Apoyada en el campo de estudios sobre el período posterior a la abolición de la esclavitud en Brasil, la antropóloga Lilia Moritz Schwarcz elaboró una biografía de Lima Barreto (1881-1922) desde una perspectiva permeada por las temáticas raciales. El libro Triste visionário (de editorial Companhia das Letras) muestra cómo fue la vida de un intelectual negro después de la abolición oficial de la esclavitud en el país, en mayo de 1888, y trae a la luz el modo en que el autor apelaba al color de la piel como determinante de las diferencias sociales entre sus personajes. “Barreto se afirmaba como un intelectual negro, algo raro en la época, y buscaba integrarse al ámbito literario brasileño a partir de una postura de oposición”, sostiene la investigadora, quien trabaja con la cuestión racial desde hace más de 30 años y es docente de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP) y profesora visitante en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos.
En la biografía, Moritz Schwarcz intenta mostrar de qué manera Barreto reafirmaba su origen afrodescendiente por medio de la literatura, concibiendo protagonistas negros que iban más allá de los estereotipos. Esos personajes eran descritos con sus diferentes tonos de piel: “pardos”, “pardas”, “pardos claros”, “oscuros”, “morenos”, “morenas”, “cholos”, “cholas”, “aceitunados” y “morenos pálidos” fueron algunas de las denominaciones empleadas por el escritor para mostrar la complejidad del universo que deseaba representar. Moritz Schwarcz comenta que el uso del color como registro de la diferencia social aparece, por ejemplo, en la novela Clara dos Anjos (escrita en 1922 y publicada en 1948), una instancia en que el autor describe a uno de sus personajes como “blanco en el ámbito de los suburbios, pero negro cuando va a la capital”. Según la investigadora, la descripción minuciosa de las características de los personajes afrodescendientes y del ambiente de los suburbios cariocas desentonaba en comparación con la literatura producida por otros escritores de la época.
Ella no pierde de vista que el autor nació en 1881, año de la publicación del libro Memórias póstumas de Brás Cubas, de Machado de Assis, y falleció en 1922, el año de la Semana del Arte Moderno. Tan es así que quedó a medio camino entre Machado de Assis y el Modernismo, en una especie de vacío literario. De acuerdo con la estudiosa, no hay que considerar a Barreto como “premodernista”, un rótulo que ella refuta porque lo considera una especie de “no lugar”. “Más que premodernista, al escritor habría que tomarlo como un pionero del Modernismo, entre otros elementos, por la oralidad presente en sus textos”, sostiene.
La antropóloga también busca dejar en claro las contradicciones que signaron la trayectoria del escritor. En ese sentido, hace hincapié en que Barreto reconocía la importancia de la obra de Machado de Assis, aunque era crítico de su proyecto institucional y la de otros literatos de la Academia Brasileña de Letras. Pese a ello, en tres oportunidades él intentó ingresar a la institución, y no pudo lograrlo. “Barreto anhelaba formar parte de los círculos literarios adoptando una postura contestataria, pero no tuvo éxito”, relata. Otras paradojas que circundan a la figura del escritor y que Moritz Schwarcz pone de relieve en su trabajo biográfico son las denuncias que formulaba Barreto en relación con los abusos de la sociedad contra las mujeres y, al mismo tiempo, sus acusaciones de que el feminismo era una “importación barata y fuera de lugar”. “Era un defensor de las costumbres populares, pero no le gustaba el fútbol, ni el samba ni el carnaval. Detestaba a los empleados públicos, pero cobraba un sueldo de la Secretaría de Guerra como escribiente”, escribe Moritz Schwarcz en la introducción. Así, la investigadora plantea que Barreto ocupaba un puesto ambivalente tanto en el espacio ciudadano, transitando entre los suburbios y la capital, como también en las esferas culturales y sociales. La investigadora elevó la ambigüedad que rodea a la vida y obra del escritor al propio título de la biografía. “Triste”, representaría el concepto de un escritor desilusionado, aunque también obstinado. En tanto, “visionario” puede representar a alguien con visión de futuro, aunque en boca de uno de los personajes de Barreto también cobra el sentido de “loco”.
