Si usted conoce a alguien que habla mucho de juego y solamente se siente feliz cuando se entrega a los cartones de bingo, a las máquinas tragamonedas, loterías, barajas o carreras de caballos, cuidado. La obstinación por las apuestas es un rasgo del jugador patológico, una personalidad desequilibrada que, cuando no se la controla, puede llegar incluso a extremos de robar o matar para mantenerse en el juego, al igual -en una comparación ahora sustentada científicamente- que un dependiente químico.
El jugador patológico, diagnosticado con precisión en Brasil hace pocos años, era fácilmente confundido con el portador del trastorno obsesivo compulsivo (TOC), un individuo que sufre de manías: se lava las manos a cada momento o mantiene su casa siempre impecablemente ordenada, por ejemplo. Pero éstas son categorías diferentes, como demostró el médico Hermano Tavares en su doctorado en la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (USP). Su trabajo obtuvo el reconocimiento del National Council on Problem Gambling (NCPG), una organización estadounidense dedicada a entender y contener el vicio en juegos de azar: Tavares fue premiado con una placa grabada y recibió una invitación para dar una conferencia en el congreso anual de la institución, en Dallas, Estados Unidos, el día 14 de este mes.
En su tesis, dirigida por Valentim Gentil Filho, Tavares investigó los rasgos de la personalidad peculiares de los portadores de este disturbio poco estudiado en Brasil. Con el equipo del Ambulatorio de Juego Patológico y Otros Trastornos de Impulsos (Amjo), del Instituto de Psiquiatría de la USP, comparó las reacciones de 40 jugadores patológicos, 40 pacientes con TOC y 40 personas sin esos problemas.
Una de las conclusiones más importantes consiste en que, pese a que esta personalidad combina rasgos impulsivos (poca reflexión seguida de una rápida reacción, prodigalidad y poco aprecio por las normas y los cánones) y compulsivos (miedo a la incertidumbre), además de la obsesión por las apuestas en dinero, el jugador patológico es claramente diferente del portador de TOC. “La tesis muestra que existen más semejanzas entre el juego patológico y las dependencias químicas que con el TOC”, revela el investigador, que está haciendo su posdoctorado en la Universidad de Calgary, Canadá. Para éste, la mejor definición de juego patológico es una dependencia comportamental. La sensación de éxtasis -similar a la experimentada por el consumo de drogas- surge de la apuesta, de la emoción de obtener buenos resultados y ganar.
La mente no sale del ambiente de las apuestas: “El jugador patológico está permanentemente preocupado con el juego, esperando la hora de poder hacer una nueva apuesta, delineando estrategias para ganar o imaginando cómo conseguir dinero para pagar las deudas de juego”, dice Tavares. Otro síntoma: el deseo de recuperar el dinero perdido, en un movimiento continuo de apuestas que alimenta la deuda y la ansiedad. “La falta de control sobre el comportamiento”, prosigue, “se revela en las tentativas frustradas de reducir o abstenerse de jugar, mentiras para ocultar la extensión de la dependencia y envolvimiento en actividades ilegales, tales como falsificación de cheques y hurtos, para financiar el juego.”
Tavares adoptó escalas de personalidad habitualmente utilizadas para diferenciar entre jugadores patológicos y portadores de TOC. En 2000, año en el que su tesis fue concluida, salieron en la Revista de Psiquiatría Clínica los resultados completos sobre una de las escalas, el Inventario de Temperamento y Carácter (ITC), que concibe el desarrollo de la personalidad como un camino de doble mano entre el temperamento y el carácter: los factores hereditarios de temperamento (búsqueda de la novedad, dependencia de recompensa y persistencia, por ejemplo) motivan factores de carácter (autodireccionamiento y cooperatividad, entre otros), que a su vez accionan los mecanismos de respuesta a un estímulo (ganas de jugar, por ejemplo).
Un problema social
“La búsqueda de tratamiento aumentó vertiginosamente después de que los bingos electrónicos y los videojuegos, principalmente los de póquer y el propio bingo, se esparcieron en Brasil en los años 90”, observa Tavares. Su estudio y los de los otros especialistas muestran una nítida correlación entre la permisión de la práctica de juegos de azar -cada vez más accesibles- y el aumento de los diagnósticos confirmados de jugadores patológicos.
En Brasil no existen estadísticas, pero las del exterior indican que entre un 1% y un 4% de la población padece ese disturbio, que es considerado una dependencia, aunque menos frecuente que la del alcohol, el tabaco y drogas prescritas por médicos, como tranquilizantes y anfetamínicos, por ejemplo. Pero es más común que la dependencia de cocaína y de crack y que otros trastornos psiquiátricos clásicos, entre ellos la esquizofrenia.
“Los efectos del juego patológico, como el endeudamiento crónico, los intentos de suicidio y el aumento de la criminalidad, deberían ser considerados al momento en que se discute la reintroducción de los casinos en Brasil”, advierte el investigador, que lanza una convocatoria: “Ya es hora de que hagamos un estudio sobre la frecuencia y el impacto del juego patológico en la sociedad brasileña, por lo menos en las mayores ciudades, en donde los bingos electrónicos y los videojuegos se tornaron populares”.
Se sabe de antemano que las mujeres pueden ser más afectadas que los hombres. En 2001, Tavares publicó un trabajo en el Journal of Gambling Studies, mostrando que las mujeres desarrollan el cuadro de juego patológico dos veces más rápido. “Actualmente las estadísticas apuntan una proporción de dos hombres por cada mujer”, dice Tavares, “pero a medida en que el juego se torna más popular, más mujeres están jugando y la tendencia futura indica que la proporción caerá a una por cada hombre.”
Con los videojuegos caseros, el peligro parece ser menor. Según Tavares, en principio, la dependencia solamente se establece a partir de los juegos de azar, definidos por dos características: la habilidad del jugador no aumenta las posibilidades de ganar y los resultados finales son generalmente aleatorios. Pero el investigador advierte que no se puede tener certeza de ello, porque aún no hay estudios que relacionen un interés excesivo por parte de los niños por los videjuegos con el surgimiento del juego patológico en la vida adulta.
En Canadá, con Nady el-Guebaly y David Hodgins, investigadores veteranos en el área, Tavares trabaja en la aplicación de sus datos a una muestra local y en la comparación entre jugadores y alcohólicos con relación a la personalidad y a la avidez. Los resultados preliminares apuntan una correlación entre la avidez y los rasgos impulsivos de personalidad. El investigador, que pretende regresar a Brasil en diciembre, confía en que a partir de allí surgirán criterios de clasificación de jugadores patológicos en subtipos -predominantemente impulsivo o compulsivo, por ejemplo- y variaciones terapéuticas: “El tratamiento de los impulsivos enfocaría la avidez como factor de riesgo para recaídas; y el de los compulsivos, las emociones negativas, la ansiedad y la depresión, como precipitadores de recaídas”.
EL PROYECTO
El Juego Patológico y suas Relaciones Con el Espectro Impulsivo Compulsivo
Modalidad
Beca de doctorado
Coordinador
Valentim Gentil Filho – USP
Inversión
R$ 40.585,32