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Sonia Vasconcelos

La integridad y la conducta responsable en la investigación científica: los grandes desafíos

Sonia Vasconcelos es profesora adjunta del Programa de Educación, Gestión y Difusión en Biociencias del Instituto de Bioquímica Médica de la UFRJ. Desde hace algunos años se dedica al tema de la integridad en la investigación

Abordaré la integridad científica en el marco de grand challenges, donde la integridad se percibe como uno de esos retos en el escenario de las políticas científicas y educativas. Uno de los motivos que me condujeron a esbozar este abordaje, en este campo, es el hecho de que cuando se habla de integridad científica resulta habitual asociar el tema con los casos de mala conducta, tales como la falsificación, la fabricación de resultados, los casos de plagio de ideas, de datos, de textos, o problemas de autoría científica. Son frecuentes los comentarios sobre algunos de esos casos, ya sea en Brasil o en otros países, sobre problemas con los cuales ya se han topado colegas cercanos, y sobre el desarrollo de normativas para prevenirlos. En efecto, los casos de mala conducta en la investigación, especialmente desde hace tres décadas hasta la fecha, impulsaron importantes políticas destinadas a promover la integridad académica. Una significativa preocupación inicial residía en cuánto del dinero invertido en investigación se estaría desperdiciando en proyectos en los que los investigadores falsificaban o inventaban resultados.

Aunque esta preocupación subsiste, la integridad científica nos remite no solamente a la mala conducta y al desarrollo de recomendaciones para las buenas prácticas en la investigación. Por más que ellas sean absolutamente fundamentales y formen parte del contexto de iniciativas en innumerables países –y aquí en Brasil especialmente, por medio de la FAPESP y del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq)– lo cierto es que la dimensión de este tema viene ampliándose bastante. En el campo de reflexiones y acciones acerca de la integridad científica, yo destacaría los temas relacionados, por ejemplo, con la confiabilidad de los datos de la investigación –para los pares y para el público–, con la corrección de la literatura académica, con nociones de propiedad intelectual, de derechos morales, de originalidad en la ciencia, donde ésta última, incluso, está muy asociada con el concepto de plagio. Entiendo que la integridad en la investigación es un tema que debe plantearse en el ámbito de gobierno de los países, lo cual adquiere relevancia cuando nos referimos a los grandes desafíos inherentes al establecimiento de políticas científicas. De hecho, es en el ámbito gubernamental que muchos países han comenzado a tratar ese aspecto y es desde esta perspectiva que podemos entender que la integridad científica constituye un grand challenge de la ciencia contemporánea. En realidad, el tratamiento de las cuestiones científicas importantes como grand challenges no constituye una estrategia novedosa, basta con mirar un poco hacia atrás, allá por finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando el doctor David Hilbert lanzó 23 grand challengs matemáticos. Esa estrategia, atribuida a grandes barreras por vencer en matemática, condujo a la solución de varios de esos 23 retos con el correr del tiempo. Los grand challenges fueron revitalizados por Bill & Melinda Gates Foundation para solucionar grandes cuestiones de salud global. La fundación promovió una iniciativa denominada Grand Challenges Explorations, una extensión de los Grand Challenges in Global Health, que emitió 14 desafíos en el campo de la salud. En 2008, ellos lanzaron un programa fenomenal dedicado a la salud pública y uno de ellos era para el desarrollo de vacunas que no necesitaran refrigeración, por ejemplo, para la tuberculosis y la malaria. Poco después, tanto la estrategia como el concepto de grand challenges están utilizándose en diferentes áreas del conocimiento como propulsores de acciones tendientes a superar los obstáculos y conducir a grandes respuestas.

Notamos ese movimiento en documentos tales como el Grand Challenges Canadá (2011) y The Scientific Century (2010), de la Royal Society. Algo que me llama la atención de ese documento de la Royal Society es la mención a una crítica de ciertos consejeros científicos dirigida a la Comisión Europea, sobre financiaciones poco articuladas con las necesidades de índole global. Para el caso específico del Reino Unido, la percepción de la relevancia de políticas que sobrepasen las necesidades particulares de las instituciones y áreas de investigación y que aborden grand challenges en un contexto global, parece estar creciendo. El documento incluso destaca la estrategia del gobierno de Obama, por concentrarse en grandes cuestiones desde esa perspectiva. De hecho, reconociendo que el establecimiento de grand challenges es una estrategia de ese gobierno. The White House Office of Science and Technology Policy (OSTP) anunció recientemente la realización de una conferencia sobre el tema. La OSTP destaca que la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional lanzó una serie de tales desafíos, incluyendo el de aumentar el acceso a la atención médica para las mujeres embarazadas y los recién nacidos en los países en desarrollo, teniendo como meta índices de al menos un 50%. Otro reto consiste en suministrar a los estudiantes de esos países con bajos ingresos, habilidades básicas de lectura, por medio del programa All Children Reading.