Uno de los aspectos que abordó la estudiosa involucra al recorrido del escritor entre la realidad y la literatura. “Los textos del autor contienen rasgos evidentes de su entorno, pero aun así él construye ficción todo el tiempo”, considera. Y cita como ejemplo de ese proceso cuando Barreto firma una de las partes del Diário do hospício (1953, póstumo) –que retrata el período en que el autor permaneció internado– con el nombre de uno de sus personajes (Vicente Macarenhas), o cuando en Cemitério dos vivos (1953, póstumo), una obra de ficción, escribe “Lima Barreto” para referirse al personaje de Vicente Mascarenhas.
El profesor Felipe Botelho Corrêa, docente de literaturas y culturas de Brasil, Portugal y del África lusófona en la universidad King’s College de Londres, recuerda que la fortuna crítica de Barreto ya había notado cómo éste se valía de aspectos de su vida para introducirlos en su escritura. “El autor decía que no se escondía en su literatura, que siempre revelaba quién era realmente, aunque eso se tomara como una degradación literaria”, comenta Botelho. Según él, Barreto procuraba utilizar un lenguaje popular y accesible, como un modo de llegar a una mayor cantidad de lectores, algo que no era bien visto en su época. De ahí las innumerables críticas que acumuló por escribir una literatura “mal acabada”. “Otra prueba de ello son los textos que redactó para medios populares, como en el caso de la revista Careta, el ámbito en el que más publicó en toda su vida y que costaba el mismo precio de un boleto de ómnibus en segunda clase”, analiza Botelho, que en 2016 publicó Sátiras e outras subversões (Penguin-Companhia das Letras) con 164 textos hasta entonces inéditos y que en su gran mayoría fueron firmados con seudónimo por Lima Barreto.
Antes del libro de Moritz Schwarcz, Lima Barreto ya contaba con una biografía importante, que había publicado el historiador Francisco de Assis Barbosa (1914-1991) en 1952. Barbosa fue el responsable de la edición de las obras de Lima Barreto en 17 tomos, en un momento en el cual los libros del autor prácticamente habían desaparecido del mercado. La labor del historiador marcó un proceso de resurgimiento del autor carioca en la escena literaria. Él fue el precursor de una generación que rescató a Lima Barreto del limbo y lo reposicionó en la literatura nacional.
La profesora Beatriz Resende, docente de la Facultad de Letras de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), relata que el historiador Nicolau Sevcenko (1952-2014) y Antônio Arnoni Prado, profesor jubilado del Instituto de Estudios de la Lengua en la Universidad de Campinas (IEL-Unicamp), fueron los primeros en estudiar la obra de Lima Barreto en Brasil luego de los trabajos de Barbosa. En Italia, Roberto Vecchi, en la actualidad director del Departamento de Lenguas, Literatura y Cultura Moderna de la Universidad de Boloña, fue otro de los pioneros en el proceso de formación de la fortuna crítica de Barreto. En 2004, cuando Resende compilaba los libros a publicar con las crónicas del escritor, estudió los registros de su ingreso en el hospicio en 1919, y halló la actualmente famosa fotografía de Barreto totalmente debilitado a los 39 años. “Ese suceso sacó a la luz el cariz de su vida relacionado con el alcoholismo”, comenta la investigadora.
Según Resende, cuando Barreto murió, era un referente entre los escritores nacionales, pero se lo fue olvidando a medida que el racismo se apropió del discurso científico, en un momento que signó la exclusión de los negros del ámbito intelectual. Ella explica que una de las cualidades de la biografía escrita por Barbosa reside en que el historiador tuvo contacto con familiares y amigos aún vivos. Sin embargo, el biógrafo no abundó en la cuestión del racismo, ya que no quería desviarse de su objetivo, que era llamar la atención sobre la importancia de su literatura. “En la década 1950, la crítica literaria todavía era despectiva con los textos de Barreto, que circularon inicialmente entre los historiadores”, resalta Resende.
A la vista de esa fortuna crítica, Moritz Schwarcz relata que procuró desarrollar la biografía actual a partir de la elaboración de nuevos planteos, en este caso relacionados con la cuestión racial, y que Barbosa no había abordado en su trabajo precedente. “Me topé con él [Lima Barreto] hace al menos 30 años, cuando redacté mi tesis doctoral y estudié el darwinismo racial”, refiere la investigadora. Ella afirma que pretende mostrarlo como un intérprete de su época, tanto de aquel Brasil como de la temática negra. En su opinión, la cuestión racial cobró interés en los últimos años y permite explorar desde una nueva perspectiva la vida y obra del escritor. “En sus novelas, en sus crónicas, en los cuentos, en los diarios y en su correspondencia, Barreto jamás dejó de involucrarse en esa temática”, sostiene.
