Se necesitaron cuatro años de investigación intensa financiada por la FAPESP, para que Luís Antônio Giron llegase a elaborar una verdadera arqueología de su profesión: la crítica musical. Empecinado en llenar la laguna bibliográfica relativa al origen de la crítica de arte en Brasil, el periodista hizo descansar la pluma de la escritura diaria para abocarse a libros, documentos y manuscritos de archivos y bibliotecas nacionales e internacionales.
Ese trabajo, realizado en el Departamento de Musicología de la Escuela de Comunicación y Artes de la Universidad de São Paulo (ECA/ USP), resultó en la reciente publicación de Minoridade crítica: A ópera e o teatro nos folhetins da corte [Minoridad crítica: La ópera y el teatro en los folletines de la corte ] (415 páginas, R$ 49,00, Ediouro y Edusp).
“Literalmente me quemé las pestañas leyendo microfilms y periódicos de época, y transcribiendo documentos raros, de reproducción prohibida”, dice el investigador sobre su implicación con las fuentes que le permitieron hacer algunos sorprendentes descubrimientos, como el que indica que el surgimiento de la crítica en Brasil ocurrió en 1826. Esa fecha era ignorada por los investigadores hasta ese momento, pues todos creían que esa actividad habría tenido su inicio con el Romanticismo, rondando el año 1840.
Otros interesantes descubrimientos fueron los textos de crítica musical y teatral de algunos grandes nombres románticos, como los escritores Gonçalves Dias, José de Alencar, Joaquim Manuel de Macedo e incluso Machado de Assis. Para muchos de ellos, el espacio en los periódicos hizo las veces de puente hacia la carrera literaria.Al estampar el origen y la evolución de la crítica musical en el período del Brasil independiente, Giron acabó retratando la corte de Río de Janeiro en un tiempo de profundas transformaciones: de la Independencia a los años de Don Pedro II, cuya mayoría de edad fue anticipada en 1840.
Mediante el retrato de los espectáculos operísticos y teatrales, que eran la diversión de la elite, y las críticas publicadas en periódicos tales como Espelho Diamantino yO Espectador Brasileiro , el libro permite vislumbrar los usos y costumbres de esa sociedad palaciega, y también el origen de algunos rasgos culturales nacionales sumamente fuertes, como el Carnaval y la formación de las hinchadas [torcidas].
La primera crítica musical de la que se tenga noticia es del diario O Espectador Brasileiro del 19 de junio de 1826, año de inauguración del Imperial Teatro de São Pedro de Alcântara, cuya temporada operística se abrió respirando claramente los nuevos aires del flamante imperio emancipado.
El crítico, anónimo, discurría sobre el papel de la crítica en un texto intitulado “Representación d?Adelina”. Pero no siempre fue así, ya que muchas críticas de ese período se destinaron más bien a describir detalles de la escena, del enredo y de los bastidores (las pujas entre los empresarios, por ejemplo), más que a promover grandes debates estéticos o musicales. “Los albores de la crítica se procesan en medio a una polémica entre primadonnas, en el auge de aquello que los críticos literarios consideran como literatura de frivolidad y folletinesca”, escribe Giron.
Los textos eran reflejo de los gustos y las actitudes del público. Fue así como en 1827, la llegada de la soprano francesa Elisa Barbieri provocó alteraciones en el escenario y en las imprentas.Barbieri llegó para rivalizar con el castrato Fasciotti y su hermana y discípula Maria Teresa Fasciotti, representantes del “bel canto rococó”, apreciado por los tradicionalistas y nostálgicos del tiempo de Don João VI.
A estos tradicionalistas se oponían los receptivos a las novedades parisinas, a las interpretaciones veloces e inauditas de las óperas de Rossini y a las modulaciones revolucionarias. La rivalidad se transformó en un embate estético entre representantes de la sociedad colonial y la incipiente burguesía y aristocracia nacionalista, situación retratada en las críticas de los periódicos. Era también un ejemplo circunstancial más, que contribuyó al surgimiento del hábito nacional de formar hinchadas.
Cuando llegaban las divas de la ópera, del teatro y de la danza, el público romántico de la corte imperial solía presenciar los espectáculos dividiéndose en verdaderas hinchadas. “Era una tradición europea que provenía de las pujas a favor de este o aquel castrato en Nápoles, a comienzos del siglo XVIII”, dice Giron. “En Brasil, los partidos disputaban en pro del éxito de este o aquel artista. Esto se plasmaba en abucheos, gritos, pateadas e incluso guerras de patacones de cobre a escena abierta. Los partidos, con el correr del tiempo pasaron a organizarse de acuerdo con los colores políticos (conservadores versus progresistas)”, explica el crítico.
Las mujeres desempeñaron un papel importante en el surgimiento de la crítica. Tenían tiempo suficiente para ocuparse de las particularidades de las presentaciones, que transcurrían una o dos veces por semana. Y como muchas veces no tenían el dinero suficiente como para frecuentar la platea, leían todo en los periódicos. El primero dedicado a ellas fue Espelho Diamantino , un periódico quincenal que surgió también en 1826.
