EFE/MARKSemanas atrás, Estados Unidos y China dieron inicio a campañas de vacunación contra el virus influenza A (H1N1) de origen porcino, causante de la pandemia de gripe registrada en el primero semestre de 2009 y motivo de pánico en muchos países. Autoridades de salud a nivel mundial ven en la inmunización la principal forma de prevenir muertes por gripe porcina y contener la propagación del virus, que comenzó a diseminarse por el Hemisferio Norte incluso antes del comienzo del invierno, y que se convertiría en el principal causante de la gripe en los próximos años.
Pese a la confianza de los gestores de la salud en la inmunización, en países como Estados Unidos, parte de la población aún no se ha convencido acerca de la necesidad de aplicarse la vacuna. Por detrás de esta duda se ubica el mismo sentimiento que suscitó el virus a comienzos de año: el miedo. Si antes las personas temían la agresividad del virus, ahora surge el recelo acerca de la seguridad de la vacuna y de los efectos que pueda tener. Sucede que antes de que se diesen por concluidas las pruebas de seguridad y eficacia, la agencia estadounidense de control de medicamentos y alimentos (FDA) autorizó la producción y aplicación de dos formas de vacuna contra el H1N1: una inyectable, producida a partir de virus inactivos, recomendada para cualquier persona a partir del año de edad; y otra inhalable elaborada con virus debilitados y recomendada para personas sanas en la franja etaria que va de los 2 a los 59 años. Debido a que protege únicamente contra el virus de la gripe porcina, esa vacuna ha venido siendo aplicada junto con otra contra la gripe estacional.
Danielle Ofri, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, publicó en noviembre en el New England Journal of Medicine un artículo informando acerca del comportamiento contradictorio de las personas atendidas en el Bellevue, el hospital público más antiguo de Estados Unidos. Al comienzo de la epidemia, el miedo al virus desconocido las hacía exigir una vacuna que aún no existía. Ahora que la vacuna está disponible, la mayor parte de ellas, menos ansiosa y más habituada al virus, se rehúsa a aplicársela.
Entre los expertos, nadie duda de que la vacuna funcione, aunque algunos disienten con relación al nivel de protección que brinda. “Aunque la vacuna no proteja a un 100% de las personas, al menos a un 75% protege”, afirma Edison Durigon, jefe del Laboratorio de Virología del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo. Según el virólogo, los que reciben la vacuna pueden llegar a contraer la gripe, pero será menos grave. “La vacuna perderá eficacia únicamente si la variedad del virus predominante en la epidemia sufre alteraciones genéticas muy drásticas, lo que es raro”. De suceder eso, dicha pérdida de eficacia será conocida dentro de algún tiempo, después que más gente se vacune y que se analice la protección de la vacuna.
A mediados de noviembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimaba que en 16 países 65 millones de personas habían sido vacunadas contra el H1N1. En un informe, la organización reportó que en China 11 millones de personas fueron inmunizadas, y hubo registro de 15 casos de efectos colaterales graves y dos muertes, no necesariamente como consecuencia de la inmunización. Como probablemente no haya vacunas para todos — la OMS prevé la producción mundial de 3 mil millones de dosis por año —, la prioridad es inmunizar a las personas más susceptibles: niños de más de un año, portadores de enfermedades graves y profesionales del área de salud. En Brasil, donde el indice de mortalidad causado por el H1N1 se ubicó en 0,8 persona por grupo de 100 mil (la de la gripe estacional es de 0,5 por 100 mil), la vacuna contra la gripe porcina estará disponible antes del inverno de 2010.
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