LARISSA RIBEIROInvestigadores brasileños radicados en Estados Unidos se reunieron el día 5 de octubre en un auditorio del Massachusetts Institute of Technology (MIT), en Cambridge, para relatarse unos a otros en qué están trabajando y discutir formas de establecer colaboraciones y estrechar la cooperación con instituciones y empresas brasileñas. El 1º Simposio de la Comunidad Científica Brasileña de Nueva Inglaterra congregó a un público de 350 personas en un maratón de 12 horas de actividades divididas en cuatro paneles temáticos y algunas conferencias. “Me impresionó la calidad de los trabajos presentados y la participación entre el público de muchos alumnos de grado y de doctorado”, dice el físico Marcelo Knobel, docente de la Universidad de Campinas (Unicamp) y coordinador adjunto de Colaboraciones en Investigación de la FAPESP. Knobel presentó las oportunidades de la investigación científica en el estado de São Paulo ante los participantes del simposio, para lo cual la FAPESP sostiene modalidades de financiación destinadas a atraer investigadores del exterior, tales como becas de posdoctorado y el São Paulo Excellence Chairs, un programa que promueve el arribo de científicos de primer nivel del exterior para generar núcleos de investigación en las universidades paulistas.
El idioma oficial del simposio fue el portugués, lo cual provocó dificultades y alegría en algunos participantes, pues hay muchos radicados en Estados Unidos. El congreso en Cambridge formó parte de una iniciativa generada hace tres años por la periodista Cristina Caldas, en un trabajo conjunto con Leo Iwai, Marcelo Mori y José Raimundo Correa, por entonces posdoctorandos en la Universidad Harvard. Se trata del PUBBoston, la sigla en portugués de Investigadores y Universitarios Brasileños en Boston, que cada mes convoca a 80 personas para debatir temas de común interés y acelerar contactos en investigación científica, innovación y educación, organizado por una comisión que mantiene activa la red. “Resido en Boston desde hace cuatro años, y en mi trabajo como periodista de ciencia, conocí a muchos investigadores brasileños que llevan a cabo trabajos sumamente interesantes. De ahí surgió la idea de constituir el grupo, que coincidió con la voluntad de los científicos de conocer los trabajos de unos y de otros”, dice Caldas, quien a la fecha también trabaja en el Consulado de Brasil en Boston como interlocutora de los estudiantes brasileños del programa Ciencia Sin Fronteras. La idea de promover el encuentro surgió de una charla con Marcelo Gleiser, docente de física y astronomía en el Dartmouth College, acerca de la necesidad de generar un sentido comunitario entre los investigadores y estudiantes brasileños de la región, tal como ocurre con los de otras nacionalidades, como en el caso de los indios y los chinos. Se sumaron a la iniciativa colaboradores tales como el MIT Brasil, el Banco Santander, la Agencia Brasileña de Desarrollo Industrial (ABDI), la empresa Covidien, la FAPESP y el consulado brasileño, y la misma se extendió hacia la región de Nueva Inglaterra, en el nordeste de Estados Unidos, donde están localizadas instituciones tales como el MIT y las universidades Harvard, de Boston, Yale, Dartmouth y Brown. Según Caldas, la conexión entre los participantes era mínima, y muchos se conocieron durante el evento.
Según el astrofísico Marcelo Gleiser, conocido por escribir libros de divulgación científica, el simposio fue importante para dar a conocer quiénes son los investigadores brasileños en Estados Unidos. “A partir del congreso, todos se visibilizaron. Yo mantengo un permanente contacto con Brasil, pero creo que soy una excepción. La mayoría de la gente se concentra en su trabajo y no le da mucha importancia al establecimiento de relaciones”, sostiene. Gleiser considera que tal comportamiento se debe a una cierta comodidad de los investigadores brasileños en relación a acercar su trabajo a la sociedad. “Para postularse en un proyecto u obtener una beca en Estados Unidos y en Europa, al investigador se le exige dedicar algunas horas para hablar en museos o escuelas. Nos percatamos de que, para capacitar a los científicos del futuro, hay que motivar a los jóvenes a dedicarse a la carrera científica”. La conferencia del empresario brasileño José Almeida, presidente de la multinacional Covidien, con sede en Estados Unidos y que fabrica productos en el área del cuidado de la salud, constituye un ejemplo de la posibilidad de estrechar relaciones entre el ámbito académico y la industria, dice Gleiser. “Almeida manifestó su interés por atraer pasantes y contratar investigadores brasileños”.