De acuerdo con su editor en jefe, anónimo, la influencia del público femenino sobre la vida pública estaba volviéndose tan grande que se hacía necesario publicar una revista para que ellas se “informasen sobre todos los problemas económicos, los negocios y también las bellas artes”. No tardó mucho para que las publicaciones femeninas proliferasen, conteniendo una amplia cobertura de los eventos culturales de la ciudad.
Las críticas empezaron a ralear cuando la compañía italiana se disolvió, en 1829, con las muertes del empresario Fernando José de Almeida y del bajo Fabrício Piaccentini. Elisa Barbieri también regresó a Francia y en 1831, con la revuelta popular y la abdicación y fuga de Don Pedro I, el Teatro São Pedro fue rebautizado con el nombre de Constitucional Fluminense, con lo cual se convirtió en escenario ya no más de la lírica sino de luchas, conturbación e interferencia policial. Sin una corte y con el país gobernado por la Regencia, la capitalabdicó de las óperas, las cuales recién regresaron en 1844, bastante tiempo después de la mayoridad de Don Pedro II.
Pero ese retorno se vio signado por el Romanticismo. La crítica cultural pretendía ser mucho más sistemática y volcada al debate teórico, con el surgimiento de los primeros tratados y diccionarios de música. Los primeros indicios aparecieron en París en 1836, con la Revista Nitheroy , donde Francisco de Salles Torres-Homem, Domingos José Gonçalves de Magalhães, Pereira da Silva y Manuel de Araújo Porto-Alegre pretendían cultivar lo que era “justo, santo, bello y útil”. Nitheroy fue una especie de embrión de los segundas secciones, y se dedicaba a las ciencias, las letras y las artes. Tenía una tendencia claramente nativista, que se notaba ya en su lema: “Todo por Brasil y para Brasil”.
En 1842, Rafael Coelho Machado, un crítico de origen portugués, fundó el primer periódico de partituras: O Ramalhete das Damas , una publicación mensual para canto y piano. También publicó el Dicionário musical , una obra de divulgación del conocimiento y un instrumento pedagógico. Machado fue un ejemplo de intelectual, que hizo de la crítica un objeto y constituyó un método para llevar adelante el conocimiento.
Sin embargo, la sistematización de estos “pensadores” de la música y de la cultura no impidió que la cobertura de la ópera en los años 1840 retornase a los partidos y a los textos folletinescos, aunque ahora con nuevos nombres. La escena fue registrada en algunas obras literarias, como en O moço loiro [El muchacho rubio ], de Joaquim Manuel de Macedo.
El primer capítulo, “Teatro italiano”, retrata el pesado ambiente de la ciudad en agosto de 1844, día de la presentación de Anna Bolena . En el teatro, los dos partidos teatrales se confrontaban: la derecha versus la izquierda, de acuerdo con la posición que sus miembros ocupaban en la platea: la derecha, candianista, contra el ala opuesta, delmatrista ?respectivamente, partidarios de las cantoras Candiani y Delmastro, estrellas de la nueva compañía italiana.
Entre los nuevos nombres del folletín se encontraban los de Martins Pena, Gonçalves Dias, José de Alencar y posteriormente Machado de Assis. Mientras Martins Pena intercalaba críticas musicales con novelas en los periódicos, Gonçalves Dias parecía dar a sus críticas una importancia que la crítica literaria no le concedió posteriormente. En la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro hay dos cuadernos con copias de 20 críticas suyas, hechas en forma de manuscrito, con títulos y fechas de publicación bien a la vista.
En tanto, José de Alencar dejó para la historia lírica nacional el primer libreto original escrito en portugués para la ópera A noite de São João , con música de Elias Álvares Lobo. La ópera debutó el 14 de diciembre de 1860, el mismo año que sus romances Cinco minutos y A viuvinha [La viudita ]. Machado de Assis fue folletinista de la revista semanal O Espelho entre septiembre de 1859 y enero de 1860, ocupándose de la crónica teatral. Su preferencia se inclinó por la dramaturgia, sin descuidar por ello la vertiente lírica.
Cada uno a su modo, los folletinistas legaron su pasión a los críticos de los siglos XX y XXI, de acuerdo con Luís Antônio Giron. “Creo que actualmente somos tributarios de la pasión y de la liviandad del período abordado en el libro. El periodismo literario le debe mucho al folletín”, dice Giron. Pero señala a su vez que los críticos del siglo XX se apoyaron mucho más en el empirismo positivista que en los libelos románticos. “En términos de influencia directa, la crítica actual es más positivista que romántica. Destila impresiones, pero logra domesticarlas, echando mano del método científico y de análisis”. Basta con que la sociedad de mercado le adjudique a la crítica el lugar que se merece.
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