El historiador João José Reis, docente del Departamento de História de la Universidad Federal de Bahía (UFBA), recuerda que Barreto nació en la última década de vigencia de la esclavitud, de cuya abolición fue testigo con 7 años de edad. “Él padeció el racismo de una sociedad cultora de la idea de que el negro pertenecía a una raza inferior. Era muy consciente de que la explicación de gran parte de sus infortunios había que buscarla en un entendimiento más profundo de aquello que había sido la esclavitud”, comenta. Reis considera que la biografía de Schwarcz retrata, a través de la trayectoria de un personaje, la historia del paso de la esclavitud a una libertad incompleta y, a menudo, expoliada a los negros. “Al poner sobre el tapete el contexto de Barreto, el libro trae a la luz no sólo la biografía de un individuo, sino la de un país con el fin de la esclavitud en ciernes y, sobre todo, en la etapa posterior a la abolición”, dice.
La nueva biografía de Lima Barreto llega en un momento de retoma del género biográfico entre investigadores académicos de diversas áreas. En lo que hace al contexto histórico, Eneida Maria de Souza, profesora de teoría literaria en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), aclara que, hace 40 años, la crítica no se circunscribía a explorar el sesgo biográfico de los autores, ya que consideraba a la obra de arte como algo autónomo en relación con otras disciplinas y con la vida de los escritores. No obstante, entre los años 1970 y 1980, emergió una nueva vertiente de crítica cultural, que busca entender la obra a partir de un abanico más amplio de asociaciones, que involucran la vida del autor y también sus relaciones con otras producciones, como en el caso del cine, por ejemplo. Según De Souza, tales lecturas realizan una interpretación de la literatura más allá de sus límites intrínsecos y, en ese derrotero, la experiencia de vida del escritor queda integrada a sus textos como representación de lo vivido y no como un reflejo directo y literal de los hechos. En los años 1980, esta nueva vertiente de la crítica marcó el inicio de un proceso de resurgimiento del género biográfico, un movimiento que en la actualidad parece haber alcanzado su apogeo. “Como regla general, las biografías elaboradas por periodistas suelen preocuparse mayormente de documentar la trayectoria, mientras que los investigadores académicos tienden a pensar el recorrido biográfico desde un punto de vista fragmentado a partir de un problema”, contrasta De Souza.
En 1980, Roland Barthes (1915-1980) publicó La cámara lúcida, alumbrando el concepto de “biografema”, según el cual las trayectorias de vida sólo pueden reconstruirse valiéndose de detalles, fragmentos y gestos, que son enfocados de acuerdo con la relación que establecen con la subjetividad del biógrafo. Según esta concepción, el género biográfico debe comprenderse como algo capaz de reflejar una realidad al respecto de un sujeto, pero sin la ambición de ofrecer la verdad sobre éste.
La labor del biógrafo consiste en unir las piezas de un rompecabezas existencial. Cuantas más partes puedan ensamblarse, más se aproximará la biografía a una cierta verdad”, opina Dênis de Moraes, profesor asociado del Departamento de Estudios Culturales y Medios de la Universidad Federal Fluminense (UFF), quien escribió las biografías de Graciliano Ramos, Henfil y Oduvaldo Vianna. Pese a comprobar que el 90% de las biografías hechas en Brasil fueron elaboradas por periodistas, De Moraes reconoce que el género gana cada vez mayor importancia en áreas tales como historia y literatura, pasando a ser visto como un elemento capaz de echar luz sobre una época o los problemas de ese tiempo. “En ese devenir, ciertos componentes del periodismo, entre ellos el uso de fuentes orales y un léxico menos rebuscado, también pasaron a utilizarse en los trabajos de historiadores y sociólogos que elaboran biografías”, analiza. Además de Moraes, Maria Augusta Fonseca, docente del Departamento de Teoría Literaria y Literatura Comparada en la USP, y también el filósofo Eduardo Jardim, quien fue investigador residente en la Biblioteca Nacional, son tan sólo algunos de los académicos que se valieron del género biográfico para abordar la trayectoria de literatos, habiendo escrito, respectivamente, las biografías de Oswald de Andrade (1990) y Mário de Andrade (2015).
Libros
SCHWARCZ, L. M. Lima Barreto: Triste visionário. São Paulo: Companhia das Letras, 2017, 645 p.
SOUZA, E. M. Crítica cult. Belo Horizonte: Editora UFMG, 2002, 178 p.