Uno de los recursos utilizados por los pequeños agricultores como abono en las plantaciones es el compuesto orgánico obtenido a partir de los residuos urbanos. Dicho compuesto, preparado en centrales de admisión y compostaje con base en restos de comida, frutas, verduras y legumbres, y vendido a precios muchos menores que los de los abonos convencionales, tiene una buena aceptación, principalmente entre los que cultivan hortalizas. Pese a que es utilizado desde la década del 70, cuando se instalaron las primeras centrales en el país, aún hoy en día no existe una legislación específica que estipule normas para la aplicación agrícola de este producto. Si su calidad es baja, puede contaminar los alimentos con microorganismos, como virus y bacterias, y provocar serios daños ambientales, que comprenden la contaminación del suelo y de la napa freática con metales pesados y nitratos, sustancias provenientes principalmente de los excrementos humanos y animales.
Consciente de este problema y a sabiendas de los reclamos de los agricultores, un grupo multiinstitucional de investigadores resolvió estudiar a fondo los compuestos urbanos. Al margen de establecer un sistema de análisis que puede servir para una futura normativa referente al producto en el país, ellos crearon un sistema pionero embutido en un software capaz de analizar el compuesto de basura urbana (CLU, sigla en portugués). Dicho programa informa sobre cuáles son las sustancias existentes en cada muestra de una central, y suministra indicaciones sobre su uso en la agricultura.
El equipo está integrado por investigadores ligados a la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa, sigla enportugués), la Escuela de Ingeniería de Piracicaba (EEP), la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq) de la Universidad de São Paulo (USP), la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), la Universidad de Taubaté (Unitau) y el Instituto Agronómico de Campinas (IAC). Buena parte de las investigaciones que sirvieron de base para el desarrollo del programa fue financiada por la FAPESP.
El recién creado software, que lleva el nombre de Sistema Inteligente de Recomendación de Uso del Compuesto de Residuos Urbanos en Agricultura (Sirclua, sigla en portugués), redundará en un mayor control sobre la calidad del compuesto hecho en el país, y ayudará a los productores rurales en el empleo adecuado de ese abono orgánico con una adecuada seguridad ambiental. El programa, utilizado hasta ahora en el ámbito de la universidad, pasa actualmente por una adaptación para su uso en las centrales de compostaje.
El primer acuerdo para uso comercial del sistema se efectivizará con la Urbanizadora Municipal (Urban), la entidad autárquica que administra la recolección de residuos, el relleno sanitario y la central de compostaje de la ciudad de São José dos Campos (interior de São Paulo). Las negociaciones se encuentran bastante adelantadas. “Pretendemos controlar más de cerca nuestro compuesto, brindándoles una mayor seguridad a los agricultores que lo utilizan”, afirma José Roberto Bráulio de Melo, gerente del Departamento de Tratamiento de Residuos de Urban.
Dicho contrato, por valor de 55 mil reales, prevé el suministro del programa para análisis del producto obtenido en la central y también el desarrollo de estándares para el uso del CLU en parques, jardines y en la agricultura. La central de compostaje de São José dos Campos produce 40 toneladas de diarias del compuesto, que es vendido por 20 reales la tonelada. “Nuestro compuesto fue el primero, y quizá sea aún el único registrado en el Ministerio de Agricultura. Nunca recibimos denuncias de contaminación con metales pesados”, afirma Melo. Tal hecho se comprueba fehacientemente con los resultados de las investigaciones del grupo.
Niveles aceptables
“El sistema Sirclua es apto para evaluar la calidad del compuesto; e indicar si éste se encuadra o no dentro de los estándares mínimos deseables para el cultivo de cada producto agrícola”, explica el ingeniero agrónomo Fábio César da Silva, investigador de Embrapa Informática Agropecuaria y uno de los encargados de la creación y coordinación de la base de conocimiento del sistema. El programa analiza entre otras cosas la estabilización física y biológica de la materia orgánica, los niveles aceptables de metales pesados, los valores de nitrógeno, fósforo y potasio presentes en el compuesto y la eficiencia del uso de los nutrientes en los sembradíos. “El programa también efectúa una recomendación de abono, indicando la cantidad que debe usarse para determinado suelo o determinado vegetal y, se fuera el caso, si debe complementárselo con fertilizantes químicos. De esta manera, el equipo cree que ha fijado un procedimiento estándar para el uso agrícola del compostaje.”