Hilbert propuso desafíos matemáticos. Informes provenientes de Canadá y del Reino Unido impulsan nuevas acciones

En realidad, esa dimensión global de los grandes retos de la ciencia también se ve reflejada en discusiones tales como las del European Sciencew Open Forum [ESOF], un foro gigantesco para el debate de grandes desafíos de la ciencia, que incluyen diálogos entre la ciencia y la sociedad. En la agenda de ESOF 2012, el amplio abanico de debates incluye, por ejemplo, algunos relacionados con el desarrollo de herramientas de genómica, mitos sobre la seguridad de los reactores nucleares, medicamentos para terapia génica, el compromiso de la ciencia con el público y el desarrollo de códigos para fomentar la integridad científica y la ética en la ciencia, donde preguntas tales como “¿por qué es importante la ética para mí?” forman parte de las discusiones.

El compromiso de la ciencia con el público y la ética y la integridad en la investigación son temas interrelacionados, si consideramos, en varios aspectos, los controvertidos debates sobre los beneficios de la ciencia, la innovación y las nuevas tecnologías. Situando esos debates en un contexto global, estas cuestiones no son percibidas de igual modo por las diferentes culturas. ¿Deberían serlo? Cuando hablamos de aspectos éticos, ese “público” puede ser impactado de diferentes formas, por ejemplo, en lo referente a la realización de investigaciones para el desarrollo de nuevos fármacos. ¿Cómo se abordan los temas que incluyen la autonomía y la dignidad de los sujetos de investigación? Cuando observamos el reclutamiento de esos sujetos en distintos contextos, tales como Brasil, Costa Rica, Guatemala, Estados Unidos, China y la India, hay cuestiones delicadas que nos remiten a una relación entre ciencia y sociedad que tienen cariz propio. Esos sesgos deben conocerse y comprenderse cuando imaginamos que la geografía de cooperaciones en la investigación está acercando, en forma cada vez más frecuente, a investigadores de diferentes culturas [El reciente informe Knowledge, networks and nations ilustra eso perfectamente]. No es improbable que diferentes percepciones sobre ética e integridad científica cumplan un rol relevante en estas interacciones, que, a veces, pueden resultar conflictivas.

En el contexto de cross-cultural research ocurren situaciones muy prácticas que son fácilmente resueltas. Diría que, comparando con eventualidades más confusas sobre conducta responsable en la investigación, pocos científicos albergan dudas acerca de lo que es falsificar un resultado, o fraguar un dato. Un japonés, turco o árabe que venga a realizar un doctorado sándwich en Brasil, seguramente comprenderá la gravedad de esos casos, tanto como sus colegas brasileños. No obstante, existen otras cuestiones que no necesariamente son percibidas de la misma manera, y la forma en que la ciencia interactúa o debe interactuar con el público no es necesariamente percibida o valorada en la misma forma en todos los países que participan en esta creciente y diversificada red de colaboraciones. Esas cuestiones éticas y sociales que pueden impactar en forma disímil en investigadores o comunidades que interactúan en un escenario internacional de investigación –y que pueden reflejarse en la forma en que se trata, se publica y cómo es recibida por el público la realización y los resultados de la investigación– constituyen desafíos [globales] que se articulan con políticas tendientes promover la integridad científica.

En el contexto de los grand challenges, al cual me vengo refiriendo, la importancia de los diálogos entre la ética, la integridad en la investigación y la confianza pública en la ciencia debe resaltarse en la formación de los jóvenes investigadores, y éste es un desafío global. Aunque esta necesidad ya sea percibida en varios países como un aspecto crucial en la formación de esos jóvenes, hay mucho por avanzar en el plano internacional de políticas científicas y educativas relacionadas con el tema.

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