Ya se pensaba que el Nobel de la Paz de 2007 podría ser concedido al ex-vice-presidente de Estados Unidos Al Gore, en el año en que él divulgó por todo el planeta su documental vencedor del Oscar Una verdad inconveniente y tradujo para los legos las consecuencias del calentamiento global. Pero causó cierta sorpresa, en el anuncio del Comité Nobel de Noruega, la división del premio entre Gore y el Panel Intergubernamental de Cambios Climáticos (IPCC, por su sigla en inglés), compuesto por científicos de 40 países, incluso del Brasil. No es que falten méritos al panel, un órgano asesor para asuntos del clima creado por las Naciones Unidas en 1988 que, cada cinco años, evalúa el conocimiento científico sobre el calentamiento global.
Entre febrero y abril de este año, el IPCC divulgó una nueva cosecha de informes que reunieron las evidencias científicas recogidas desde 2002. Unos 600 científicos trabajaron en la elaboración o en la revisión de los informes y se estima que otros 2 mil dieron alguna contribución para la iniciativa. Frutos de un esfuerzo colosal de la comunidad académica internacional para evaluar la literatura científica y comunicar los efectos de los cambios climáticos, los documentos mostraron que prácticamente no hay dudas sobre las causas del progresivo aumento de la temperatura media del planeta (los desechos de carbono en la atmósfera por actividades humanas) y sus efectos eliminadores (los modelos señalan hacia la elevación del nivel del mar, el surgimiento de legiones de refugiados del clima y la extinción de especies), pero señaló medidas para reducir los daños. Se trata de un reconocimiento especial para la comunidad científica que debería ser compartido también con los gobiernos que nos apoyaron, dice Rajendra K. Pachauri, climatólogo indio que comanda el IPCC y personificó la conquista del Nobel.
Causas humanitarias
La sorpresa con el premio del IPCC está supeditada al hecho de que el trabajo del panel, a pesar del impacto político que desencadenó, es eminentemente científico y no forma parte de la rutina del Nobel de la Paz que investigadores sean premiados en esta categoría solamente por hacer correctamente su trabajo una rara excepción fue el microbiólgo estadounidense Norman Bourlag, vencedor en 1970, cuyas investigaciones en el campo de la agricultura resultaron en un aumento de la producción de alimentos. Militantes de causas humanitarias y políticos involucrados en negociaciones de paz son los laureados más frecuentes.
Los recientes informes del IPCC fueron escritos con la participación directa de 12 brasileños, en un universo de cerca de 600 investigadores. Oсho de ellos actuaron como autores principales: Paulo Artaxo, profesor del Instituto de Física de la Universidad de São Paulo (USP), José Antonio Marengo, meteorólogo del Centro de Previsión del Tiempo y Estudios Climáticos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Cptec/Inpe) y Pedro Dias Leite, director del Laboratorio Nacional de Computación Científica (LNCC), en el grupo I, que evaluó las bases físicas del sistema climático; Carlos Nobre, también del Cptec/Inpe, y Ulisses Confalonieri, de la Fundación Oswaldo Cruz, en el grupo II, que analizó los impactos, adaptaciones y vulnerabilidades al calentamiento global; Emílio La Rovere, Suzana Khan y Roberto Shaeffer, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, en el grupo III, que levantó los medios de mitigar los cambios globales. Otros tres investigadores actuaron como revisores: Antonio Rocha Magalhães, asesor del Banco Mundial; José Roberto Moreira, profesor de la USP, e Philip Fearnside, del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa). Ya Thelma Krug, secretaria de Cambios Climáticos del Ministerio de Medio Ambiente, trabajó como ejecutiva del IPCC. Además de ellos, otros 16 investigadores brasileños colaboraron de alguma forma con los informes de 2007. El premio es un reconocimiento a la ciencia climática y al trabajo de centenas de científicos, algunos de ellos de Brasil, cuyas investigaciones integran la compilación realizada por el IPCC, dice Paulo Artaxo.
Para Carlos Nobre, la participación brasileña podría ser mayor. En vez de los 12, tenemos por lo menos 20 investigadores con competencia para participar directamente para participar directamente del panel, dice. Pero no hubo ningún tipo de discriminación. A lo mejor aún falte que los más jóvenes se vuelvan un poco más conocidos internacionalmente, completa.
Los investigadores del IPCC se reúnen en grandes plenarios a lo largo de tres años para discutir la validez de los estudios científicos vinculados al clima y los compilan en informes de miles de páginas. Los tres grupos de trabajo están compuestos por dos tipos de miembros. Están los investigadores principales, incumbidos de escribir los informes. Y también están los revisores, cuya tarea es garantizar la transparencia. Ellos chequean si cada observación sobre los estudios científicos presentados fue ponderada y respondida por los autores principales, evitando que se deje de llevar en cuenta cualquier crítica a cualquier investigación. Este proceso se repite en cada período de alrededor de cinco años. No hay nada parecido con eso en el sistema tradicional de revisión de pares, dice Carlos Nobre. En las revistas científicas, los editores hacen ese papel al pedir complementos y explicaciones a los autores de artículos, pero no necesitan rendir cuentas sobre la respuesta a las críticas. En la fase final, todo ese conocimiento revisado da origen a un gran informe, acompañado de un corto sumario de recomendaciones para los tomadores de decisión. Sólo en este apéndice es que hay interferencia política, toda vez que los textos son aprobados por representantes de los países miembros. Pero el telón de fondo, que es el estado del arte de la investigación climática analizada por científicos del primer equipo, es intocable. Se estima que la producción científica mundial de los últimos cinco años, que sirvió de base para la actual hornada de informes, supere la suma de los estudios que dieron asidero a los informes de 2001, 1995 y 1992.
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