Arqueólogos argentinos lamentan hasta hoy el paso del comerciante italiano Nicola Fiengo por Río de Janeiro en la década de 1820. En aquella ocasión, éste traía de Marsella, Francia, una colección de antigüedades descubiertas por Giovanni Battista Belzoni. El explorador italiano había excavado en la necrópolis Tebana, actual Luxor, en el Templo de Karnak. Algo común en aquel tiempo, negoció las antigüedades con Fiengo que las iría a vender en Argentina. Pero cuando estaba en Río, de paso rumbo Buenos Aires, las noticias sobre el clima político en el país vecino lo desanimaron de seguir viaje. Probablemente aconsejado por José Bonifácio de Andrade e Silva, en 1826 el emperador Don Pedro I compró los objetos en una subasta -y dio origen a probablemente la más antigua colección egipcia de las Américas.
Aún en el siglo XIX, la colección ganó un incremento inesperado gracias a Don Pedro II, el verdadero interesado por el Egipto Antiguo. “Él conocía el hebreo y el árabe, en una época en que la egiptología era más vinculada al orientalismo y a las lenguas antiguas”, cuenta el egiptólogo Antonio Brancaglion, investigador del Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro (MN/ UFRJ) y profesor del Departamento de Lenguas Orientales de la Universidad de São Paulo (USP). En 1876, en su tercera visita al Egipto, Don Pedro II fue obsequiado por el jedive Ismail (el soberano del país) con un magnífico esquife pintado de la “Cantante de Amón” Sha-Amun-em-su. El emperador mantuvo la pieza en su gabinete hasta 1889, cuando fue incluida en la colección del MN. En el patrimonio existen 700 objetos entre momias humanas enteras y en partes -como cabezas, manos y pies, como era usual en determinado período en el Egipto-, y de animales.
Equipos del MN investigan ese riquísimo patrimonio hace muchos años. Hoy ese trabajo se convirtió multidisciplinario: contempla desde la arqueología a la anatomopatología. “Son analizadas muestras de polen, resinas, pigmentos y ADN con el objetivo de obtener informaciones para uso científico, histórico, cultural y como base para una estrategia de conservación y presentación, además de la divulgación para el público”, dice Brancaglion. El equipo reconstruyó el rostro de la momia conocida como “La Bella de Tebas”, reproducción de la cara de una mujer de entre 19 y 25 años, que vivó en Tebas, 600 años antes de la era cristiana. La reconstrucción fue el resultado de la alianza entre el MN, el Instituto Nacional de Tecnología, la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) y el Centro de Investigaciones Renato Archer. El trabajo fue pionero en Brasil, pero no agradó a Brancaglion: “Faltó textura en la piel, quedó con cara maniquí”. El mismo equipo trabaja en la cara de otra momia, esta vez con más recursos. Sheila Mendonça, especialista de la Fiocruz, fue recientemente a Inglaterra para desarrollar detalles de la técnica y traer nuevos materiales.
La aptitud adquirida en egiptología acredita Brasil para tener un equipo propio excavando en Egipto, algo ya alcanzado por Argentina y por Uruguay. Hasta ahora los brasileños solamente integraron equipos extranjeros, en trayectorias individuales, para el investigador hacer su maestría o su doctorado, por ejemplo. En este momento, sin embargo, está en fase de captación un proyecto que será desarrollado conjuntamente con los franceses. “En Tanis, un área enorme con mucho por ser revelado, existe una Misión Francesa de Excavación y nuestro objetivo es transformarla en una Misión Franco-Brasileña de Excavación”, dice. Los franceses son financiados por el CNRS, el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) de ellos. “Nosotros estamos buscando el patrocinio de empresas para un proyecto que es hasta barato: cerca de 300 mil reales”. Brancaglion apuesta que la Misión Franco-Brasileña va a hacerse realidad este año.
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