De acuerdo con el agrónomo, el empleo del compuesto de basura urbana en la agricultura genera grandes beneficios, no solamente para los productores, sino también para el medio ambiente. “Con la utilización del CLU, el agricultor hace un gran ahorro, pues reemplaza el fertilizante químico – que responde por alrededor de un 30% o un 40% del costo de la producción -, por el abono orgánico, que es mucho más barato”, dice Da Silva. Asimismo, el compuesto constituye una excelente alternativa para el proceso de reciclaje. “Con éste se cierra el ciclo de vida de los elementos que componen la fracción orgánica de la basura, contribuyendo así para aliviar la carga contaminante de los rellenos sanitarios, y duplicando la vida útil de estos ambientes”, dice Fábio Silva.
La ventaja de la obtención del compuesto consiste en librar a los rellenos de los problemas ocasionados por la parte orgánica de la basura, eliminando así situaciones desagradables, tales como la exhalación de olor, la formación de gases y de líquido lixiviado (una sustancia maloliente), que pueden generar riesgos de impacto ambiental en el lugar, al margen de que atraen y favorecen el aumento de la población de ratones, cucarachas, mosquitos y otros insectos.
Por ahora el Sirclua está apto para emitir recomendaciones de uso del compuesto en diez diferentes cultivos: arroz, fríjol, caña de azúcar, triticale (un cereal híbrido entre el trigo y el centeno), maíz, mandioca o yuca, avena, lechuga, remolacha y achicoria. Todo esto en las condiciones de suelo de gran parte del estado de São Paulo. “La cantidad del compuesto que usará el agricultor y la necesidad o no de un suplemento químico con sus respectivas cantidades dependerán del suelo y del cultivo donde se lo aplicará”, explica el ingeniero agrónomo Ronaldo Severiano Berton, investigador del Instituto Agronómico de Campinas (IAC), uno de los integrantes del grupo. “Con esta herramienta, única en Brasil y quizá también en toda América Latina, hemos creamos estándares de calidad que podrán usarse en la elaboración de una legislación referente al compostaje en Brasil”, dice.
En un futuro la intención de los investigadores es ofrecer el programa en Internet para que cualquier central o cualquier productor rural pueda acceder al mismo gratuitamente. “Para mantenerlo actualizado, el programa es complementado a medida en que se va generando conocimiento acerca de sus nuevas aplicaciones en la agricultura”, comenta el ingeniero agrícola Luiz Henrique Rodrigues, de la Facultad de Ingeniería Agrícola de la Unicamp, que coordinó el trabajo de desarrollo e implementación del software.
Compostaje paulistano
El nuevo programa será muy útil en los sitios donde se producen los CLUs más problemáticos encontrados por los investigadores. “Las dos centrales de compostaje de la ciudad de São Paulo, situadas en Vila Leopoldina y de São Mateus, y la de Santo André, por ejemplo, no operan en forma adecuada. Los productores rurales del cinturón verde de São Paulo se quejan del compuesto producido por las dos centrales paulistanas [de la ciudad de São Paulo] que los abastecen”, comenta Silva. “El compuesto y el pre-compuesto (la fase en la que el producto aún no ha sido debidamente “curado”, considerado apenas basura pre-tratada) elaborados por éstas tienen una gran cantidad de materiales inertes: pedazos de vidrio, plástico y cerámica. Incluso agujas y cabeza de muñecas se han encontrado allí.”
Una opinión similar tiene el ingeniero agrónomo José Carlos Chitolina, profesor jubilado de la Esalq y vicedirector de la Escuela de Ingeniería de Piracicaba. Al final de los años 90, Chitolina realizó un exhaustivo trabajo de caracterización química del compuesto producido por las tres unidades paulistas. “En nuestras investigaciones concluimos que, cuando se lo comparó con los estándares definidos por las legislaciones de varios países europeos, como Alemania, Italia, Francia, Suiza y Austria, el compuesto de las centrales paulistas contenía tenores de metales pesados como cobre, zinc, níquel, plomo y principalmente cadmio superiores a los niveles aceptables, lo que debería inviabilizar el uso de ese material en agricultura”, dice Chitolina. “Pero, desgraciadamente, era destinado al cinturón verde de São Paulo sin un monitoreo ambiental y sin un control sistemático.”
“Las hortalizas, por ejemplo, deben usar compuestos producidos con residuos provenientes de la recolección selectiva con índices de metal mucho más bajos que los que aparecen en las muestras recolectadas”. En el trabajo de Chitolina, el plomo existente en el pre-compuesto de la Central de Vila Leopoldina presentó un índice un 20% mayor que el aceptable. De acuerdo con los investigadores, las hortalizas deben recibir apenas compuestos provenientes de residuos recolectados selectivamente, pues así se logra reducir bastante el riesgo de contaminación con microorganismos, y los índices de metales pesados permanecen mucho más bajos.
