Cuando se supo que yo había recibido el premio Unesco/L’Oréal for Women in Sciences, las preguntas de los periodistas nacionales e internacionales eran: ¿Cómo es ser una mujer de ciencia? ¿Cuáles son dificultades que una mujer científica afronta en Brasil? ¿Qué consejos le daría usted a las jóvenes que quieren ingresar a la carrera científica?
Para sorpresa general, respondí que las que enfrente durante mi carrera científica fueron las mismas que un hombre enfrentaría, pues nunca me sentí discriminada por ser mujer en Brasil. ¿Pero eso será una verdad que incumbe a todas las investigadoras? Datos de la Unesco muestran que apenas entre un 5% y un 10% de las mujeres en el mundo desempeñan funciones de responsabilidad en el campo de las ciencias.
Aún hoy, incluso en Europa y en Estados Unidos, las mujeres son una minoría en las ciencias. En Francia, representan el 32% en CNRS (Consejo Nacional de Investigación), mientras que en Estados Unidos la participación de las mujeres es en promedio del 30%, variando de acuerdo con la disciplina (del 10% en matemática al 48% en psicología). Según una investigación reciente (Nature, diciembre de 2000), en Italia los hombres tienen tres veces más chances de llegar a cargos de jefatura. Entre aquellas mujeres que son líderes en investigación, cerca del 40% no tiene hijos.
En Brasil, de acuerdo con el CNPq, las mujeres constituyen el 43,7% de las investigadoras, a pesar de que la proporción relativa diminuye con el aumento de la franja etárea: entre un 45,9% y un 41,5% en el grupo de 35 a 54 años y alrededor del 30% en el de 55 a 64 años. Según esa proyección, el número de mujeres va a superar al de hombres al final de la década. La cuestión es: ¿y alcanzará eso también a los puestos de liderazgo? Cuando se analiza el porcentaje de mujeres que lideran en investigación, la desproporción sexual es exorbitante. Solo el 21% de las mujeres son coordinadoras de proyectos temáticos de la FAPESP y menos del 10% de los profesores titulares de la Universidad de São Paulo o de los miembros de la Academia Brasileña de Ciencias son mujeres. Pero, ¿acaso eso se produce porque hay una discriminación contra aquellas que intentan llegar a posiciones más elevadas o es una opción de las propias mujeres que quieren trabajar menos después de cierta edad? La participación femenina diminuye después de los 34 años, lo que coincide con el período en el cual, actualmente, muchas mujeres deciden tener hijos. Enfrentar la doble jornada de madre y profesional ciertamente no es fácil y muchas de ellas no consiguen dedicarse a la investigación tanto como desearían o deberían.
A mi modo de ver las cosas, las jóvenes mujeres que se inician en la carrera científica no deben abdicar de la experiencia fantástica de tener hijos, pese a las dificultades que implica conciliar la carrera con la maternidad. Debemos confiar en que podemos contribuir y osar, sin miedo a recibir un no al someter a dictamen un proyecto de investigación o un trabajo para su publicación.Si optamos por la carrera científica es porque tenemos un verdadero cuestionamiento interior, si vibramos ante cada nuevo descubrimiento, al tiempo que abrimos un abanico de nuevas cuestiones, si trabajamos incansablemente en un problema, simplemente porque queremos comprender, porque queremos ayudar, ciertamente nuestro trabajo será tarde o temprano reconocido. La sensación de estar intentando contribuir para una mejor comprensión de un problema científico, para tener un mundo mejor y más justo, será con seguridad, independientemente de nuestra posición jerárquica, la mayor recompensa.
Mayana Zatz es profesora del Instituto de Biociencias de la USP y coordinadora del Centro de Estudios del Genoma Humano (Cepid-FAPESP)
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