Doña Giacomina confiesa: tenía tanto miedo que ni siquiera lograba dormir tranquila. Entre las grandes estanterías de acero y madera maciza, que guardaban libros y documentos preciosos, algunos datando de varios siglos atrás, corrían cables instalados hace 70 años, prácticamente sin aislación. El riesgo de que se produjera un incendio, que fatalmente destruiría la mayor parte de ese patrimonio, era permanente. Y no sería el primero. En 1880, el fuego consumió el antiguo edificio del convento de São Francisco, donde funcionaba la facultad. La biblioteca escapó por poco.
Doña Giacomina Faldini es la directora de la biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo (USP), que funciona el Largo de São Francisco (especie de plaza), en el centro de São Paulo. Se trata de la biblioteca pública más antigua de la capital del estado. Bajo custodia de Giacomina y su equipo se encuentran 320 mil items, y algunos de ellos datan del siglo XVI. Desde su construcción, en la década de 1930, el edificio levantado en el mismo predio en el que estaba emplazado el antiguo convento destruido por el fuego, donde funciona el Servicio de Biblioteca y Documentación de la Facultad de Derecho, nunca había pasado por una reforma.
El peligro de incendio era apenas uno de los aspectos de la cuestión. En las trastiendas o bastidores de la biblioteca, lugares en los cuales normalmente entran solo los empleados, el escenario era trágico. La iluminación era precaria, los estantes estaban abarrotados; libros, diarios y revistas apilados por los rincones. Cerca de 6.500 obras caracterizadas como raras y muy valiosas no contaban con ninguna preservación especial.
El ruido del tránsito
En la parte reservada al público, en la sala de lectura de la biblioteca central, la situación no era mucho mejor. No había espacio para los usuarios, y el ruido del tránsito intenso del Largo de São Francisco dominaba todo. Los frecuentadores se quejaban por la falta de computadoras para investigar. En las diez bibliotecas departamentales, situadas en el segundo y tercer piso del edificio, la situación era parecida.
Si alguien quisiera un libro que estuviese en lo alto de las inmensas estanterías que cubrían todas las paredes, era necesario arrastrar una pesada escalera de acero de más de cuatro metros de altura y subirse a ella sin ninguna seguridad. En la biblioteca circulante, que funcionaba en dos salas en la planta baja, no era raro que usuarios y empleados, cargando pilas de libros, resbalaran en las escaleras estrechas y escarpadas.
No es de extrañarse el alivio con el que Giacomina y los otros empleados de la biblioteca recibieron el apoyo y el financiamiento de la Fapesp. Desde 1996, una inversión de 800 mil reales de la Fundación contribuyó para salvar un tesoro de valor incalculable. La primera medida que se tomó fue la reforma completa de las instalaciones eléctricas. Pero el trabajo no quedó por ahí. Llegaron otras refacciones en las instalaciones, la higienización y reorganización del acervo, la restauración de las obras raras y las informatización de los servicios.
Guardarropas
Pese a todo, la reforma no acabó con el status del lugar, uno de los más tradicionales de São Paulo. Por ejemplo, todas las mesas compradas para la ampliación del espacio destinado a los usuarios fueron hechas a pedido respetando el mismo estilo de las existentes. El antiguo guardarropas permanece en la entrada de la sala de lectura de la biblioteca central. El salón mantiene la imponencia de los tiempos en los que la facultad del Largo de São Francisco ya era un de los grandes centros culturales e intelectuales del país. El techo se encuentra a casi 5 metros de altura. La luz que entra por las grandes ventanas vidriadas llega a la oscura madera de las mesas y de las estanterías.
El antiguo carrito sobre rieles y el montacargas usado para transportar los libros desde depósito hasta el salón aún funcionan. El ambiente es tradicional, pero los equipos de informática, situados en uno de los costados del salón, muestran que las cosas están cambiando. Junto a compendios jurídicos editados en siglos pasados, las computadoras brindan acceso a informaciones de bancos de datos brasileños e extranjeros, tales como Web of Science, Probe, Scielo y otras bibliotecas virtuales.
De las 25 microcomputadoras compradas para la informatización de los sistemas, 13 están a disposición de los usuarios. Con estos equipos, se efectúan consultas en revistas y publicaciones jurídicas en CD-ROM y se establecen conexiones vía Internet con sitios especializados. Una red interna provee acceso a bancos de datos de la propia Facultad de Derecho, facilitando la consulta de tesis y artículos de periódicos, y haciendo más fácil la búsqueda de referencias bibliográficas.
Primer día
La biblioteca tiene una home page. A través de ésta, gente de cualquier parte del mundo puede consultar el acervo y hacer pedidos por teléfono, fax o e-mail. La supervisora del Servicio de Atención al Usuario, Maria Lúcia Beffa, dice que se sorprendió con el aumento en el número de investigaciones. Ya el primer día en el que el sitio salió al aire, llegaron diez pedidos por e-mail.