El agricultor Manuel dos Santos, ex presidente de la Asociación de Productores de Hortalizas de Arujá y Zona (Apro-Horta), titular de una propiedad rural de 36 mil metros cuadrados en la que cultiva verduras de hoja comestibles, confirma la dudosa calidad del material enviado por las centrales. “El compuesto llega en bruto, con muchos materiales extraños. Luego de recibirlo, somos obligados a hacer correcciones y a concluir el compostaje antes de aplicarlo en el suelo. En caso contrario, con el correr del tiempo la salud de los trabajadores se vería comprometida y la tierra quedaría inutilizada en función de la gran cantidad de vidrio, plástico y metales pesados que van acumulándose en el campo”, comenta el productor rural.
Mal olor y mosquitos
La calidad del pre-compuesto producido en la central de Vila Leopoldina, ubicada en la zona oeste de la ciudad de São Paulo, que a decir verdad es basura pre-tratada, según los investigadores, no es el único problema de la unidad. El fuerte olor que exhala la instalación y la proliferación de mosquitos provoca desde hace muchos años insatisfacción y genera protestas por parte de los habitantes de los alrededores. “La población sufre con el mal olor de la central. Hay denuncias de que los niños de una escuela de las cercanías llegan incluso a sentirse mal durante las clases”, afirma el fiscal de medio ambiente Geraldo Rangel, que pretende iniciar una acción civil pública solicitando el cierre de la central.
“Obra en mi poder un laudo emitido por la Compañía de Tecnología de Saneamiento Ambiental (Cetesb) certificando que la central debe clausurar sus actividades, puesto que opera muy cerca de la comunidad y no reúne las condiciones adecuadas para evitar el mal olor. Estoy solamente aguardando otras informaciones relacionadas con el riesgo de contaminación del pre-compuesto para iniciar la acción”, afirma el fiscal. El equipo de investigación también fue invitado por el fiscal Rangel para emitir un dictamen acerca de la situación de la calidad del compuesto y la necesidad de fijar medidas de corrección.
Otra denuncia se refiere a las condiciones de trabajo en la central. “Son pésimas”, afirma la química Maria Gricia Grossi, investigadora de la Fundación Jorge Duprat Figueiredo de Seguridad y Medicina del Trabajo (Fundacentro), actualmente en la Secretaría de Calidad Ambiental de los Asentamientos Humanos del Ministerio de Medio Ambiente, que elaboró un informe técnico que evalúa las condiciones y el ambiente de trabajo en la unidad de compostaje de Vila Leopoldina.
El director del Departamento de Limpieza Urbana (Limpurb) de la Municipalidad, Fabio Pierdomenico, se defiende de las acusaciones. Para Pierdomenico, el problema del olor será subsanado en breve. “El Limpurb se encuentra en fase de redacción del contrato, que hará posible la implantación de un sistema de neutralización de olores, entre otras medidas que se implementarán en el marco del plan de mitigación de impactos ambientales. Este plan estipula también el recubrimiento de las bahías de almacenamiento de materiales reciclables”, explica Pierdomenico. En referencias a las denuncias vinculadas con la calidad del pre-compuesto producido en la central, el director del Limpurb aclaró que “es difícil asumir una postura cuando no existen parámetros legales específicos para la fracción orgánica y para el compuesto”.
Pierdomenico afirma que, de acuerdo con las pruebas de laboratorio mensuales efectuadas en laboratorios de la Esalq, como así también en laboratorios particulares, el pre-compuesto posee niveles de metales pesados y bacterias patogénicas por debajo de los preconizados por la Compañía de Tecnología de Saneamiento Ambiental (Cetesb), Embrapa y la Comunidad Europea. De cualquier manera, es posible afirmar que el nuevo sistema de análisis y el software serán de gran valía para la producción de un compuesto de mejor calidad en São Paulo y en Brasil en general, asegurando así una mayor seguridad en la cadena alimentaria.
Los Proyectos
Caracterización Química de Compuestos de Residuos Urbanos de Dos Centrales de Compostaje del Gran São Paulo
Modalidad
Línea Regular de Auxilio a la Investigación
Coordinador
José Carlos Chitolina – Esalq-USP
Inversión
R$ 10.375,00
Definición de Criterios para la Aplicación del Compuesto de Residuos Urbanos en la Caña de Azúcar
Modalidad
Línea Regular de Auxilio a la Investigación
Coordinador
Fábio César da Silva – Embrapa
Inversión
R$ 24.258,00 y US$ 1.661,00