y siempre estuvo atenta a los más modernos movimientos de la arquitectura mundial. Entre sus cuadros se destacaron algunos cuyos nombres están estampados actualmente en calles, plazas y avenidas muy conocidas: Francisco de Paula Ramos de Azevedo (dictó clases de 1894 a 1928), Victor Dubugras (de 1894 a 1927), Alexandre Albuquerque (de 1917 a 1940), João Batista Vilanova Artigas (de 1940 a 1954), Luiz Ignácio de Anhaia Mello (de 1918 a 1954) y Francisco Prestes Maia (de 1924 a 1938), entre otros.

Las transformaciones
Toda esta rica e importante historia y las biografías de más de una centena de sus ilustres docentes y graduados se cuentan en un libro fundamental no sólo para los estudiantes, investigadores y docentes de arquitectura, ingeniería y urbanismo. La publicación de Os arquitetos da Poli – ensino e profissão en São Paulo, de Sylvia Ficher, que acaba de salir en una edición lujosa y abundantemente ilustrada a cargo de editorial Edusp, es un rico y fascinante panel de la vida social, cultural y económica de la capital paulista basado en la historia de la Poli.

A autora rescata la formación de la enseñanza de otra arquitectura, combinada con ingeniería, en el sentido tradicional, de los tiempos de la electrónica y de la mecánica, muy distante de las transformaciones. Arquitectura, en ese entonces, era la construcción de casas y edificios; ingeniería civil, saneamiento y pavimentación.

Actualmente Sylvia es docente de la Universidad de Brasilia. Se recibió de arquitecta en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la USP; es mster por la Universidad de Columbia (Nueva York) y doctora del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (FFLCH) de la USP. “No tenía interés en estudiar obras tales como edificios y reparticiones públicas, sino en saber cómo era la enseñanza durante las primeras décadas del siglo XX, que pensaban sus maestros y los profesionales que se formaron. Rescaté nombres importantes olvidados”. Como el ex alcalde Prestes Maia, que gobernó la ciudad dos veces durante las décadas de 1940 y 1950. Conocido como urbanista, estudió arquitectura, y Sylvia considera que eso fue fundamental para la ejecución de su plan de remodelación de la ciudad. La investigadora descubrió que no había un solo estudio académico sobre el ex alcalde.

Con preciosismo, la autora desmenuzó 50 años de educación, al tiempo que investigó la carrera, las peculiaridades y la relevancia de 129 profesionales que participaron activamente en la construcción de São Paulo. El libro ayuda a comprender cómo la arquitectura, la ingeniería y el urbanismo contribuyeron para hacer de la capital paulista una metrópolis, y el más importante centro industrial del país.

Sylvia comenta que, con el crecimiento de São Paulo como polo agrícola y exportador, surgió el “negocio de la construcción”. Se  construyeron vías férreas y carreteras, iluminación y pavimentación urbana, obras de saneamiento y construcción de redes de agua y alcantarillado y edificios públicos, sumados a  la demanda constante de edificaciones particulares. Un proceso implacable “de la fuerza que yergue y destruye cosas bellas”, como describió Caetano Veloso. En la búsqueda por lo moderno y la suntuosidad, se demolieron obras y se irguieron nuevamente durante la primera mitad del siglo.

La Poli fue fundamental en un período en que el crecimiento económico del estado repercutió especialmente en la capital. La expansión física cobró importancia para seguir el ritmo de la modernización de las instancias administrativas y de los equipamientos urbanos impuestos por la industrialización. Un nivel de complejidad espectacular. Para ir al compás de los nuevos tiempos y formar profesionales a altura, la escuela procuró consolidarse con frecuentes e importantes cambios en su reglamento de enseñanza.

La institución, que fue la segunda escuela de formación superior paulista, nació como fruto del aporte económico de de la elite paulista, como un ejemplo de su autonomía de cara  al gobierno federal. Tanto es así que, según la autora, había en sí un propósito de preservar y ampliar la hegemonía política y económica del estado, la formación de una intelectualidad orgánica y la renovación de sus cuadros para los negocios públicos y privados. Se tornó un producto y un agente del desarrollo. Por sus aulas pasaron notables que construyeron obras importantes, tales como el Teatro Municipal, la Catedral de São Paulo, el Liceo de Artes y Oficios (actual Pinacoteca), la Companhia Docas de Santos [Compañía de Dársenas de Santos] y el Palacio de Justicia, entre muchas otras.

Para la autora, la Poli empezó de la misma manera que permanece hasta hoy: una institución de elite, principalmente por la excelencia y calidad de su enseñanza. En este sentido, se destacó la figura de su fundador, Antonio Francisco de Paula Souza, hábil para lograr el aporte de recursos públicos para consolidar a la institución. Rápidamente  se ubicó dentro de una tendencia europea de enseñanza, de fuerte influencia germánica. Su tradición sofisticada, al mismo tiempo, se apoyo sobre una base filosófica en cierto sentido positivista.

Sylvia también rescató la historia de la curso de ingeniería y arquitectura de la escuela de Ingeniería Mackenzie, dictada entre 1917 y 1946, y la carrera de arquitectura de la escuela de Bellas Artes de São Paulo, creada en 1928 y cerrada en 1934.

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