Hace 23 años, a comienzos de un mes de diciembre, cuatro botánicos y un zoólogo, todos de São Paulo, se apretujaron en un automóvil Opala marrón y partieron raudamente por unas carreteras plagadas de baches, bajo un calor de casi 40 grados, rumbo al nordeste de Minas Gerais. Aquélla era la primera expedición exploratoria del Proyecto Flora de Campos Rupestres por las sierras de la Cadena do Espinhaço, una franja de 1.100 kilómetros de extensión que ocupa gran parte de la región central de Brasil, principalmente en Minas Gerais y Bahía. Una de las regiones escogidas para el mencionado estudio de la flora fue la Sierra de Grão-Mogol, por entonces poco estudiada todavía, empero sabidamente de una vegetación rica y variada, que ya se encontraba amenazada por la deforestación y por la extracción de diamantes. Ubicada 500 kilómetros al norte de Belo Horizonte, en los límites del cerrado (sabana) con la región llamada ‘caatinga’, la Sierra de Grão-Mogol es una de las áreas de más alto deendemismo, es decir, es depositaria de especies únicas de plantas.
Predominan en ella los llamados campos rupestres – en los cuales la vegetación es formada por arbustos y plantas rastreras, que nacen por entre las rocas o sobre un suelo plano, arenoso, ácido y pobre en nutrientes y materia orgánica. Los resultados de ése y de los otros 20 viajes subsiguientes – el más reciente fue en marzo de 2000, en una camioneta Chevrolet D-20, con tracción en las cuatro ruedas – van a adquirir ahora la forma de una edición especial del Boletim de Botânica de la Universidad de São Paulo (USP), que se publicará el mes que viene en asociación con Editora Hucitec. Es el primero de cuatro tomos que serán lanzados hasta el final del año que viene, y en sus 250 páginas aparecen claves de identificación, ilustraciones y la descripción de 50 familias de plantas. Para tener una idea: solamente del grupo más abundante, el de las plantas con flores, o angiospermas, aparecen las primeras 34 de las 117 familias.
La colección completa, coordinada por el botánico José Rubens Pirani, del Instituto de Biociencias de la USP, tendrá cerca de mil páginas, y será un inventario ilustrado de la peculiar flora de los campos rupestres, sabanas y bosques de la región, con adaptaciones morfológicas y fisiológicas propias – las plantas forman islas de vegetación en medio de terrenos rocosos y accidentados, con altitudes que varían entre los 650 y los 1.100 metros, en una región de transición entre dos ecosistemas distintos: el cerrado o sabana y la ‘caatinga’. Cuando este trabajo se complete, presentará las estructuras, la distribución geográfica y las épocas de floración y fructificación de los 472 géneros y de las 1.067 especies de plantas de Grão-Mogol.
De dicho total, 60 son endémicas – viven únicamente en esta sierra de lluvias intensas de noviembre a marzo, que sirve como divisoria de aguas entre los ríos que forman el São Francisco y corren hacia el oeste, y aquéllos que se dirigen hacia el Atlántico, al este.
Un retrato colectivo
Con este estudio, la Sierra de Grão-Mogol queda en pie de igualdad, en términos de conocimiento científico, con tramos más amplios de la Cadena do Espinhaço estudiados hace más tiempo. De la Sierra do Cipó, con un área cuatro veces mayor, situada a una hora de viaje desde Belo Horizonte -yendo por una carretera asfaltada-, salió en 1987 la lista de las 1.590 especies de plantas que allí viven. En 1995 fue el turno del Pico das Almas, una sierra vecina, con toda su flora de 1.044 especies descrita en un libro publicado en Inglaterra, con la participación de investigadores de la USP.
La Sierra de Grão-Migol, pequeña y distante, ubicada fuera de las rutas de interés económico y sin ninguna infraestructura turística, fue científicamente explorada – y se analizaron muestras de plantas – por parte de alrededor de 100 investigadores de instituciones nacionales e internacionales. Participaron los equipos del Instituto de Botánica de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente de São Paulo, de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), de la Universidad Estadual de Feira de Santana (UEFS), de la Universidad Federal de Juiz de Fora (UFJF), de la Universidad Federal de Minas Gerais y del Royal Botanic Gardens de Kew, Inglaterra.