El carioca Bernardo Lemos, profesor de epigenética ambiental en la Harvard School of Public Health, afirma que la interacción entre investigadores brasileños ha avanzado, en gran medida, gracias al PUBBoston. “No creo que haya un aislamiento y actualmente existen maneras de mantenerse en contacto a pesar de la distancia. Pero nos estamos refiriendo a gente muy ocupada. El encuentro fue importante porque concitó el interés de muchos estudiantes. Tengo unos alumnos brasileños que se enteraron del simposio y vinieron en auto desde Nueva York. La motivación es importante. Me gustó mucho y conocí a mucha gente”, dice Lemos. El investigador cuenta con título de grado y maestría en ecología y genética por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Hace 10 años viajó a Harvard para realizar el doctorado y se quedó, pero también colabora con instituciones brasileñas como el Instituto Nacional del Cáncer, en Río de Janeiro.
Uno de los contactos que estableció Lemos fue con Flavia Teles, investigadora del The Forsyth Institute, en Cambridge, e instructora en la Harvard School of Dental Medicine, en Boston. Ella invitó a varios participantes del simposio, entre ellos Lemos, para brindar conferencias en el Forsyth. “Me asombró la calidad de las ponencias y el alto nivel de capacitación de los disertantes. No tenía noción de que la red de brasileños investigando y enseñando en Estados Unidos fuera tan diversa. Conocí a investigadores de áreas tales como epigenética, inmunología, y los abordajes matemáticos y estadísticos para lidiar con inmensos volúmenes de información, el denominado Big Data. Creo que podemos cooperar en proyectos en curso y planificar futuras colaboraciones”, afirma Teles. Graduada en odontología por la UFRJ, con maestría en periodoncia por la UERJ, se radicó en Estados Unidos en 2003 junto a su marido, el investigador Ricardo Teles, que fue contratado por el Forsyth. Ella realizó el doctorado en Harvard y se unió al trabajo de un grupo que realiza investigación avanzada sobre enfermedades gingivales. Actualmente dirige un laboratorio que estudia los microbios de la cavidad bucal, con énfasis en la búsqueda de nuevas bacterias que pueden cumplir un papel importante en enfermedades tales como la periodontitis, la periimplantitis y el cáncer bucal. Colabora con grupos de investigación en odontología de Belo Horizonte, Guarulhos y Curitiba, a través de los cuales recibe a doctorandos y posdoctorandos en su laboratorio.
Una sólida educación
La astrofísica Merav Opher, quien se doctoró en la USP en 1998 mediante una beca otorgada por la FAPESP y actualmente se desempeña como profesora en la Universidad de Boston, espera que su participación en el simposio atraiga a nuevos alumnos. “Uno de ellos se contactó conmigo. Me agrada mucho trabajar con alumnos brasileños. Son diferentes a los estadounidenses, cuya educación está muy influenciada por la tecnología. Los brasileños cuentan con una sólida educación, son analíticos y se muestran ávidos por trabajar”, afirma Opher, quien ya codirigió el doctorado sándwich de dos brasileñas en Estados Unidos, una proveniente de la USP y otra, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe).
