Un monito (sin la cola no llega a los 20 centímetros) de pelos obscuros en su costados y anaranjados delante, con una corona triangular oscura, encontrado en la Amazonia, fue bautizado como “tití enano de corona negra” (Callibella humilis). Un tuco tuco manchado puede representar una nueva especie del género Ctenomys, ya que esos roedores subterráneos comunes en Río Grande do Sul presentan generalmente un color arena o marrón. Esos son ejemplos de mamíferos descubiertos del norte al sur del país en los últimos diez años. De acuerdo con Yuri Leite, biólogo de la Universidad Federal de Espírito Santo (Ufes), lo más destacado del 1º Congreso Sudamericano de Mastozoología (estudio de los mamíferos), realizado en octubre en la ciudad “gaúcha” de Gramado, fue “la constatación de que el número de especies (y géneros) de mamíferos sudamericanos, aumentó ilógicamente”.
En Brasil, el país con mayor diversidad biológica del mundo, hasta ahora fueron descritos cerca de 530 mamíferos, en general pequeños. Nuestros marsupiales no son los canguros boxeadores de los dibujos animados: pueden ser del tamaño de un dedo, como la catita (Gracilinanus microtarsus, una especie de comadrejita), uno de los menores de ese grupo. La destrucción de las selvas amenaza la existencia de esos animales, con 66 especies en riesgo de extinción en la lista roja del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y de Recursos Naturales Renovables (Ibama) en 2003. A pesar de eso, el mayor trabajo de campo y las nuevas técnicas de trabajo han aumentado rápidamente el número de especies conocidas.
Leite, Leonora Costa y otros biólogos de la Ufes informan a la revista Megadiversidad que se descubren por año, en promedio, un nuevo género y ocho nuevas especies de mamíferos. La estimación es que en los próximos 20 años será más del doble de lo actual el número de mamíferos catalogados en América del Sur. Muchos de ellos son nuevos en los registros científicos, pero la mayor parte proviene de revisiones en la clasificación. En el American Museum Novitates del 19 de octubre, Marcelo Weksler, biólogo brasileño en la Universidad de Alaska, Alexandre Percequillo, de la Universidad Federal de Paraíba (UFPB), y Robert Voss, del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, sumaron diez géneros de roedores en América del Sur.
Para un grupo de animales estudiado desde hace siglos, es sorprendente que aún quede tanto por descubrir. En los últimos 12 años surgieron en el mundo tres nuevos órdenes, 94 géneros (la mayoría, reclasificaciones y 29 nuevos para la ciencia) y 815 especies (298 nuevas, 125 de América del Sur). Esa evaluación fue realizada por el norteamericano Jim Patton, de la Universidad de California en Berkeley, quien comparó la segunda (1993) y la tercera (2005) ediciones del libro Mammal Species of the World, de Wilson & Reeder, que enumera las especies de mamíferos conocidas.
Surgen tantos animales nuevos porque las técnicas de análisis más refinadas distinguen detalles que antes pasaban desapercibidos. Algunos animales pueden parecer diferentes entre sí y pertenecer a una misma especie. Un gato peludo gris y otro manchado de pelo corto son igualmente gatos. Por otra parte, especies a primera vista iguales pueden poseer diferencias invisibles visualmente o que hacen que no puedan procrear entre sí, lo que las separa desde el punto de vista biológico. Según Leonora, la proliferación del número de especies deriva sobre todo del impacto del análisis de diferencias en el ADN entre grupos de animales. Asimismo, nuevas técnicas de medición, como la morfometría geométrica, comienzan a ser más utilizadas y ampliarán el conocimiento sobre la biodiversidad.
Regla digital
Tradicionalmente, parte de la distinción entre las especies se basa en medidas tomadas del cráneo. El instrumento más utilizado es el paquímetro, una regla con dos brazos, de los cuales uno se desliza para medir distancias en superficies curvas o irregulares. Pero las técnicas modernas permiten análisis mucho más refinados y precisos. El grupo de Gabriel Marroig, de la Universidad de São Paulo (USP), utiliza un aparato parecido con un bolígrafo que pende de un brazo articulado. El artefacto tiene un punto de apoyo y traduce cualquier movimiento en coordenadas tridimensionales. El bolígrafo, uniendo puntos específicos de cada cráneo estudiado, transmite esa información a una computadora. Así se forma una imagen digital que puede ser utilizada para tomar medidas o comparar un cráneo con el de otras especies. Marroig usa esa técnica para comprender la evolución de los primates sudamericanos. Para alcanzar una clasificación más precisa, los investigadores suman información de diversos tipos. Durante su doctorado, Leonora analizó el ADN de marsupiales brasileños para comprender sus orígenes y su diversidad. Para refinar sus conclusiones, ella ahora complementa los datos con observaciones de la morfología de los animales. Esos resultados ayudarán a aumentar un 70% el número de especies de marsupiales sudamericanos en los últimos 13 años.
Además de las nuevas técnicas, lo que ha contribuido para el avance del conocimiento sobre mamíferos es la integración de las áreas. Promovida por profesionales dispuestos a colaborar. Los encargados de los sistemas, que analizan los datos para ordenar los árboles genealógicos y nombrar a las nuevas criaturas, muchas veces no son los mismos que realizan los estudios genéticos o morfométricos. Por eso, poco se haría sin esfuerzos conjuntos.
Según Leonora, la preocupación por el medio ambiente se tornó mayor luego de la Conferencia de Río (de Janeiro) en 1992 y aumentó el interés en el estudio de la diversidad biológica. Iniciativas de conservación como la de la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) consisten en reunir información para elaborar listas globales de especies amenazadas, alteradas conforme las investigaciones van avanzando. Este puede ser el caso del ratón de monte naranja (Rhagomys rufescens), que Yuri Leite y colaboradores demostraron que no es tan raro como se pensaba. Para encontrarlo, bastó innovar en cuanto al método de captura: lo que funciona es la antigua técnica llamada ?pitfall?, que no es más que un balde enterrado en el suelo. “En base a los datos más recientes”, dice Leonora, “el Rhagomys debería ser retirado de la lista de la fauna amenazada de extinción”.
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