Pirani cree que este trabajo, al margen de permitir estudios comparativos, facilitará el reconocimiento y la preservación de las plantas por parte de los habitantes de la región. Puede también estimular a otros investigadores, e incluso a docentes y alumnos de escuelas de la región, para que desarrollen estudios de anatomía, germinación, desarrollo o usos locales de las plantas de la sierra cuyo nombre es una referencia al diamante Gran Mogol, de 700 quilates (un quilate equivale a 0,2 gramo), hallado en la India en el siglo XVI. En esa misma época, cuando la minería en Brasil estaba en su apogeo, habría sido descubierta en la región una piedra similar.
Otra finalidad del proyecto es ayudar a establecer o fortalecer políticas públicas que concilien la conservación del ambiente con prácticas agrícolas sostenibles. En la actualidad los bosques son derribados para la fabricación de carbón o son quemados, para dar lugar a pequeñas rozas de mandioca, ananás, caña de azúcar, arroz, fríjol o maíz. Aún no se ha encontrado tampoco la manera de detener el avance de los pastajes y la acción de los ‘garimpeiros’ (buscadores de piedras preciosas), que, en busca principalmente de diamantes, dejan el suelo y los cascajos revueltos. Difícilmente la vegetación natural vuelve a crecer por donde ellos pasaron. La Sierra de Grão-Mogol, calificada en 1998 como un área de importancia biológica muy alta, y por tanto prioritaria para su conservación, integra el Parque Estadual de la Sierra da Bocaina, creado ese mismo año.
Así y todo, los investigadores recuerdan que las medidas para su efectiva implantación aún están prosecución.”Además de ser diversificada y peculiar, la flora de la Sierra de Grão-Mogol es sumamente bella”, sintetiza Pirani. Por allí crecen las siemprevivas, principalmente las especies del género Syngonanthus. Son plantas rastreras con flores blancas, color paja o doradas, que parecen pequeñas margaritas, explotadas en forma extractiva – la mayor parte de la cosecha es exportada. “La explotación de las siemprevivas es preocupante, pues al arrancar las flores se impide la formación de las semillas, que aseguran la continuidad de la especie”, dice el investigador. Otras plantas típicas de la zona son tres especies de las llamadas cabezas de fraile, de los géneros Discocactus y Melocactus. Son cactus con flores y llenos de espinas, que tienen ese nombre en una alusión espirituosa a la cabeza a veces enteramente calva de los religiosos.
Especies únicas
Las ‘canelas-de-ema’ (Vellozia spp.), en tanto, se destacan por sus grandes flores lilas, parecidas a los lirios, y por sus tallos delgados y revestidos por gruesas escamas, bastante utilizados como combustible -ayudan a prender fuego, ya que arden aun estando mojados, debido a que poseen resinas. Subiendo nuestra mirada, podemos ver unos árboles altos y frondosos típicos de la región: los ‘monjoleiros’, pertenecientes al género Pterodon, de corteza rosadas y una altura que oscila entre los 7 y los 20 metros, y que se encuentran en las pendientes y laderas rocosas.
Solamente en Grão-Mogol puede también hallarse el Trembleya hatschbachii, un arbusto que puede encontrarse cerca de los riachos, de la familia de las llamadas cuaresmeras, “con explosiones de hermosas flores amarillas”, en la descripción del botánico de la USP. Siguiendo con las especies endémicas, existen también aquéllas que fácilmente suscitan curiosidad, como la Drosera graomogolensis, una planta toda roja, discreta, con un tallo de 7 centímetros y carnívora: las hormigas y otros insectos, atraídos por su vivo color, acaban quedando pegados sobre la superficie pegajosa de sus hojas.
Las rarezas de la región empezaron ser más conocidas en 1818, cuando los exploradores alemanes Carl von Martius (1794-1868) y Johann Baptist von Spix (1781-1826) recorrieron la Sierra da Canastra, al sur de Grão-Mogol, en el marco de una de las primeras expediciones al área de las que se tenga noticias. Casi 300 años después, es posible dimensionar con precisión cuán raras son algunas de las especies que viven en dicha sierra. Solamente en ella crecen plantas peculiares, a ejemplo de las tres especies que aparecen entre las rocas, o sujetas a los paredones, formando grandes matorrales o extensos jardines: la Vellozia prolifera, la Barbacenia riparia y laVellozia luteola, conocidas apenas por sus nombres científicos.