La idea de establecer redes de investigadores radicados en el exterior no es nueva y ya la han puesto en práctica diversos países, con distintos grados de éxito, durante las últimas décadas (lea en el recuadro). Naciones tales como la India y China, que mantienen estrategias agresivas de envío de investigadores hacia los países desarrollados, y otras, como Argentina, que perdieron camadas de investigadores por motivos políticos y económicos, constituyen ejemplos: se valen de los talentos en el exterior como interlocutores y como blancos preferenciales para entablar colaboraciones e intentan repatriar a los que anhelan regresar. Brasil nunca sufrió un gran proceso de fuga de cerebros, pero se estima que 16 mil brasileños altamente calificados residen en el exterior. “Brasil no considera a ese capital intelectual en el exterior como un capital intelectual del país. En China, a los científicos radicados en el exterior se los consulta acerca de la política científica del país”, dice Cristina Caldas. “Brasil podría sacar provecho del aporte de sus talentos en el exterior. Ellos podrían recibir a alumnos o trabajar como mentores. No tenemos universidades brasileñas ubicadas entre las 50 mejores en los rankings internacionales, pero contamos con brasileños trabajando en ellas”, informa. Leo Burd, del Centro de Aprendizaje Móvil del MIT, dice que nunca notó una articulación semejante entre los investigadores brasileños en los 13 años que lleva residiendo en Estados Unidos. “Los investigadores que abandonaron Brasil ansiaban crecer y divisaron mejores oportunidades para alcanzar ese objetivo fuera del país. Brasil sacará provecho si ellos se articulan en redes y generan canales para trabajar en forma conjunta”, dice Burd, graduado en computación en el ITA, con máster en diseño de software educativos por la Unicamp y doctorado otorgado por el MIT Media Lab.
El físico Eduardo Couto da Silva, quien hace dos años decidió regresar a Brasil por motivos personales, luego de una trayectoria de dos décadas en instituciones tales como el Centro Europeo de Investigación Nuclear y la Universidad Stanford, brindó una conferencia sobre su experiencia. Couto da Silva se topó con una situación curiosa: hubo instituciones estadounidenses que intentaron evitar que se fuera, mientras que pocas brasileñas intentaron aprovecharlo. “En ese entonces me asombraba, pero ahora lo comprendo. En Brasil, el posgrado tan sólo lleva instalado medio siglo, el grado de madurez de nuestro sistema de ciencia y tecnología todavía no puede compararse con el de los países centrales, y el proceso de internacionalización de la ciencia brasileña aún está en curso. Las agencias de fomento procuran acelerar ese proceso, pero no hemos alcanzado el mismo grado de madurez”. Y añade que en Brasil no existe un programa que atraiga a los investigadores de categoría mundial y los mantenga en el país con financiación garantizada durante largos períodos. Pero a su vez subraya que los investigadores no necesitan regresar para contribuir con la ciencia del país. Él trabaja en el Centro de Gestión y Estudios Estratégicos, en Brasilia, y participa en la concreción del acuerdo institucional que el Instituto Tecnológico de Aeronáutica (ITA) negocia actualmente con el MIT.
Su presencia en el seminario de representantes de la Agencia Brasileña de Desarrollo Industrial (ABDI) le otorgó un marco concreto a la ambición de instaurar puentes entre los investigadores radicados en el exterior y las empresas brasileñas, generando oportunidades en áreas que precisan del conocimiento y la tecnología. “La ABDI resultó importante para dotar de institucionalidad a las iniciativas, lo cual no significa que éstas deban depender del gobierno”, informa Couto da Silva. Vinculada con el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, la ABDI presentó la red Diáspora Brasil, una iniciativa en construcción que apunta a conectar a los brasileños en el exterior con empresas y programas de estímulo a la innovación. “El objetivo consiste en crear una plataforma de generación de negocios y proyectos en áreas tecnológicas y establecer un canal de comunicación para conectar a los grupos de expatriados con oportunidades nacionales que, de otra forma, no se conectarían”, dice Eduardo Rezende, experto en proyectos de la ABDI que estuvo en el MIT. “Queremos identificar oportunidades y hacer circular la información. Las empresas interesadas en internacionalizarse pueden brindar oportunidades a los talentos en el exterior, así como hay investigadores y emprendedores capaces de colaborar en el rol de mentores de proyectos”, sostiene.
El objetivo inicial de la red lo constituyen los profesionales y las empresas brasileñas de las áreas de tecnología de la información y de la salud. Más allá de su participación en el simposio realizado en Cambridge, el grupo de la ABDI organizó otras dos actividades en Estados Unidos: un laboratorio de aprendizaje en innovación en el MIT, el día 4 de octubre, y un taller de trabajo en la Universidad Georgetown, en Washington, con científicos brasileños de campos tales como el de biotecnología y el de nuevos medicamentos. “Estamos construyendo un diálogo con esos investigadores brasileños interesados en trasladar la investigación y la innovación de la universidad a las empresas nacionales”, afirma Rezende.
Republicar