Las bibliotecas departamentales fueron agrupadas en seis salas, en un pasillo del segundo piso. La entrada se encuentra protegida por un portón electrónico. Las salas cuentan con nuevas mesas y sillas, aumentando así el número de lugares disponibles para los usuarios, y nuevas computadoras e impresoras. No menos importantes son las escaleras más livianas y seguras, destinadas a facilitar el acceso a las estanterías más altas. Con el aire acondicionado, instalado en todas las salas, las ventanas permanecen cerradas, disminuyendo así el ruido de la calles.
Obras raras
En el segundo piso puede verse otro producto de las inversiones de la Fapesp: dos salas fueron completamente reformadas y ahora albergan las obras raras y periódicos antiguos. La reforma incluyó la instalación de aire acondicionado y estantes deslizantes. Allí, por ejemplo, se encuentran 6.500 volúmenes de obras editadas entre los siglos XVI y XVIII. Sin embargo, el acceso está restringido. Para consultar esas obras se requiere de una autorización especial y la presencia de un bibliotecario.
La creación de las nuevas salas ayudó a despejar el gran depósito central, que ahora tiene una organización mucho mejor y espacio para incrementar su acervo, de 320 mil items actualmente. Parte de este acervo ya ha sido sometido a un tratamiento de limpieza y preservación. Además, se restauraron 231 volúmenes de los siglos XVI y XVII. Algunas de esas obras participaron, el año pasado, de exposiciones relativas a los 500 años del Descubrimiento de Brasil.
La obra más antigua de la biblioteca es una edición italiana de 1520 de la Divina Comedia, de Dante Alighieri. Los lugares siguientes son ocupados por obras jurídicas. As Anotações sobre os 20 Livros das Pandectas, un trabajo de Guillaume Budé sobre la legislación del Imperio Romano, es de 1534. Está también el Compêndio do Direito Processual, de Andrea Alciato, de 1537. Solo existen otros dos ejemplares de dicho libro en el mundo. Uno está en París y el otro en Berlín.
En portugués, la obra más antigua es un ejemplar de otro libro jurídico, las Ordenações Manuelinas, de 1539. Hay también reliquias religiosas, como una Biblia de 1584 impresa en hebreo y un curioso relato de las riquezas de Brasil dirigido a la Corte Portuguesa: Cultura e Opulência do Brasil, escrito por el sacerdote João André Antonil y editado en Lisboa en 1711.
Siglo XVII
No obstante, resta aún mucho por hacerse. Por ejemplo, todavía no han comenzado los trabajos de preservación y restauración de más de 700 libros del siglo XVII. Está también la preciosa colección de antiguos diarios y periódicos académicos. La biblioteca tiene colecciones completas de periódicos antiguos de São Paulo, como el Farol Paulistano, el primer diario impreso en prensa de madera de la ciudad, y el Observador Constitucional, creado por Líbero Badaró. No faltan también colecciones de periódicos más modernos, como el Correio Paulistano, O Commercio y O Estado de S. Paulo.
Pero es en los periódicos académicos, y los diarios y revistas editados por alumnos de la propia facultad, en donde parece existir el mayor potencial para nuevas investigaciones. Durante mucho tiempo, la facultad del Largo de São Francisco ofreció una de las dos únicas carreras de Derecho existentes en Brasil, la otra funcionaba en Olinda, en Pernambuco. Gente de todo el país llegaba a São Paulo en busca de un título que era una escalera firme hacia los más altos puestos del gobierno central en el Imperio y en los primeros años de la República.
Y no es exageración. Durante el primer gobierno republicano, nada menos que cinco ministros, entre ellos Ruy Barbosa, se habían graduado en el Largo de São Francisco. También pasaron por sus aulas siete presidentes de la República: Prudente de Moraes, Campos Salles, Afonso Pena, Rodrigues Alves, Delfim Moreira, Wenceslau Brás, Artur Bernardes, Washington Luiz y Jânio Quadros. A ellos se suman 12 gobernadores del estado de São Paulo.
Hojeando los periódicos académicos, no es difícil encontrar artículos firmados por políticos famosos o literatos, como Castro Alves, Álvares de Azevedo, Fagundes Varella y José de Alencar. La carrera de Derecho podía ser circunspecta y austera. Pero la dirección estudiantil, el Centro Académico XI de Agosto, era un centro de efervescencia cultural. Probablemente muchas obras aún desconocidas de grandes escritores y pensadores están en esos periódicos (el uso de seudónimos era común en el siglo XIX). Preservarlos, dice Giacomina, es el próximo paso en la revitalización de la biblioteca.
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