Junto con las demás representantes de la familia de las vellociáceas, integrada por unas 250 especies (la mayoría de éstas presente en la Cadena do Espinhaço), estas tres especies fueron intensamente estudiadas a finales de los años 80 por Renato Mello-Silva, también de la USP. Inicialmente, Mello-Silva procuró entender de qué manera ciertas peculiaridades de las hojas de estas plantas, tales como las variaciones en las fibras o la existencia de grietas, podrían ayudar a dilucidar la evolución del grupo. Mello-Silva encontrou nuevas especies de dicha familia en Grão-Mogol, comprobó el endemismo de otras y corroboró que algunas presentan cierta variabilidad en la distribución de las fibras del interior de las hojas y en los tipos de pelos de la base de las flores – una señal indicativa de que estarían en marcha los mecanismos de especiación, tal como se denomina a la diferenciación y formación de nuevas especies.
Comparaciones
Hechas las cuentas de estas dos décadas de estudios, que contaron con el apoyo de la FAPESP, el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Pirani estima que los científicos del grupo del cual participó inicialmente como estudiante de maestría -tenía 23 años cuando se llevó a cabo la primera expedición -, escrutaron palmo a palmo un área de alrededor de 400 kilómetros cuadrados, con visitas realizadas durante todas las estaciones del año, procurando recolectar plantas con flores o con frutos del mayor número posible de especies. Fue un muestrario considerado excelente, incluso porque “es virtualmente imposible cubrir enteramente cualquier superficie de las dimensiones de una sierra, sobre todo con tantas áreas de acceso harto difícil”, recuerda el investigador de la USP. Debido a que cada viaje duraba entre una semana y un mes, pasaron 315 días en la sierra -por tanto, es casi un año de trabajo de campo.
En la actualidad, la iniciativa que empezó a ser ideada durante la década del 70 por la botánica Nanuza Luiza de Menezes – la propietaria del coche Opala utilizado durante las primeras expediciones a la sierra, que aún hoy en día es una referente de la botánica brasileña – se traduce también en la forma de 3.700 muestras, que en su mayor parte se encuentran guardadas en el herbario del Instituto de Biociencias de la USP.”Este estudio era imprescindible para iniciar otro, el de la historia biogeográfica de la flora de la región, y establecer las relaciones con otras áreas montañosas de Sudamérica, tales como las sierras del litoral, las sierras y chapadas de Goiás, los tepuyes de Venezuela, las montañas de las Guyanas e incluso los Andes”, comenta Ana Maria Giulietti, de la UEFS, primera coordinadora del proyecto.
Los tepuyes a los que la investigadora se refiere son unas montañas escarpadas de cerca de 1.000 metros de altura y cumbre plana, que ocupan la porción septentrional de la región amazónica. “La flora de los campos rupestres y sabanas, y la de los tepuyes”, añade Pirani, “están hoy en día aisladas y separadas, pero todavía comparten muchos elementos, lo que es una evidencia de que deben haber sido más cercanas hace miles, o quizá algunos millones de años.”Comparar dos tipos de vegetación separadas por más de 6 mil kilómetros es tan solo uno de los proyectos de investigación, que ahora se vuelven factibles. En lo inmediato, los botánicos pretenden definir con mayor precisión las semejanzas y diferencias con las otras sierras de la Cadena do Espinhaço ya desmenuzadas: la Sierra do Cipó, el Pico das Almas y la Sierra de Catolés, todas ellas también con un elevado endemismo.
“De las comparaciones emergerán patrones, modelos o preguntas, que ayudarán a orientar la continuidad de los estudios”, dice Pirani. “Probablemente podremos detectar grupos de plantas comunes a todas las áreas, aquéllos que tienen mayor concentración en una u otra, y también aquéllos que pueden ser indicativos de la evolución del Espinhaço”. Pero nadie pretende terminar por allí. “En los alrededores de Grão-Mogol están también la Sierra de Botumirim, la Sierra de Itacambira y la Sierra Deus-me-Livre, que han sido poco exploradas todavía”, afirma Pirani. Y la cuestión de revelar los secretos que éstas guardan, quizás sea una tarea para desarrollar durante otros 20 años de trabajo.
El Proyecto
Herbario del Departamento de Botánica del Instituto de Biociencias de la USP
MODALIDAD
Programa Infraestructura IV
COORDINADOR
José Rubens Pirani – Instituto de Biociencias de la USP
INVERSIÓN
R$ 610.989,71