Cuando un adolescente da portazos, se queja de todo o profiere el clásico: “Yo no pedí nacer”, puede estar manifestando un síntoma de las alteraciones que atraviesa su cerebro, según el neurólogo Robert McGiven, de la Universidad de San Diego, Estados Unidos (NewScientist, 19 de octubre).
El equipo de ese investigador descubrió que, al entrar en esa fase de la vida, los niños sufren trastornos de entendimiento que los hacen perder la capacidad de comprender el sentimiento de los otros – que normalmente la recobran recién pasados los 18 años, más o menos. Esto ocurriría a causa de la intensificación de la actividad cerebral en la pubertad, que genera dificultades para procesar las informaciones. En ese contexto, el adolescente sería acometido por una inepcia socioemocional que desencadenaría sentimientos de incomprensión y revuelta.
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